Tradicionalmente, las ciudades y su capacidad de resiliencia se han orientado a gestionar desastres o impactos del cambio climático, pero nuevas amenazas como las crisis económicas, la reciente experiencia de la pandemia y el propio descontrol en la urbanización se han revelado como factores que afectan a su capacidad de actuar eficientemente en la prestación de servicios a la ciudadanía desde un crecimiento sostenible