El 13 de julio de 1985 se celebró de manera simultánea en Londres y Filadelfia el concierto benéfico Live Aid, que tuvo un impacto a escala global. Aquella jornada y para cada año posterior se convirtió en el Día Mundial del Rock and Roll. Marc Márquez realizó en el Gran Premio de Alemania, coincidiendo con el 13 de julio, su particular homenaje a este estilo de música caracterizado por su espíritu de rebeldía. El piloto de Cervera sacó a pasear su guitarra por Sachsenring para que la carrera se desarrollara al compás de su música, una vez más. Ha transformado el Campeonato del Mundo de MotoGP en su concierto particular, en algo que parece inevitable: su victoria. El ocho veces campeón es un rebelde con causa, la persecución de la novena corona, una consecución que cada semana se antoja más próxima.

Marc encadenó su cuarto doblete consecutivo, el séptimo después de once grandes premios, y que significó su octava victoria seguida entre carreras sabatinas y dominicales. Cifras aplastantes. Insultantes, incluso. Por citar ejemplos: en los cuatro últimos grandes premios ha sumado más puntos que el cuarto clasificado; a estas alturas, con once citas pendientes, tiene una ventaja de casi cuatro grandes premios en la general respecto a su compañero de equipo, Francesco Bagnaia, y más de dos sobre el segundo, Álex Márquez. Ha metido la marcha directa hacia el título. En Sachsenring, uno de sus trazados predilectos por presentar más curvas de izquierdas que de derechas, asistía a su carrera número 200. Un estímulo añadido.

Nada más dispararse la prueba, Marc transmitió la sensación de imponer la prudencia para tomar contacto con una pista condicionada por la lluvia de las horas previas. Pero la realidad es que en la segunda vuelta sacaba seis décimas a los perseguidores, beneficiado además por la pelea entre Fabio Di Giannantonio y Marco Bezzecchi por la segunda posición. 

En el séptimo giro la ventaja de Marc se amplió por encima del segundo de margen. La brecha se ensanchaba. Rodaba cómodo, pero lidiando con esa frontera entre la tensión y el exceso de relajación. La prueba se convertía en un examen de concentración. El reto era mantener los reflejos despiertos. El catalán sostenía el ritmo de los rivales durante unas vueltas y de pronto sacaba un giro de la manga medio segundo más rápido que el resto. Impulsos de reactivación. Así, en la vuelta 17 la diferencia crecía hasta los tres segundos.

La curva 1 se ceba con los perseguidores

La curva 1 adoptó entonces el protagonismo pasando a cobrarse numerosas víctimas. En el giro 18, Di Giannantonio se fue al suelo rodando en la segunda plaza. Solo una vuelta después sucedió lo mismo con Bezzecchi, que había heredado el segundo lugar. Ambos se alistaron en la gruesa nómina de abatidos compuesta por Oliveira, Acosta, Zarco, Mir, Ogura y Savadori, este con dos caídas. Solo quedaron diez pilotos en pista en una cita de supervivencia. Álex Márquez y Francesco Bagnaia se auparon así hasta el segundo y tercer puesto, respectivamente.

Mientras tanto, Marc prosiguió a lo suyo. Un festival de rock and roll, ajeno al resto de estilos. Vibrante. Componiendo la letra, entonando de manera trepidante para dar un concierto a ritmo de ningún otro. Poniendo al público en pie. Era el líder indiscutible de la banda. Al paso de la última vuelta, su renta rebasaba la frontera de los siete segundos. Podía gozar de un placentero baño de masas. Con sus 69 victorias en la categoría reina dejó en el retrovisor a Giacomo Agostini y ya solo Valentino Rossi, con 89 entorchados, figura en el horizonte. Además, es el segundo piloto en ganar en nueve ocasiones en un mismo circuito; solo Agostini ha logrado más en un escenario: diez triunfos en su paraíso de Imatra, Finlandia.

"Un estado de forma increíble"

“Estamos en un estado de forma increíble”, admitió Marc, como no puede ser de otra forma. “Llegamos con la confianza súper alta por las victorias consecutivas. Hemos cruzado la meta de la primera parte de la temporada, pero queda la segunda mitad”, manifestó con prudencia. Una caída puede cambiar el panorama del Mundial o incluso de una carrera deportiva, como bien sabe un piloto que ha logrado viajar en el tiempo para mirarse en las versiones de 2014 o 2019, las más aplastantes.

Álex Márquez rebasó la meta en segunda posición en su carrera centenaria, por delante de Bagnaia, quien remontó desde la undécima plaza pero volvió a lamerse las heridas. “Parece que da igual dónde salga que siempre me quedo atascado en la tercera posición”, lamentó el piloto de Turín, que sonríe por no llorar. El italiano está a nada más y nada menos que 147 puntos del líder, que atesora 344. El menor de los Márquez, que acabó a más de seis segundos de su hermano tras 30 vueltas, fue sincero: “He tenido la suerte de que se han caído pilotos por delante. Lo importante era sobrevivir”. Y lo hizo. Fue segundo por decimoquinta vez este curso para contener a Bagnaia pese a ser intervenido hace diez días de una fractura en la mano izquierda.

Fabio Quartararo también se vio impulsado por la multitud de caídas. Terminó cuarto, a la friolera de más de 18 segundos del vencedor, que corre como un hijo del rock and roll, que actúa por rebelarse contra su historia reciente para regresar a los tiempos de gloria.