LAS ciudades deben hacer frente a una gama cada vez más compleja de impactos y tensiones para salvaguardar los logros del desarrollo y acelerar la reducción de la pobreza. Las tensiones crónicas debilitan el tejido de una ciudad en el día a día o en forma cíclica.

Sobre resiliencia urbana

Los ejemplos incluyen problemas actuales como el aumento de la desigualdad, la falta de cohesión social y el transporte público inadecuado. Se dan también eventos repentinos y agudos que amenazan a una ciudad. Los ejemplos incluyen olas de calor, inundaciones, brotes de enfermedades y ataques cibernéticos.

La gestión del riesgo de desastres y los impactos del cambio climático han sido durante mucho tiempo un enfoque importante de la resiliencia urbana. Pero los ejemplos recientes muestran que las crisis económicas, las epidemias de salud y la urbanización descontrolada también pueden afectar la capacidad de una ciudad para sostener el crecimiento y brindar servicios a sus ciudadanos, lo que subraya la necesidad de un nuevo enfoque para el desarrollo urbano resiliente.

Los programas en curso en todo el mundo sobre resiliencia urbana tienen como objetivo ayudar a las ciudades a adaptarse a una mayor variedad de condiciones cambiantes y resistir impactos mientras mantienen sus funciones esenciales.

Para muchas ciudades importantes del mundo, fortalecer la resiliencia urbana es una agenda multimillonaria que requiere alianzas sólidas y nuevas fuentes de capital. A veces, las ciudades se ven restringidas a la hora de realizar las inversiones necesarias porque carecen de la experiencia técnica y/o del acceso al capital para financiarlas.

Algunos programas (OECD, world Bank) se centran en empoderar a las ciudades para buscar inversiones que generen una mayor resiliencia al clima y los riesgos de desastres, y para acceder al financiamiento necesario para garantizar que esas inversiones fructifiquen.

Este enfoque representa un cambio fundamental en la forma en que se puede apoyar a las ciudades para que aborden sus desafíos de desarrollo más apremiantes: de uno centrado en prioridades sectoriales a otro centrado en prioridades integradas y espacialmente informadas, que capturan la interacción entre el entorno natural y el construido.

Se precisa una metodología de diagnóstico rápido para ayudar a las ciudades a mejorar su comprensión del riesgo y el desempeño de los sistemas urbanos, así como para identificar acciones e inversiones prioritarias que mejorarán la resiliencia de la ciudad.

También son necesarios mecanismos de financiación innovadores para apoyar la inversión en infraestructura resiliente en colaboración con el sector privado y otros socios para el desarrollo.

Y, además, es preciso desarrollar una metodología para incorporar la planificación de inversiones con bajas emisiones de carbono en las ciudades, y brindar capacitación a las ciudades que muestren interés en emprender ese camino.

El objetivo es facilitar el flujo de conocimientos y recursos financieros necesarios para ayudar a las ciudades a ser más resistentes a las perturbaciones relacionadas con el cambio climático, los desastres causados por peligros naturales y otros impactos y tensiones sistémicos, incluidos los desafíos socioeconómicos asociados con la rápida urbanización.

Las estrategias para aumentar la resiliencia urbana no deben basarse únicamente en la resiliencia individual de sus componentes, sino que deben centrarse en el nivel sistémico o de las interacciones. La resiliencia urbana puede verse como una propiedad emergente del sistema de la ciudad, visto como un sistema socioecológico. Tal resiliencia surge, por tanto, como resultado de las interacciones de sus componentes.

En una línea similar, investigadores del Santa Fe Institute, en New Mexico (ver algunas publicaciones de Erica Jen), han realizado diversos trabajos relacionados con el estudio y comprensión de los mecanismos de “robustez” en los sistemas económicos, sociales y ecológicos (que son propiamente considerados fenómenos complejos).

Los investigadores del Instituto Santa Fe proponen la robustez como la magnitud de la volatilidad que puede ser compensada por el sistema complejo antes de llegar al colapso de sus principales características, procesos y funciones.

Esta investigación tiene como objetivo identificar y comprender las dinámicas comunes a estos sistemas para que puedan dar lugar a la formación de una teoría en este nuevo campo que permita que los sistemas complejos de nuestro mundo actual sean cada vez más sostenibles en el futuro.

Nassim Taleb propone la noción de “antifragilidad” como una característica y disposición por la cual los sistemas (y, presumiblemente, las personas) se benefician, sorprendentemente, del desorden y del estrés, la volatilidad y la agitación. Así, lo que Taleb llama “antifrágil” se refiere no solo a situaciones sistémicas que se benefician del caos sino a aquellas que lo necesitan para sobrevivir y florecer. Evitar la interrupción por temor a las consecuencias de dicha interrupción es un indicador de fragilidad, y la ilusión de seguridad en realidad hace que los sistemas sean vulnerables a las crisis.

La resiliencia puede entenderse como parte de un conjunto conceptual junto con la idea de sostenibilidad, y debe abordarse desde una perspectiva dinámica en función de las variaciones geográficas, culturales e históricas.

El Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030, se centra en mejorar la resiliencia urbana a través de la planificación y el desarrollo de infraestructura de calidad. Este esfuerzo va de la mano con la adopción de enfoques basados en ecosistemas y políticas integradas basadas en datos con respecto a la reducción y gestión del riesgo de desastres.

El objetivo es reducir la vulnerabilidad a los desastres, particularmente en barrios marginales y desfavorecidos. Obviamente, la conceptualización particular del riesgo que utilizamos en este escenario es fundamental.

Es sorprendente que las cuestiones de poder, gobernanza y capital social todavía no juegan un papel importante en los enfoques teóricos y prácticos para aumentar la resiliencia. Construir resiliencia implica la oportunidad de incorporar elementos relacionados con los procesos históricos y sociopolíticos que crean y mantienen la vulnerabilidad en contextos asimétricos de distribución de poder y recursos.

Al resaltar la importancia de la idea del riesgo y la práctica de la gestión del riesgo como componentes fundamentales de la sociedad contemporánea, el sociólogo Ulrich Beck se adelantó a su tiempo. En su trabajo sobre el riesgo, reflexiona sobre cómo las fuerzas de la globalización, la individualización, la revolución de género, el subempleo y los peligros globales se entrelazan y manifiestan en eventos como el desastre ecológico y el colapso de los mercados financieros globales. Beck ha examinado el concepto de “cálculo de riesgo”, la sociología del riesgo (es decir, cómo algunos grupos de interés se benefician de la “incertidumbre fabricada”) y la construcción de conjeturas en respuesta a las crisis.

Beck rechazó la idea (por entonces comúnmente aceptada) de que la gestión de riesgos debe practicarse como un ejercicio meramente tecnocrático y burocrático donde las opiniones de la sociedad civil y los ciudadanos son tratadas con desprecio. Su análisis muestra cierto solapamiento con el debate sobre “los límites del crecimiento” que emprendió el Club de Roma en los años 70 del siglo pasado.

Los cálculos matemáticos y el escenario probabilístico del Mundo-3 (el modelo informático con el que el Club de Roma analizó las múltiples interacciones globales entre el crecimiento de la población, la producción industrial, la producción de alimentos y los límites del ecosistema) desafiaron las definiciones culturales actuales y los niveles de vida tolerables.

El planteamiento que corresponde hoy en día pasa por integrar los análisis de la sostenibilidad compleja (que incluye la resiliencia) con la economía política y la gobernanza. El gran problema de una organización viva, sea cual sea, no es sólo el de funcionar, sino también el de saber hacer frente a los errores, las incertidumbres, los peligros, es decir, tener aptitudes estratégicas y evolutivas. Lo importante no es solo adaptarse y resistir, sino también aprender, inventar, crear.

* United States Fulbright Professional Ambassador; Visiting Scholar, University College London