HAY anuncios mejores que muchos programas de la tele; pero a veces, por insistentes, se vuelven antipáticos. Demasiada publicidad, ese es el problema. Y temo que la nueva Ley Audiovisual provoque un mayor hartazgo en horas punta. El ideal de toda marca es conseguir sonrisas y emociones, algo que los directores de marketing –formados en facultades sin alma– se empeñan en evitar, porque lo suyo es vender más en vez de vender mejor. En fin, que la publicidad es cara, crea empleo e inspira democracia. En verano reinan los anuncios de cerveza y nuestras pantallas se transforman en una gran Bélgica, donde la birra es más barata que el agua, más sana y con más variedades. ¡Qué formidables piezas cerveceras hemos visto en esta agobiante canícula! Estrella Damm ha vuelto a armarla con un spot apoteósico de la vida en busca de su catarsis. Su mensaje Aquí, ahora y así es una reinvención del ardiente carpe diem y nos invita no tanto a los placeres como a lo auténtico. Y como hay guerra en las estrellas del lúpulo y la cebada, Estrella de Galicia se ha marcado un anuncio brillante con recurso a The Beatles, no a su música, sino a la letra de A hard day’s night como bandera contra la resignación. También El Águila, un clásico cervecero, se apunta al empoderamiento personal en tiempos de cambio. Y en la cima, Heineken ha llegado a crear unas zapatillas, las Heinekicks, que llevan cerveza en sus suelas transparentes. ¿Y qué pasa con nuestras marcas? La Salve, ya consolidada, necesita un gran anuncio que la haga deseable fuera de Euskadi. Lo mismo digo de Keler que, allá por los 90, hizo una campaña inolvidable con las diversas maneras de decir ¡aúpa!, ese versátil saludo vasco, y con la que conocimos al actor Andoni Agirregomezkorta, después estrella del programa de ETB-2Vaya Semanita. De acuerdo, tomarse un trago no arregla el mundo, pero sí que nos da un respiro para repensarlo todo.