SI el genio de la lámpara de las promesas electorales va a llevar a los mayores de 65 años al cine y a avalar hipotecas de los jóvenes, algo nos tocará en breve a los que estamos en medio. Ese grupo heterogéneo y multidisciplinar, que llena las arcas de Hacienda y la Seguridad Social, y que comparte, además entre otras cosas, la condena de asistir con un cubo de palomitas en las manos al recorte de las pensiones. Esa zona central de la pirámide de población lleva décadas escuchando la letanía: Nosotros vamos a cobrar una pensión, pero vosotros… No hemos hecho nada al respecto, seguramente porque el problema, ligado a la evolución demográfica, por el frente de la natalidad y del incremento de la esperanza de vida, no tiene otra solución que repartir lo que haya lo mejor posible. Pero más allá de esa penalización, en esta campaña electoral consagrada por los partidos estatales a su prevalencia o supervivencia, lo que más inquieta es que los que critican a los que desentierran muertos de la guerra civil para que supure una herida cerrada intenten sacar rendimiento a la metedura de pata de EH Bildu con sus candidatos condenados. Mientras, el otro engranaje que hace girar la rueda complaciente del bipartidismo español ametralla al electorado con munición que va a echar de menos –o reciclará en el peor de los casos para nuestros oídos– en las generales. En medio, Podemos y Vox pelean calle a calle por mantener su estatus. Y aquí seguimos esperando que nos roce alguna promesa electoral.