YEVGENY Yevtushenko fue un poeta; ruso, como dice el apellido de su madre. Quizá uno de los más rusos de los poetas rusos. Tanto que fue capaz de caminar por el alambre de la disidencia permitida por el régimen soviético, si es que en la URSS se podía, como hoy en Rusia, considerar disidente lo permitido. En 1989, un año antes de que Gorbachov recibiera el Nobel de la Paz, llegó a ser miembro de lo que aún se llamaba Soviet Supremo. Era un ruso orgulloso de serlo: “Aunque a mí Rusia me olvide / cuando el tiempo se devane, / el caso es que Rusia viva / para siempre, eternamente”, escribió en Cae la nieve pura. Y lo era con las contradicciones de Rusia, El País llamado Más o Menos, título de uno de sus más conocidos poemas. “Por supuesto, todos estamos por la paz… / un tanto más, un tanto menos... / Por supuesto, tenemos algunas pequeñitas, / pero más o menos / desagradables guerras” era su sexta estrofa. Murió en 2017 en Tulsa (EE.UU.), muy lejos de Peredélkino, el barrio moscovita de escritores y dachas en el que quiso ser enterrado. Dejó un solo poema en castellano, escrito en la frontera de Perú y Colombia, que puede reubicarse –“No hay lado ruso, / no hay lado ucraniano. / Solamente hay lado humano”– y una cita muy actual: “Llegará un día en que nuestros hijos, llenos de vergüenza, recordarán estos días extraños en los que la honestidad más simple era calificada de coraje”. l