ESDE que los publicistas de Ikea inventaran aquello de Bienvenido a la república independiente de mi casa, y mucho antes apareciera la Ínsula Barataria o la República de los Cocos, muchos imitadores de cartón piedra se han apuntado al carro de inventarse un país. Hace poco, y esto es absolutamente verídico, alguien se presentó en una oficina de Correos en Bilbao y dijo ser ciudadano de la República Errante del Menda Lerenda. El empleado le miró atónito y consultó la wikipedia. Encontró la definición de una "micronación proclamada oficialmente en 1999 que define al individuo como una república independiente en sí mismo y que acoge como territorio nacional la superficie que ocupa su soberano en cada momento". No estaba solo. A principios de año, la policía dio el alto en Galicia, tras una infracción, a dos conductores que se identificaron como miembros de la mencionada república. Lejos de gozar de la inmunidad diplomática que esperaban con su carné correspondiente, ambos fueron detenidos por varios delitos, entre ellos, el de falsedad documental. Para lograr tu ciudadanía como Menda Lerenda tienes que apoquinar 50 euros. Pero también para tener el DNI español o el pasaporte y encima renovarlo, tienes que pagar. Si existen monarquías bananeras donde el rey emérito se las pira sin ni siquiera despedirse, ¿por qué no podemos ser ciudadanos de repúblicas errantes?

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