ODOS sufrimos los efectos devastadores de una pandemia que ni la muerte de un mito como Diego Armando Maradona puede hacer sombra. Cómo echamos de menos esa vieja normalidad donde íbamos al fútbol, podíamos hacer deporte en grupo, los bares estaban a reventar, había libre movilidad y, por supuesto, todo sin mascarilla. Hoy no podemos hacer nada de eso, por mucho que a todos nos pese. Los hosteleros que ven con tristeza esa persiana bajada y esas calles vacías y desangeladas. Tampoco hay deporte en grupo aunque, afortunadamente, a diferencia de marzo y abril, se puede hacer deporte al aire libre aunque sea forma individual. Todos queremos volver aunque sea a la nueva normalidad. Desde esos hosteleros arruinados a los clubes deportivos, pero la realidad del virus es tozuda por mucho que nos pese. No se trata de recoger firmas como hacen los clubes federados y escolares. Todos sabemos que la mayoría lo han hecho bien, aunque alguno de los clubes haya tenido el morro de firmar después de recibir más de una advertencia por incumplir el protocolo anticovid porque un grupo de seis significaba seis, no seis grupos de seis en un espacio que no es precisamente San Mamés. Por mucho que nos pese esta pandemia no es un juego y, por encima de todo, está esa plataforma a la que pertenecemos todos, también ellos, que se llama sociedad y donde todos nos tenemos que cuidar y sacrificar por mucho que nos duela. Esa es la real nueva normalidad.