SUJETO, verbo y predicado. En una redacción, esta suele ser una respuesta habitual cuando alguien pregunta qué tal escribe un recién llegado becario o becaria. Esa primera evaluación encierra una certeza y muchas incógnitas. La certeza es que el aspirante auscultado escribe correctamente, mientras que las incógnitas se abren ante la duda de si se está diciendo que el aprendiz está aún muy verde pero que hay madera o si se está aventurando que no se le podrán pedir peras porque es un olmo. Yo suelo recibir ese fallo sobre un becario con optimismo sobre su futuro, aunque tenga a veces la certeza de que quien lo emite está diciendo que la valía del examinado no es para echar salvas, o sea, que no vale ni para tacos de escopeta. Y soy optimista porque para contar las cosas no hace falta tanto perifollo literario, que es lo que muchos valoran en la profesión periodística. Digo esto porque me resultan tediosos los análisis de encumbrados columnistas sobre, por ejemplo, la situación política del Estado español, con profusión de citas, metáforas y circunloquios en verso, para al final no decir más que lo evidente, lo que podría ser explicado mediante sujeto, verbo y predicado. Me temo que este antifaz literario no tiene más objeto que ocultar que se tiene poco o nada nuevo que decir. Sí, ya sé, joven becario, que les pagan una pasta por ello, pero yo te aconsejo que te agarres al sujeto, verbo y predicado, porque, te digan lo que te digan, lo demás es cuento.

jcibarra@deia.eus