Aveces, uno piensa que las plataformas que se oponen al Tren de Alta Velocidad en Euskal Herria no son ni la mitad de efectivas que algunas instituciones. No hay más que ver la sucesión infinita de retrasos propiciados por los gobiernos españoles, tanto del PP como del PSOE –en eso no hay distingos–, desde que se aprobó el primer proyecto. Y justo cuando, aunque sea a trancas y barrancas y con flecos de calado pendientes, empezaban a ajustarse los plazos y a verse casi en sentido literal la luz al final del túnel, nos hemos encontrado con el muro francés. Sin encomendarse más que a sí mismo, el gobierno de Macron decidió retrasar hasta 2042 la puesta en marcha de la interconexión atlántica Burdeos-Hendaia-Gasteiz porque le resultaba más conveniente el trazado que discurre por el Mediterráneo.

Eso, cuando, como nos cuenta hoy Míriam Vázquez en este diario, desde la Unión Europea no dejan de llegar pronunciamientos, reglamentos y (lo más importante) fondos para garantizar que el trazado que atraviesa Euskadi esté listo en 2030, fecha a la que se había comprometido la propia Francia. El último episodio de esta lucha desigual entre David y Goliat, es decir, entre nuestro pequeño país y el abusón gobierno de París, tuvo lugar ayer a través de videoconferencia. El lehendakari, que es quien lidera la batalla, y el presidente de Nueva Aquitania, que la comparte y respalda, se reunieron virtualmente con la comisaria de Transportes de la Unión Europea. El titular del encuentro es que Bruselas va a presionar al ejecutivo galo por la parte del bolsillo para que cumpla su compromiso. Ojalá lo veamos. l