Menuda hartura traigo de echarme a los ojos borbonadas campechanas. La prensa de orden y la que no lo es tanto viven un desparrame épico a cuenta del rule del turista de Abu Dabi. A ver cómo hacemos para no perdernos en la torrentera de melaza y, según los casos, bilis.

Empiezo a copia-pega por La Razón. El diario azulón gana por goleada a sus competidores en número de piezas y, probablemente, de genuflexiones. Con titular, un deseo más que una información: "El regreso de Don Juan Carlos marca el inicio de la esperada normalidad". Luego viene el editorial de poner la carne de gallina al juancarleo bajo el título "El rey Juan Carlos ya está donde debe estar". Para entenderlo, eso sí, hay que tener a mano un diccionario: "De toda aquella forzada ordalía, aventada y sobreactuada por la izquierda, apenas resta el ruido y la escandalera de los enemigos habituales de la Corona, la Constitución y la democracia del 78, muchos de ellos sentados en el Consejo de Ministros y en los escaños aliados del gobierno Frankenstein. Es un tumulto institucional que no amainará porque ni la verdad judicial ni la justicia histórica influirán ni condicionarán una estrategia premeditada y alevosa contra el Rey y la Monarquía constitucional con la figura de Don Juan Carlos como instrumento arrojadizo y de desestabilización".

Sin tanto ringo-rango dialéctico, el director, Francisco Marhuenda, se postra ante el egresado y trata de colarnos una chufa de las suyas. En realidad, el tipo de fue porque quiso: "Tras casi dos años, Don Juan Carlos regresa a su país. No ha sido un exilio, sino una decisión inteligente para apartarse del foco mediático mientras se aclaraba su inocencia. Es el comienzo de una nueva etapa que debería estar marcada por la normalidad". Si fue una decisión inteligente, ¿por qué lleva el propio Marhuenda estos casi dos años lamentando que le dieran la patada?

No contesten, que llega Chapu Apaolaza a hacer más palmas y, de paso a despreciar a millones de personas que no estamos por la cosa de la herencia inguinal de la jefatura del Estado. Él, claro, es Españaza: "Una Españita pretendía un destierro de los Borbones y lo que va a darse según y cómo se mire es un regreso de un monarca maldito en loor de multitudes juancarlistas. Porque España era juancarlista, después fue felipesextista y será leonorista".

Sin salir de La Razón, nos quedan aleluyas de Anson o Abel Hernández, pero, como hay que ir saltando a otra cabcera les termino, a sí a boleo, con Sandra Golpe: "La campaña alentada desde el propio Ejecutivo -desde su ala izquierda- contra Juan Carlos I, con el apoyo explícito y vehemente de sus socios de Gobierno parece que, en el fondo, busca desestabilizar la propia Corona. ¿Acaso el verdadero objetivo es acabar con este modelo de Estado? Lo más relevante de la escapada real no lo veremos en las regatas. Ocurrirá en la reunión que mantengan el lunes padre e hijo en Madrid". Fíjate tú.

Estamos ya en ABC, en otro tiempo catecismo del cortesanismo fetén. Hoy, sin embargo, casi se diría que cubren el expediente. No falta, por supuesto, la foto de primera del señor saludando de sde el coche bajo el título "Reencuentro con España 656 días después". Un pichís-pichás que tiene su complemente en un editorial tan largo como ausente de contenido. "Bienvenido a España", reza el encabezado. La pieza termina con un aviso al navegante. Esta vez te vas a portar bien, Juancar, ¿Verdad? O algo así: "Pero aterrizado ya en España, no se debe dudar de que este viaje será todo un ejercicio de responsabilidad colectiva. Lo único deseable es que la Corona salga reforzada de una vez por todas de tantos episodios que la han perjudicado de modo muy notable".

Del resto de opinateros habituales, casi nada. Solo una filípica de Carlos Herrera. El amigo personal del regresado ejerce de tal y lanza un montón de preguntas que no se sabe si son más ingenuas que desparpajudas: "¿Dónde estaba el problema?, se pregunta parte de la ciudadanía. ¿Por qué es indiscreto, provocador o indecoroso que venga de visita un fin de semana un hombre de 84 años que no cuenta con historial delictivo y que ha brindado los mejores años de progreso y estabilidad a sus conciudadanos, que ha sido objeto de una investigación con ensañamiento -que no ha dado resultados-, que fue expulsado de España por su Gobierno y al que no le dejan ni siquiera dormir en su casa?".

El titula de El Mundo no parece, sin embargo, inocente: "El Emérito vuelve a España y se refugia en casa de un amigo". En el editorial, sin embargo, aboga por "Normalizar las visitas de Juan Carlos I a España". Aquí tienen la idea: "Reiteramos que fue un error que Juan Carlos I se viera obligado a abandonar España en agosto de 2020, empujado por un Gobierno que con gran irresponsabilidad no deja de desestabilizar una institución medular. Y, ya en las circunstancias actuales, lo que corresponde es que las frecuentes visitas que el propio Emérito anunció que va a realizar a España se normalicen cuanto antes".

En la página anterior, Iñaki Ellakuria pide lo mismo, pero con la cerviz más inclinada: "El retorno del Rey, sin necesidad de añadirle el vulgar epíteto de «emérito», porque un monarca que no traiciona a su pueblo conserva eternamente su condición, debería haber sido la oportunidad para que España le ofreciera pasar sus últimos años de vida junto a su familia y amigos, honrando la figura del buen jefe de Estado que fue. Una manera, además, de subsanar el error histórico de haber aceptado el destierro de Don Juan Carlos, forzado por Moncloa para salvaguardar solo los intereses de Sánchez y sus deudas de vida con el nacionalismo vasco y catalán".

Lo del digital catolicón El Debate merece comentario. Si entran a su portada, encontrarán seis piezas dando pelos y señales de la gloriosa jornada de la repatriación. Sin embargo, el úmico columnero que se aplica a la cosa es Ramón-Pérez Maura: "Pero ahora sabemos por qué Sánchez tenía tanto miedo a la vuelta del Rey Juan Carlos y como hemos contado en El Debate, está disgustado con la repercusión del retorno. El Gobierno ha creado un problema para que no se hable de su propia incompetencia y corrupción y para ir horadando los pilares sobre los que se asienta la Corona. Al final se han enfrentado al problema de que la Justicia española todavía es independiente. Y por eso intentan laminarla. Pero Juan Carlos I ha quedado penalmente impoluto -ni siquiera fue procesado- pero condenado en sentencia muy firme por la pena de telediario".

Con la lengua fuera (aun dejando material inédito), llegamos al párrafo final. Lleva la siempre zigzaguean firma de Pedro J. Ramírez. El titular de su editorial es una advertencia al viajero: "Juan Carlos I debe evitar erosionar más a la Corona", pero luego en la letra menuda se deja claro quiénes son los malos de verdad: "Pero es obvio que para una buena parte de los españoles resulta casi ofensivo que Juan Carlos I, al que cabe achacar en muy buena parte el fracaso del golpe de Estado de 1981, deba visitar su país con vergüenza mientras los ejecutores de otro golpe de Estado, el de 2017 en Cataluña, siguen en el Congreso de los Diputados, al frente de un Gobierno regional y como socios preferentes del presidente del Gobierno".

Continuará. Ya lo verán