Contra quienes piensan que el turismo es un castigo de Dios en lo que a la búsqueda de viviendas se refiere, contra quienes acusan a los propietarios de ser adoradores de la diosa especulación, la estricta normativa que regula los pisos turísticos en Bilbao convierte a estos en un sexto sin ascensor, pura incomodidad.
Tiene un piso en Bilbao. Bueno, su madre tenía uno. Pequeño, de esos que olían a cocido y a domingo con un DEIA doblado sobre la mesa. Murió hace tres años y, desde entonces, no ha sabido muy bien qué hacer con él. No quiere venderlo, le da pena. No quiere alquilarlo a largo plazo, por si algún día se muda. No quiere tenerlo vacío, porque se le llena de polvo y de remordimientos.
Bilbao solo ha dado luz verde a ocho viviendas turísticas durante este 2025
Así que pensó que quizá podía alquilarlo por días, como se hace en medio mundo. Turistas vienen muchos. Y él, que no es un especulador ni un magnate con trescientos pisos a su nombre, solo quería que ese piso —su recuerdo— le diera para pagar los recibos. Un Airbnb de andar por casa, vamos.
Pero resulta que no. Que eso, en Bilbao, ya no se puede hacer. O no sin pasar un viacrucis administrativo que recuerda más a Kafka que a un trámite municipal. La normativa es clara, dicen. Clarísima. Como una muralla. No basta con tener una vivienda. Hay que tener la vivienda en una planta baja o en un primer piso. Si vive usted en un segundo, un tercero o más allá, olvídelo: el turismo se para en el rellano.
No basta con tener licencia. Hay que tener licencia, sí, pero además hay que esperar que el edificio no tenga más del 10% de viviendas ya en uso turístico. Si lo tiene, por mucho que su casa sea suya, es como si no lo fuera. No basta con ser legal. Hay que ser milagroso.
La nueva ordenanza municipal, nacida de la presión vecinal, del grito de “¡gentrificación!” que se oye en San Francisco y retumba en Santutxu, ha querido cortar de raíz los abusos del alquiler turístico. Y ha acabado por cortar las piernas a muchos vecinos que querían, simplemente, sobrevivir.
Porque nadie niega que haya habido abusos. Que haya fondos buitre que compran bloques enteros. Que hay turistas que confunden Bilbao con Benidorm. Nadie niega que hay barrios donde ya no se escucha más que inglés con resaca y risas que rebotan contra las persianas bajadas de los de toda la vida. La normativa se ha convertido en una especie de conjuro. Que a veces señala.