A final de Copa disputada el sábado entre Athletic y Real Sociedad arroja lecturas desde varias perspectivas, así como sensaciones y emociones dispares, ilusiones rotas y mucha decepción entre los seguidores rojiblancos. Plantea, también, lecciones que aprender de cara al futuro, incluso el más inmediato. En primer lugar, y junto a la felicitación a la Real por la consecución del campeonato, cabe destacar -pese a la distancia y a la ausencia de las aficiones en el estadio- el ambiente de hermanamiento en el que se disputó la primera final entre dos equipos vascos, rivales en el terreno de juego pero identificados con el sentimiento de pertenencia a un mismo pueblo, muestra inequívoca de una seña de identidad propia muy arraigada y poco común. Junto a ello, es obligado también censurar y condenar enérgicamente las lamentables imágenes que pudieron verse el sábado en Bilbao, con cientos de aficionados incumpliendo las más elementales normas en la lucha contra la pandemia y provocando incluso disturbios y destrozos. Una actitud impropia, insolidaria, incívica y que mancha la imagen no solo del Athletic, sino de Bizkaia y de Euskadi. La derrota del equipo rojiblanco tras semanas en las que la ilusión por lograr la Copa -por fin, tras 37 años de espera- iba dando paso a una euforia a buen seguro excesiva, ha causado una profunda decepción colectiva que va más allá de lo deportivo y alcanza a buena parte de la población vizcaina. Una sensación de derrotismo -son muchas, en efecto, las finales perdidas en los últimos años- que, unida a las graves consecuencias de la pandemia, amenaza con sumir a la ciudadanía en una honda frustración. Un sentimiento que puede ser paralizante y, por tanto, peligroso. Si algo ha demostrado el Athletic a lo largo de su historia, y con él su afición y su inmensa masa social que llega a todos los rincones del territorio, es su capacidad para rehacerse, superar las adversidades y vencer a cualquier rival aun en las peores circunstancias. Dentro de doce días, frente al mismo Barcelona que tantas veces ha roto el sueño de miles de aficionados pero al que se acaba de ganar un título, hay una nueva oportunidad para superar complejos y frustraciones. Recuperar el ánimo y la ilusión -contenida-, aplicarse en mejorar -también la afición en sus muestras de amor a los colores- y volver a soñar es empezar a ganar esa ansiada Copa.