ICEN que las casualidades no existen, que detrás de hechos inesperados o inexplicables siempre hay causas, quizá escondidas o demasiado profundas para apreciarse a simple vista, que impulsan o provocan aquello que interpretamos como fruto del azar. Hay otra teoría, igualmente extendida, que admite la posibilidad de que algo puede suceder sencillamente porque sí. Según este criterio, ante lo imprevisto no viene a cuento romperse la cabeza en busca de argumentos que nos aporten tranquilidad o inquietud. Ha pasado lo que sea porque tiene que pasar y punto.

Con esta introducción se pretende abordar el tema de los refuerzos a una semana del cierre del mercado de fichajes. De entrada, la estrategia del Athletic se entiende mal. Cuando un club quiere contratar a un futbolista no es aconsejable que lo sepa todo el mundo y se insista públicamente en concretar el objetivo. La discreción es una baza a observar y basta con que lo sepa el interesado y su equipo de procedencia. Así se evita poner en guardia a posibles competidores y encarecer el producto, se elude asimismo generar una expectativa en el entorno que acaso desemboque en frustración y, en tercer lugar, no se envía al vestuario propio un mensaje que posiblemente siente mal o enrarezca la relación entre los diversos estamentos, más concretamente entre quien aboga por acudir al mercado y quienes ven amenazadas sus opciones de jugar.

El último apartado de la reflexión anterior, el del mensaje a la plantilla, queda invalidado en el supuesto de que el o los futbolistas objeto de deseo posean un nivel superior. Por poner un ejemplo: la adquisición de Raúl García elevaba sustancialmente el potencial del grupo en la faceta ofensiva, se trataba de alguien contrastado, dotado para marcar diferencias en la competición. No había discusión, al margen de que cayera más o menos simpático, la operación era una oportunidad que había que aprovechar.

Las circunstancias que concurren ahora, con los nombres de Javi Martínez y Berenguer sobre la mesa y en los titulares un día sí y al siguiente también, no serían comparables al caso aludido. Dejando a un lado su costo y el precario estado de la economía del club, de ninguno de los dos podría afirmarse que vendría a marcar diferencias. Porque tanto por trayectoria como por características no resolverían las carencias detectadas en el actual Athletic, esas sobre las que se ha extendido Garitano y que a nadie se le escapan, pues hasta son comprobables en el plano estadístico. El primero es un peón que en su plenitud destacaba por el despliegue y ha exprimido a fondo el físico en su dilatada etapa en Bundesliga, mientras que el segundo es una pieza de acompañamiento, que luce cierta versatilidad y presenta unos registros en su relación con el gol, ya sea como rematador o asistente, similares a los de los elementos ofensivos que ya posee el Athletic.

Y aquí llega el momento de retomar lo de la casualidad. Es que resulta difícil sustraerse a lo visto en los dos partidos oficiales disputados en este inicio liguero. En el de Granada, el míster apostó por concederle la titularidad a Jon Morcillo. Fue el debut en la élite del extremo zurdo y el chico estuvo entonado. Remató, centró, trabajó, intervino mucho y sobre todo llamó la atención por su estilo incisivo. En una tarde sin demasiados alicientes, puso el contrapunto y se hizo acreedor al halago general. En el de Eibar, quien asumió el protagonismo estelar fue Unai López, autor de los dos goles que significaron la victoria y quien mejor entendió lo que se precisaba para derrotar al conjunto armero en ese duelo que, según algunos, no está hecho para él porque lo importante son los kilos y los centímetros.

Si viniese Berenguer, dónde y cuánto jugaría Morcillo (me cuesta llamarle Morci, como ha puesto en la camiseta). Y dónde y cuánto jugaría Unai López con Javi Martínez en nómina. Son preguntas que podrían hacerse extensivas a otros cuya participación se vería afectada: Villalibre, Sancet, Vencedor o Zarraga.