SE pone algo tenso Gaizka Garitano cuando le preguntan si el objetivo ahora es Europa, con todas las letras, lo mismo que antes lo era evitar el descenso, razón por la cual echaron al Toto Berizzo y le pusieron a él al mando de la tropa, y la tropa lo está haciendo tan bien bajo su ciencia que los periodistas, que somos unos pelmas, insistimos con el asunto.

Y de qué otra cosa vamos a hablar, si el Athletic bajo su influjo es el equipo menos goleado de la categoría, con tan solo cinco tantos en contra, ha sumado 22 de los 33 puntos disputados en once jornadas y únicamente contabiliza una tontera, aquella tarde obtusa de Anoeta. En consecuencia el personal, que venía de una situación angustiosa, está loco de contento con el cambio, hasta el punto de pasar por alto cualquier otra consideración (lo de Huesca, por ejemplo). Y la prensa, que es muy obstinada, insiste: Europa, ¿no? Que está a cuatro puntos de nada, y porque el Barça se ha escapado en la tabla clasificatoria mientras Urrutia porfiaba con Berizzo...

Ahí está la esencia del fútbol. En su capacidad para generar sensaciones de zozobra y vértigo, de congoja e ilusión. Así que Garitano no ha tenido otra que claudicar, aunque sea un poquito, viendo cómo la parroquia agitaba sus bufandas en San Mamés con mucho jolgorio, dando rienda suelta a sus emociones. “No me molesta que la gente piense en Europa”, terminó por decir el técnico, no sin antes sacar punta a su discurso: “Tienes que ser prudente y no un bocazas, porque eso no va conmigo, ni con el equipo”.

Solo le faltó decir a Gaizka “partido a partido”, un ritual que parece patente del Cholo, y no es cuestión.

Todo esto ha sido posible por los intangibles. Eso que llamamos autoestima y estado de ánimo, cuya pérdida llevó al Athletic al pozo y el reencuentro a soñar con la competición continental. Y además la afición, ahora, ni cuestiona el estilo, ni añora el bielsismo; ni mucho menos la propuesta de Berizzo, que vino en su condición de discípulo aventajado. Ha recuperado la felicidad, que no es poco.

El equipo se volvió a agarrar como una lapa al gol de Raúl García, como ya lo hizo en Huesca, pero esta vez con más solvencia, librando con bien un partido fascinante. Enfrente estaba el rudo Eibar, que cometió un error garrafal a los 40 segundos y ya no pudo recuperarse (no le dejaron) del golpe, y así lo reconoció su entrenador, José Luis Mendilibar, socio del Athletic y accionista del club armero, como lo es Gaizka, el hombre con quien subió a Primera. Ambos se han criado en Lezama y ambos jugaron en el Eibar. Amaia Gorostiza, la presidenta del club guipuzcoano, vive en Getxo, como buena parte de los futbolistas azulgrana, y hay que reconocer la entereza de Yuri, Capa y sobre todo Dani García para abstraerse de su pasado armero y jugar sin nostalgia ni miramiento. La interacción también impregnó la grada, el buen rollo, la deportividad absoluta entre ambas hinchadas.

Le recordaron a Mendilibar que, salvo el pasado año, que arrancó un empate, siempre perdió en San Mamés cuando vino con otros equipos, y la respuesta del técnico fue de filosofía pura: “Lo importante es que pueda volver el próximo año”, lo cual implica que el Eibar se mantendrá otra temporada en Primera División, algo que aunque se da por hecho a estas alturas no deja de ser una especie de milagro.

Convertido en un técnico querido allá por donde pasó y muy estimado entre su profesión y la nuestra, el Athletic tiene una deuda pendiente con Mendilibar, abruptamente cesado en 2005 con tan solo nueve partidos en el banquillo.

Cuando tomó las riendas de Osasuna, allá por febrero de 2011, le pregunté por aquel episodio y me habló de las consecuencias, no por él, que también, sino por su familia, en Zaldibar, que son del Athletic hasta el tuétano, se mezcló sentimiento con fracaso y eso duele en el alma.

A la espera de acontecimientos, el hincha hasta puede mirar con un mohín de morbosa curiosidad las tribulaciones de Kepa Arrizabalaga, protagonista de una grandiosa trapisonda en la final de la Copa de la Liga inglesa en el venerable Wembley, eso sí, recordando por si acaso al dueño del Chelsea lo de Santa Rita, que está bien así; que no hace falta que devuelvan al portero...