HAY que unirse, no para estar juntos, sino para hacer algo juntos. Ese es uno de los grandes secretos de la vida que ha dado el salto: desde el universo íntimo de cada cual al mercado económico, donde hasta hace no demasiado tiempo a la colaboración le ocurría lo mismo que a la muerte vista por Sergio Leone, que tenía un precio. Costaba poner ideas, proyectos y santos remedios en común, no fuese que la competencia callase su fórmula más exitosa y se llevase la fórmula maestra de uno. Así las cosas, cuántas veces no habrá mirado uno al vecino preguntándose cómo lo hará, sin caer en la cuenta que también ellos miran de reojo.

El saber popular lo ha repetido una y mil veces: que cada palo aguante su vela. Se ha quedado vieja esa sabiduría. Hoy los vientos arrecian en los Mares del Mercado y cuesta encontrar marineros que sujeten el tormentín, esa vela dura de proa, ideal para tiempo duro; que sepan manejar la Génova con maestría y la vela mayor para darle estabilidad a su proyecto. Ya no son tiempos de lobos de mar solitarios sino de competentes tripulaciones. De ahí nace el verbo moderno, la expresión de moda: coopetir. De ello se habló ayer en el encuentro Bizkaia Enpresa que organiza Beaz, una sociedad foral de vocación vigilante, siempre al acecho de los instrumentos de orientación, desde la observación astronómica hasta los más poderosos GPS, pasando por las brújulas, los sextantes o las cartas de navegación.

Los ejemplos exhibidos y analizados en el BEC demuestran que la colaboración, la cooperación, se está convirtiendo en un camino de no retorno, como modelo productivo y como forma de proceder a nivel social e individual. El éxito, la competitividad, la estabilidad o la excelencia pasan de forma inexorable por la colaboración. ¿Quién aguanta la vela hoy en día? Entre todos. Lo contrario es un error.