tAN sencillo como eso. El Athletic ha regresado a su esencia. Sin ruido, modelos extraños ni ningún tipo de aditivo desconocido. El ADN se observa por todas las partes del campo y los jugadores lo llevan tan impregnado que los aficionados lo detectan nada más el árbitro pita el inicio de los partidos. Los de Garitano han asimilado muy rápidamente las exigencias del técnico y no hacen falta más de cinco minutos para constatar que el discurso y las enseñanzas han calado hondo en una plantilla que se deshacía en elogios hacía el anterior pero que ha encontrado la calma con el actual.

El fútbol racial, de sentido común y adaptado a las características de sus futbolistas ha regresado a casa. Los inventos no tienen lugar en el nuevo escenario. Cada uno sabe lo que debe hacer y las jerarquías son claras. No hay espacio para la improvisación; el orden y la solidaridad marcan el rigor defensivo. En ataque hay calidad suficiente como para llegar y materializar las ocasiones de las que se dispone. Es cierto que el domingo hubo más de las que se marcaron, pero si ganas uno cero la cosa ni tan mal.

Cada vez mas efectivos se suman a la causa y los que parecía que no entraban en el once, si tienen oportunidad la aprovechan como si de la última se tratase. Da gusto ver el rendimiento de jugadores que hace bien poco no parecían disfrutar con este deporte. Todos aportan y todos mejoran. La individualidad al servicio del colectivo. El objetivo común es tan apasionante que la lucha demostrada en el terreno se traslada a una grada que celebra el regreso al origen con enormes dosis de apoyo.

Nos esperan semanas apasionantes. De momento, el sábado derbi. El partido a partido es una máxima que va a hacer que nada altere el camino trazado por el cuerpo técnico. Nadie piensa mas allá de siete días vista y estoy convencido que en realidad así debe ser. De momento todos felices, equipo, técnicos, directiva y afición. Si me dicen hace un mes que iba a escribir esto, no me lo creo. Sigamos disfrutando.