Del Bronx neoyorkino, donde nació hace 32 años, a Barcelona, hay un largo recorrido en el baloncesto que no siempre ha sido fácil para Kevin Punter, que mañana visita Miribilla con el Barça y al que Jaume Ponsarnau calificó ayer como “uno de los jugadores con más talento del baloncesto europeo” con el balón en las manos. Su actuación hace un par de semanas ante el Baskonia, cuando anotó 43 puntos, lo recordó para quien tuviera dudas tras una campaña anterior en la que no estuvo al nivel esperado, lo mismo que el equipo. Fue la cuarta máxima anotación de la historia de la Euroliga tras los 50 de Nigel Hayes-Davis con el Fenerbahçe, los 49 de Shane Larkin con el Anadolu Efes y los 45 de Sasha Vezenkov con el Olympiacos y la máxima del cuadro catalán en el torneo.
Pese a la irregularidad que mostró el curso pasado, en el llegó a alcanzar la máxima anotación del Barça en play-off desde Chicho Sibilio en 1984, Punter fue renovado hasta 2028 y hoy es el día que el estadounidense quiere quedarse más tiempo en la Ciudad Condal, donde ha encontrado su lugar después de diez años en Europa. “Me puedo centrar en mis objetivos y en estar mejor todos los días. Dejo pasar ciertas cosas que antes no dejaba pasar”, ha comentado Punter estos días cuando se la ha pedido el secreto del buen momento que vive. Y es que su carrera comenzó en Lavrio, una localidad del área metropolitana de Atenas de apenas 8.000 habitantes, en la que recaló tras salir de la universidad y donde sufrió el cambio de entorno y de realidad.
En sus primeros años, la norma fueron los cambios de equipo ya que esa campaña 2017-18 la acabó en el Amberes belga. La siguiente la inició en el Rosa Radom polaco, donde empezó a destacar y eso le llevó al AEK Atenas, de donde ya dio el salto al máximo nivel en Europa. El Virtus Bolonia, el Olympiacos, el Estrella Roja, el Olimpia Milán y el Partizan fueron sus siguientes destinos, en los que se labró la fama de killer, de anotador compulsivo y que no se arruga ante la responsabilidad que le hizo recalar en el Barça.
Esa mentalidad la fue labrando desde que siendo muy pequeño empezó a jugar en las canchas callejeras de Nueva York, en las que manda la ley del más fuerte. “Si no has tocado el balón en cinco jugadas es porque no te conocen. Cuando tienes la pelota, tienes que tirar o hacer que algo suceda. No puedes ser débil ni sentirte intimidado”, explica Kevin Punter, que reconoce que el baloncesto le apartó de todas las malas tentaciones e influencias de un barrio como el suyo.
Esta temporada sus medias anotadoras han caído desde 14,1 puntos hasta 13,5 en la Liga Endesa, pero su presencia es una amenaza constante. Si el partido está apretado el balón va a estar en sus manos, aunque no es infalible. De hecho, el pasado martes en Estambul falló el tiro ganador ante el Fenerbahçe. A veces, su estilo de juego le hace parecer egoísta al rechazar mejores opciones, pero si Kevin Punter coge la racha, no hay nada que hacer porque es capaz de meter tiros muy difíciles. Sea acabando como héroe o villano, el neoyorkino hará que pasen cosas.