El año 2019 pasara seguramente a la historia marcado por la magnitud y alcance de los incendios forestales que han asolado el planeta. Todos y todas hemos visto imágenes desoladoras de cómo el fuego consumía y ardía casi sin tregua en ambos hemisferios del planeta, sin duda alentado por un más que evidente y constatado cambio climático. Tememos grabados en nuestras retinas, los devastadores incendios que funden literalmente Australia, con miles de personas evacuadas y damnificadas, con millones de animales muertos y con un impacto en la biodiversidad difícil de recuperar. Así mismo, vimos cómo ardían también otras zonas que te dejan igual un poco perplejo, como Siberia, con un impacto añadido: la cercanía con el Ártico. Vimos también cómo el llamado pulmón del planeta, la Amazonia, ardía sin remisión por los cuatro costados, ante la indiferencia de muchos. Zonas de Estados Unidos, como California, donde el fuego arrasó millones de hectáreas... Tampoco nos libramos en Canarias ni en la península ibérica: Galicia así como Portugal vieron cómo ardían sus parques y montes. Tenemos el planeta en llamas. Ante un grito más que desesperado que urge soluciones ya, que sean estas de calado y no solamente de compromiso. Que cumbres para el clima sirvan de verdad y que gobiernos u organismos internacionales, así como la población en general, nos conciencemos, que vamos camino de cumplir nuestra fecha de caducidad.