EL lanzamiento del txupin y la lectura del pregón a cargo de la actriz Itziar Lazkano sumergieron ayer a Bilbao en la que probablemente sea la Aste Nagusia más esperada tras dos años de doloroso paréntesis debido a la pandemia. Se abrieron, así, nueve días para el pleno disfrute de las fiestas con una amplia programación en la que la diversión está asegurada a lo largo y ancho de la capital vizcaina. El natural deseo de disfrutar lo máximo posible del reencuentro con estas anheladas jornadas de alegría y esparcimiento colectivos no puede estar reñido con la debida responsabilidad en todos los órdenes. Aste Nagusia es, ante todo, un espacio y un tiempo de diversión que forma parte del patrimonio de todos los bilbainos y bilbainas y que está abierta también a los visitantes que quieran vivir esta experiencia inolvidable. Este irrenunciable espíritu igualitario, abierto y acogedor y la libertad plena con la que se disfrutan y sienten estas fiestas, y que impera desde el mismo nacimiento de Aste Nagusia hace más de cuatro décadas, debe seguir siendo su valiosa seña de identidad, dentro y fuera del recinto festivo. No caben, por tanto, ni exclusiones ni discriminaciones de ningún tipo, cualquiera que sea la pretendida razón. Cualquier motivo –sexo, orientación sexual, origen, ideología u otro– es rechazable. Aste Nagusia es de todos y todas y para todos y todas. Se trata del evento más multitudinario que tiene lugar en Euskadi. Se calcula que en la presente edición tomarán parte al menos millón y medio de personas en las diferentes actividades programadas por la ciudad. Es un motivo de orgullo, pero al mismo tiempo supone un gran reto colectivo a nivel logístico –en el que la hostelería, incluidos los alojamientos, está dando la talla– como, sobre todo de seguridad. A este respecto, el Ayuntamiento ha preparado un amplio dispositivo de seguridad y prevención para blindar Bilbao y evitar incidentes en la medida de lo posible. En especial, se trata de impedir actos o actitudes fundamentalmente contra colectivos vulnerables y de manera muy concreta los ataques o agresiones machistas y sexistas, incluidos los preocupantes pinchazos intimidatorios que últimamente han tenido lugar en Euskadi y cuya única motivación es la de infundir miedo a las mujeres. Es una lucha en la que toda la sociedad debe estar implicada bajo la premisa del compromiso y la responsabilidad, también en fiestas. l