Mientras todo ello llega, ha sido la constitución del Parlamento Vasco de Gasteiz la que ha acaparado esta semana nuestra atención dentro del nuevo ciclo iniciado el 12 de julio; en concreto la elección de su Mesa, con Bakartxo Tejeria reelegida como presidenta. Aunque haya habido quien ha alzado la voz sobre aspectos de la constitución del órgano que dirige la vida parlamentaria, convendremos en que todo ha ido como se esperaba tras conocerse el resultado electoral. A día de hoy, no parece que entre los múltiples problemas que se les avecinan a los partidos llamados a gobernar sea este el que más les preocupa.

Se podría escribir una interesante historia política sobre la constitución de las mesas de los parlamentos vascos -no solo el de Gasteiz- durante las últimas décadas. Nos encontraríamos con nombramientos realizados con ánimo de aparcar a quien aspiraba a más, con amables cesiones de puestos a aliados que durante legislatura dejaron de serlo, con escisiones de partidos que afectaron de lleno a la mesa, con mesas dominadas por la oposición que se convirtieron en un incómodo contrapoder para los gobiernos, con vetos a personas que no pudieron reeditar la presidencia, o con importantísimos acuerdos in extremis alcanzados tras varios recesos. En definitiva, mucho de lo que ha acontecido entre nosotros desde hace cuarenta años se puede explicar muy bien siguiendo la pista de las mesas.

En una extensa entrevista que realiza José Antonio Rodríguez Ranz a Juan Mari Atutxa en el último número de la revista Hermes, citan que, viniendo de donde venía, el aterrizaje del de Areatza en la presidencia del Parlamento Vasco pudo ser percibido como la llegada a un balneario. La realidad se manifestó tozuda y no hace falta que nos detengamos a repasar todo lo que han debido sufrir durante años Atutxa y dos de sus compañeros de aquella mesa, pero no parece menos cierto que hubo una época en la que en el día a día de la política las mesas de los parlamentos no tenían el protagonismo político que han ido ganando con el tiempo.

Todo ello ha llegado en paralelo al inmenso protagonismo que han adquirido también los letrados de los parlamentos. Y es ahí donde uno empieza a recelar. Nadie duda de su necesaria y valiosa aportación, pero empezamos a opinar que son ya demasiadas las veces en las que las mesas de los parlamentos se parapetan en informes no vinculantes para dejar de tomar así decisiones que pueden ser incómodas y controvertidas, aunque políticamente deseables. Aclaremos que no es una tendencia que hayamos observado en Gasteiz durante la legislatura pasada, pero nunca está de más recordar que las decisiones políticas las deben tomar los políticos.