Para poder explicarlo de una forma resumida, los indicadores que vamos a ver a continuación están simplificados, pero pueden servirnos para la detección de los tipos de uso. Hacemos un uso ocioso de algo cuando esa actividad es una más de las que realizamos en nuestro tiempo libre. Es decir, que en ese tiempo hacemos diferentes cosas, y entre ellas utilizamos las pantallas. Practicamos deporte, paseamos, leemos, escribimos, tomamos clases de cosas que nos gustan, estamos con amigos, y además usamos el smartphone, las redes sociales, juegos online, vemos series… Todo lo que está relacionado con pantallas se engloba como la misma actividad. Generalmente lo pasamos bien, estamos entretenidos y no dejamos de hacer otras cosas para dedicarnos a la actividad en cuestión. 

Comenzamos a realizar un uso excesivo de las pantallas y eso va camino de ser un problema mayor cuando se convierte en la única actividad dentro nuestro tiempo de ocio. Solamente realizamos actividades relacionadas con pantallas: redes sociales, juegos online, smartphones, tablets, TV, películas, Youtube o Twitch. Estamos conectados durante todo nuestro tiempo libre y dejamos de tener hobbies y de hacer cosas no relacionadas con pantallas.

Realizamos un uso adictivo de las pantallas cuando además de ser la única actividad que realizamos en nuestro tiempo de ocio comenzamos a descuidar nuestras responsabilidades para estar más tiempo conectados. Esto no significa únicamente dejar de trabajar o de estudiar; también incluye comer más rápido para pasar más tiempo jugando, dormir un poco menos para ver esa serie que nos gusta, dejar de realizar pequeñas tareas domésticas, hacerlas más rápido o dejar de cuidarnos. Además, mentimos sobre la cantidad de tiempo de uso y siempre decimos que hemos estado menos del real. Como familiares y amigos comienzan a preocuparse y a decirnos que pasamos mucho rato, nos enfadamos con ellos porque negamos la evidencia, y eso tiene un impacto negativo en nuestras relaciones. 

Otro gran problema de la adicción a las pantallas y al mundo online es que comenzamos a sentirnos más cómodos en él que en el mundo físico y rodeados de personas reales. A esto debemos sumarle el síndrome de abstinencia, los cambios de humor e irritabilidad y la ansiedad, o el pensar constantemente en el mundo online cuando no estamos delante de pantallas.

Si necesitamos referencias temporales aproximadas para saber cuánto tiempo puede ser un uso ocioso, excesivo o adictivo, podemos mirarlo de esta manera: el día tiene 24 horas, y durmiendo más o menos pasamos ocho, en el centro educativo o trabajo pasamos más o menos otras ocho, realizamos las comidas en más o menos hora y media, en nuestra higiene personal invertimos mas o menos una hora, en idas y venidas tardamos más o menos otra hora y realizando tareas de casa o haciendo trabajos escolares pasamos aproximadamente otra hora. De media tenemos unas tres horas y media al día para tiempo de ocio. Pasar menos tiempo haciendo otras actividades puede ser un uso ocioso, las tres horas y media podría ser un uso excesivo, y más tiempo podría ser un uso adictivo. Es solo una referencia temporal de cara a personas adultas. 

Según la Asociación Española de Pediatría, el tiempo máximo recomendado delante de pantallas hasta los 16 años es de dos horas al día. Cuanto más pequeños, menos tiempo se recomienda pasar, y si el uso se limita a algunos días a la semana, mejor.

El uso excesivo y la adicción tienen a su vez otras consecuencias en nuestra salud mental. Por un lado, hay algo llamado Fomo (Fear Of Missing Out, o Miedo de perderse algo) que consiste en tener la necesidad de estar constantemente conectados porque sentimos que de lo contrario nos estamos quedando fuera de algo. Esto no está relacionado solamente con redes sociales o juegos online, también se puede relacionar con la necesidad de ver constantemente las noticias para estar siempre informados, o con la de llevar el teléfono con nosotros siempre “por si pasa algo”.

Otro de los efectos de estar todo el día conectados es vivir en un estado de alerta continuo que muchas personas sufren sin ser conscientes. Al estar siempre conectados estamos recibiendo notificaciones constantemente, y cada notificación va agravando un poco más nuestro estrés y ansiedad. Unos indicadores de esto pueden ser ponernos un poquito tensos al escuchar una notificación, creer haber oído el sonido de una cuando en realidad no ha sonado nada, o tener la sensación de que el teléfono ha vibrado en nuestro pantalón cuando realmente eso no ha sucedido (vibración fantasma).