Dentro de la larga lista de momentos gloriosos que dejó la carrera de Larry Bird, hay uno que resume a la perfección la confianza en uno mismo y la superioridad con respecto a sus rivales. Minutos antes del concurso de triples del All Star de la NBA de 1988, el mítico alero de los Boston Celtics entró en el vestuario en el que ya se encontraban sus rivales y les dijo: “Chicos, espero que estéis pensando en la segunda posición porque esto lo voy a ganar yo”. A continuación, salió a cancha, fue superando rondas sin desprenderse ni siquiera de la sudadera de entrenamiento y antes de que el balón del último tiro, el que le daba la gloria en la final, besara la red levantó el dedo índice de su mano derecha para celebrar la victoria.

Probablemente, el nivel de autoconfianza con el que se puso ayer bajo los focos Yulimar Rojas en la prueba del triple salto femenino no distaba demasiado del que hacía gala el 33 de los Celtics. Tampoco el grado de resignación de sus rivales, conocedoras de su aplastante superioridad. La venezolana se encargó de confirmar ambas sensaciones con una actuación portentosa y una medalla de oro coronada con la guinda del récord mundial, un vuelo de 15,67 metros que saca de los libros de historia por 17 centímetros a la ucraniana Inessa Kravets, que había ingresado en ellos en 1995 en los Mundiales de Goteborg. El honor de colgarse la plata al cuello y acabar como la primera de las mortales le correspondió a la portuguesa Patricia Mamona (15,01), mientras que la española Ana Peleteiro cosechó un muy meritorio bronce (14,87) haciendo gala de su carácter competitivo y batiendo en dos ocasiones su propio récord estatal en la final.

Sobre la superioridad de Rojas poco hay que decir. Llegaba a la final siendo la única saltadora que había superado la barrera de los 15 metros en este último ciclo olímpico -lo logró en 17 ocasiones, seis de ellas este mismo año- y en su primer aterrizaje firmó un 15,41 fuera del alcance de cualquiera de sus rivales. El oro era ya venezolano para engalanar un palmarés en el que figuraban dos éxitos mundialistas en Londres’17 y Doha’19 y la plata de los Juegos de Río de Janeiro. Solo quedaba por saber si iba a haber nueva plusmarca de todos los tiempos. En su cuarto intento firmó otro 15,25 que le habría dado también la victoria olímpica y en el último llegó su vuelo estratosférico y su rotundo 15,67. Y tras la final ya aventuró que la barrera de los 16 metros está “bastante cerca”.

Si lo de Rojas fue extraordinario, el mismo calificativo merece el bronce de Peleteiro, su compañera de entrenamientos en el grupo de trabajo que lidera en Guadalajara el exsaltador cubano Iván Pedroso. La gallega llegaba a la final “con el cuchillo entre los dientes”, conocedora de que iba a tener que superarse a sí misma y batir su propia plusmarca española (14,73) para estar en la lucha por las medallas. Así lo hizo, y por partida doble, demostrando su nivel de competitividad y su capacidad para exprimir sus facultades en los momentos de mayor exigencia. Una de las grandes esperanzas del atletismo español desde que en 2012 se proclamara en Barcelona campeona del mundo junior con una marca de 14,17, Peleteiro arrancó la final con un salto de 14,55 y con los 14,77 en el segundo intento se colocaba ya tercera por detrás de Mamona, mientras que la vigente campeona olímpica, Caterine Ibargüen, no llegaba a esos registros y se quedaba fuera de los tres últimos saltos. La competición iba a exigir aún más a Peleteiro cuando en el cuarto salto la jamaicana Shanieka Ricketts la adelantó con sus 14,84 metros, pero la gallega se mantuvo firme y en su penúltimo vuelo alcanzó los 14,87 que le valieron para tocar el cielo con la medalla de bronce.La confirmación

A sus 25 años, este resultado confirma todo lo bueno que apuntaba Peleteiro desde que aquel 12 de julio de 2012, con solo 16 años, irrumpiera en escena como campeona del mundo junior. Durante los siguientes cuatro cursos le costó asimilar las expectativas, pero su trayectoria cambió en 2017 cuando comenzó a trabajar con Pedroso. Séptima ese mismo año en el Mundial de Londres, recuperó su gen competitivo y alcanzó una mayor regularidad en los grandes eventos, firmando una progresión que culminó ayer con el bronce en Tokio. “Por fin puedo decir que soy medallista olímpica. Llevo toda una vida soñando con ello y ahora no puedo parar de llorar”, reconoció.