Antes de analizar cuál fue el devenir de la Sanidad Militar de Euzkadi, es necesario contextualizar brevemente la misma. Esta institución se creó a mediados de septiembre de 1936, una vez constituido el Gobierno vasco y estabilizados los frentes de combate. En sus inicios dependió directamente del Departamento de Defensa, comandando por el lehendakari José Antonio de Aguirre, y no del Ejército del Norte republicano.

Fernando de Unceta e Iza, jefe de clínica traumatológica de la Compañía Euskalduna, fue designado como jefe superior de la misma, acompañándole como secretario particular el médico José María Bengoa Lecanda y Ceferino de Jemein como secretario general. Los tres fueron unos magníficos gestores, pero nunca fueron hombres de acción. La Sanidad Militar de Euzkadi se dividió en dos grandes apartados: la sanidad de retaguardia, en la que englobaban los hospitales, las especialidades médicas o los Tribunales Médico Militares; y la sanidad del frente de combate, que englobaba al personal sanitario que nutria los batallones, brigadas y divisiones. Su máximo responsable fue el médico municipal de Bilbao José Luis Arenillas Ojinaga, de 34 años y fundador del POUM [Partido Obrero de Unificación Marxista] en Bizkaia, el hombre de acción de la Sanidad Militar de Euzkadi.

Independientemente de sus responsables, el rasgo más significativo de la Sanidad Militar de Euzkadi fueron los hombres y las mujeres que lo compusieron. Desde septiembre de 1936 hasta agosto de 1937 sirvieron en la misma al menos 7.441 personas de las que 6.176 eran hombres y 1.265 eran mujeres. Médicos, practicantes, enfermeras, enfermeros, camilleros, acemileros, chóferes, cocineros, auxiliares de hospitales, personal de oficinas o incluso barberos trabajaron durante casi once meses con un único fin: salvar vidas y mejorar las condiciones de aquellos que caían heridos en los frentes de combate.

La ofensiva franquista sobre tierra vasca iniciada a finales de marzo de 1937 supuso un importantísimo desafío para el personal sanitario, tanto del frente de combate como de los hospitales, ya que tuvieron que atender a miles de heridos y muertos. La paulatina conquista de municipios obligó a replegar hospitales ubicados cerca del frente de combate, pero este hecho se superó instalando nuevos hospitales en retaguardia, como ocurrió en Barakaldo o Loiu, donde el personal sanitario evacuado de Eibar, Elorrio o Ubide siguió trabajando sin descanso.

La institución, al igual que el personal destinado en primera línea de combate, se amoldó a los avatares y necesidades de la propia guerra. Fueron muchas las reorganizaciones que sufrió la Sanidad Militar de Euzkadi antes de la conquista de Bilbao, siendo la más importante la acontecida entre abril y mayo de 1937, al formarse unidades militares más amplias que los batallones, como lo fueron las brigadas, formadas por entre tres y cuatro batallones; y las divisiones, formadas por entre tres y cuatro brigadas. Estos cambios hicieron que Arenillas tuviera que ascender a multitud de capitanes y comandantes sanitarios de batallón o sectores militares para comandar la sanidad de las brigadas y divisiones.

La ofensiva sobre la capital vizcaina y sus pueblos colindantes comenzó a quebrar a los máximos responsables de la institución, que eran los encargados de gestionar y coordinar la asistencia hospitalaria, las evacuaciones y todo aquello que ocurría en retaguardia. La batalla por Bilbao quedó decidida entre el 11 y 13 de junio, al romper las Brigadas de Navarra el Cinturón Defensivo de Bilbao. La 1ª división vasca quedo destrozada, llegando a hacerse amputaciones e intervenciones quirúrgicas prácticamente en la propia línea del frente, ante la imposibilidad de evacuar a los heridos debido al dominio aéreo que tenían los fascistas. Los heridos tenían que ser trasladados de noche y sin luces, complicando la labor del personal de las ambulancias.

El 13 de junio Unceta y Bengoa huyeron de Bilbao, quedando la institución sin sus máximos responsables. A la mañana siguiente, tres personas formaron una especie de triunvirato con el objetivo de liderar la Sanidad Militar: José Luis Arenillas, máximo responsable sanitario militar y adscrito al Estado Mayor del Ejército Vasco; José Luis Goicoechea, médico del Hospital de Tolosa y secretario técnico de Sanidad Militar; y José Luis Escubi Ellacuria, director del Hospital Disciplinario de Bilbao. Este triunvirato duró apenas dos días, recayendo la jefatura en Arenillas.

La primera decisión de Arenillas fue la de evacuar a los miles de heridos que se encontraban entre Bilbao y Getxo, labor que recayó sobre José Luis Goicoechea. La Sanidad Militar de Euzkadi antepuso la evacuación de los heridos a replegar material sanitario. Logísticamente supuso un gran problema, debido a que a la falta de hospitales había que añadirle la falta del material sanitario y el tener que atender a miles de heridos, algunos de ellos grandes amputados. Pero la doctrina era clara, no podían quedar en manos de los fascistas porque sus vidas corrían peligro.

Arenillas se replegó de Bilbao a Sopuerta junto con el Estado Mayor del Ejército el mismo 19 de junio. Desde esta última localidad realizó la primera gran reorganización de los cuadros de mando de la Sanidad Militar, procediendo a nombrar nuevos comandantes médicos e inspectores generales. Esta reorganización podríamos calificarla como precipitada dado que a 19 de junio, las tropas sanitarias se encontraban en plena retirada, mezcladas con otras unidades, sin un mando claro y quebradas moralmente. Además, el propio Arenillas no sabía quién continuaba en la lucha y quién se había quedado en Bilbao; pero la guerra no daba tregua y la institución y sus componentes debían de sobreponerse al golpe recibido.

El 7 de julio, casi tres semanas después de la conquista de Bilbao, Arenillas realizó otra reorganización de la Sanidad Militar, una vez las tropas sanitarias se habían reagrupado y la jefatura sabía de cuántos hombres disponía. Estos datos eran aterradores ya que casi 200 médicos habían caído en manos franquistas o se habían rendido ante su avance. Este hecho obligó a tomar decisiones muy duras, como la de ascender a practicantes a responsables sanitarios de batallón, y a médicos de batallón a responsables de brigadas.

La realidad hospitalaria era todavía más complicada debido a que los grandes hospitales se habían perdido. En pocos días se crearon cinco nuevos centros, de los cuales solo uno estaba en Euskal Herria, concretamente en Karrantza, a las ordenes de Román Pereiro Jauregui. Dos se situaron en Limpias, bajo el mando de Luis Ceniga Arriandiaga y Serafín Derteano Bilbao; otro en Laredo, del que José Antonio Maurolagoitia fue su director, y el último en Solares, dirigido por Ramón Rodríguez de la Mata. La elevada presión hospitalaria se consiguió subsanar enviando a los heridos menos leves a casas particulares y evacuando a los irrecuperables para la guerra, como los grandes amputados, por barco. Nuevamente se antepuso a los heridos a los responsables políticos o militares. La documentación analizada indica que las carencias respecto al material eran terribles, llegando a solicitarse vendas, algodón, o incluso 40.000 cepillos de dientes para el personal del Ejército Vasco. Los esfuerzos del personal de Sanidad Militar para conseguir material fueron titánicos, llegando a crear una fábrica de camillas propia en tierras cántabras. El 8 de agosto de 1937, Arenillas indicó a los responsables militares del Gobierno vasco que la Sanidad Militar se encontraba reorganizada y lista para seguir arrebatando hombres a la muerte, pero que necesitaban fondos económicos para material.

Los esfuerzos del personal de Sanidad Militar se vieron truncados con la ofensiva franquista sobre Santander, de medidos de agosto, que además, aceleró las conversaciones entre dirigentes del PNV y mandos militares italianos para la rendición del Ejército Vasco en Santoña.

Los días previos a la ruptura del frente cántabro fueron muy intensos. Arenillas era partidario de seguir en la lucha y de replegarse hacia Asturias, pero fue concentrado en Santoña. Algunos responsables sanitarios se replegaron hacia Gijón, mientras que la gran mayoría decidieron replegarse con sus unidades en Santoña, no cumpliendo las órdenes dadas por el Ejército del Norte. Como es sabido por todos, los franquistas no mantuvieron el pacto alcanzado por los fascistas italianos y las autoridades del PNV, por lo que miles de miembros del Ejército Vasco fueron encarcelados y reprimidos, desatando un terror que todavía no se ha olvidado.

En Santoña, 19 responsables de la Sanidad Militar, entre los que encontramos a José Luis Arenillas, José Luis Goicoechea, José Luis Escubi, Ignacio Orbegozo (comandante sanitario de la 3ª División), Amadeo Bibiano Larramendi (comandante sanitario de la 4ª División) o los comandantes sanitarios de Brigada Juan Manuel Astorquiza, José Mugica Arana o Ángel Odriozola -enlace de Arenillas con el Estado Mayor- fueron juzgados por los franquistas en procesos sumarios militares sin ningún tipo de garantía procesal. Las penas que recayeron sobre ellos fueron muy elevadas, no siendo ninguno acusado de asesinato: 8 penas de muerte, 6 cadenas perpetuas, dos de 20 años de cárcel y tres de 12 años prisión. A estas, habría que sumarle cientos de penas de prisión recaídas contra su personal en más de 1.000 procesos sumarios militares sin garantías procesales.

José Luis Arenillas Ojinaga, fue fusilado el 18 de diciembre de 1937 en Bilbao por los fascistas. Su mujer, Miren Ibarrondo, se exilió en Iparralde, quedando al cuidado de su hija recién nacida; su madre, Ana Ojinaga, también exiliada, fue destituida como maestra del Ayuntamiento de Bilbao. Por lo que la venganza de los sublevados afectó sobremanera a su familia.

Arenillas dejó huella entre sus compañeros, tanto izquierdistas como jeltzales. Todos destacaron su compromiso con la causa vasca y republicana, pero sobre todo con los trabajadores, y su empeño inquebrantable por crear una sociedad más justa e igualitaria.