La vida, como decía la mamá de Forrest Gump, es como una caja de bombones: nunca sabes lo que te va a tocar. España está siendo propensa a llevarse a la boca ese bombón con el que se acaba la caja, ese que queda para el final porque nadie lo quiere, y que acostumbra a saber a rayos. La selección española, por tercera vez consecutiva antes de afrontar una fase final de un torneo internacional, vuelve a encontrarse con problemas a escasas horas de echar a rodar el balón. Esta vez se trata del positivo por covid-19 de Sergio Busquets, capitán e indiscutible para Luis Enrique, quien, para más inri, acude a la Eurocopa silbado por la afición por una lista de jugadores que nunca satisface a todos, pero esta vez aún menos.

Corría el año 2016 cuando a solo tres días del estreno de España en la Eurocopa de Francia saltó el denominado caso Torbe. David de Gea, junto a Iker Muniain, fue implicado en un presunto delito de abusos sexuales y corrupción de menores en los que apuntaba a ser cómplice del productor y actor porno bilbaino Ignacio Allende, alias Torbe. Aunque posteriormente la Justicia desmintió la acusación y el caso fue sobreseído, la selección lidió con un clima entorpecedor.

El recorrido del plantel entonces dirigido por Vicente del Bosque, que confió la titularidad a De Gea a pesar de todo, se agotó en los octavos de final, cuando cayó derrotado frente a Italia (2-0).

El suceso traería cola dos años más tarde, cuando Pedro Sánchez visitó a la selección española mientras esta se encontraba concentrada con motivo del Mundial de Rusia. De Gea se negó a aplaudir la intervención del presidente, quien después de estallar el caso Torbe dijo: "No me siento cómodo viendo a De Gea como portero de la selección española". Sánchez acabaría pidiendo perdón al guardameta. Pero para entonces, ya había nacido un nuevo problema.

A tres días del debut de España en Rusia, un comunicado del Real Madrid anunció la contratación como técnico del entonces seleccionador, Julen Lopetegui. El presidente de la Federación Española, Luis Rubiales, reaccionó con un despido fulminante a apenas 48 horas del estreno de la selección, cuyo papel, con Fernando Hierro al cargo, también dejó que desear. Firmó dos empates (Portugal y Marruecos) y una victoria (Irán) en la fase de grupos para caer de nuevo en octavos, esta vez ante Rusia (1-1 tras la prórroga y 3-4 en los penaltis).

El positivo de Busquets ha trastocado los planes de Luis Enrique a ocho días de iniciar la Eurocopa. Por de pronto, España pierde a su referente en el centro del campo, lo cual cobra profundidad en un equipo que se fundamenta en la posesión del balón, con el peso específico de Busi. Además, la selección no disputará mañana el último partido preparativo, contra Lituania. Asimismo, queda condicionada por el estrés provocado por la incertidumbre del estado de salud -comieron todos juntos el día previo al positivo- y la alteración de los planes al tener que afrontar nuevas pruebas PCR y reforzar la burbuja sanitaria. Todo ello cuando ya existía malestar entre los jugadores por no haber sido vacunados días atrás. En cuanto al técnico, fue reprendido en el último amistoso por su lista, de 24 pudiendo ser de 26, en la que destaca la ausencia del hasta ahora capitán, Sergio Ramos. En definitiva, de nuevo con mal pie antes de empezar. Este bombón también sabe a rayos.