LUIS González (Bealo, 1991) tiene claro que la máxima prioridad ahora mismo es su propio bienestar, ser feliz. Ese deseo, común para gran parte de la humanidad, muchas veces es ocultado por las obligaciones del día a día. Responsabilidades, obsesión por perseguir ciertos objetivos, la propia exigencia laboral? situaciones que ejercen de pantalla de humo en ciertas ocasiones y no permiten valorar cosas más importantes. El gallego aprendió esta lección en 2015 y lo hizo por las malas. González sufrió un accidente que estuvo a punto de costarle la vida y hubo un giro drástico en sus prioridades. Llegó un cambió de chip total. La búsqueda de la felicidad pasó a estar en una cima destacada. Tras una recuperación mucho más veloz de lo esperada, volvió a remar en Cabo, el club de toda su vida, y este año, con la motivación de afrontar nuevos retos, llegó a Urdaibai, donde vive deseoso de obtener su segunda bandera tras el Campeonato de Bizkaia conseguido.

El 3 de junio de 2015 González trabajaba con su padre en la reparación de un tejado, al ver que este resbalaba fue a ayudarle, lo que provocó que el entonces remero de Boiro perdiera el equilibrio y cayera de cabeza desde una altura de siete metros. Los pronósticos no eran nada halagüeños, pero en la mente de González no había lugar para la rendición, entre ceja y ceja un objetivo destacó por encima de todo: volver a remar. “Poco después de la caída ya me planteé volver a remar. Ya quería hacerlo la semana siguiente y evidentemente no podía. Cogía las cosas de casa, me escapaba y me largaba a hacer entrenamientos por mi cuenta”, recuerda. Y ese deseo se tradujo en una recuperación milagrosa. “Los médicos estaban sorprendidos y estoy seguro que fue por querer recuperarme lo antes posible”, añade. Tres meses después del accidente, González ya estaba en la popa de Cabo de nuevo.

El camino fue rápido pero para nada sencillo. “Me despertaba llorando todos los días porque sentía que no era yo. Cada día era como un día nuevo porque del anterior no me acordaba casi nada”, cuenta. Cada visita al médico era una petición de paciencia, no cabía otra cosa que esperar y “yo quería estar bien ya”, declara. En esa fase de la recuperación, González descubrió el poder que tenía su mente ante situaciones más adversas. La capacidad de recuperación de su propio cuerpo funcionando al máximo: “Descubres el poder que tiene la cabeza. Iba a entrenar con el brazo roto y hacía ergómetro con una sola mano. No era consciente de lo que hacía, iba como zombie, pero entrenaba y hacía los mismos números que cuando estaba bien, y lógicamente no lo estaba”.

A la hora de echar la mirada atrás, González no cambiaría nada de lo sucedido. “Me lo tomo como la enseñanza más grande de mi vida”, afirma el bogador de Bealo, que añade: “Ahora valoro muchísimo cosas como el simple momento de saber que soy yo y poder hacer mi vida sin ningún impedimento y priorizo mi bienestar, si algo me hace feliz, priorizo eso”.

rumbo a bermeo Aunque priorizar su propio bienestar no está reñido a salir de una zona de confort. Ese paso fue el que dio este curso al fichar por Urdaibai. “Al principio tenía miedo porque nunca había vivido solo y tenía mi propio trabajo en Galicia, pero llevo veinte años metido en el mundo del remo y veía a equipos como Urdaibai y siempre me preguntaba si sería capaz de dar el nivel ahí. Lo afronté como un reto en todos los sentidos”, comenta. Y no solo está dando el nivel. Desde su llegada, el gallego es un fijo en la Bou Bizkaia y “desde el primer día me sentí muy cómodo”, reconoce y echa la culpa a la propia tripulación bermeotarra: “El grupo de gente que hay a nivel humano es la hostia”. González espera sumar a todo esto más victorias para añadir otro plus más a esa prioridad marcada hace cuatro años y confía en el potencial de la embarcación: “El objetivo es ganar y sabemos que va a salir”.