La primera idea que viene a la cabeza del lector cuando se cita a Esteban Urkiaga Basaras Lauaxeta (1905-1937) es la de su muerte, fusilado en Gasteiz tras caer prisionero de las tropas de Franco en Gernika el día de su bombardeo y ser objeto de un juicio sumarísimo y la segunda, la de su contribución como una de las voces poéticas mas importantes del Renacimiento o Pizkundea del euskera y la cultura vasca durante el primer tercio del siglo XX.
Su trabajo como poeta, sin embargo, no desmerece de otras realidades que Lauaxeta cultivó, especialmente la del periodismo en euskera y su desarrollo a través de la creación de una red de corresponsales en toda Euskal Herria con los que interactuaba de forma continuada.
De ideología nacionalista vasca y ferviente católico, Lauaxeta tenía una formación cultural muy sólida y se relacionaba con muchos de los impulsores vascos del momento. Sus cartas a Jokin Zaitegi, también poeta en euskera, y su relación con el jesuita Padre Estefanía, profesor de la Universidad de Deusto y auténtico mentor de Lauaxeta cuando estudió con los jesuitas, nos ponen sobre aviso de su altura intelectual. Más concretamente, escribe a Zaitegi en 1934: “Pero no podemos conformarnos con dos o tres poetas. Menester es aupar y elogiar a Tapia-Perurena, Jauregi, Endaitz, Satarka, Gaztelu, Onaindia, Loidi, Kortaxarena, Iturralde, Oxobi, Enbeita. Estamos en pleno Renacimiento… Orixe es un poeta genial, siempre enmarcado en la serenidad clásica… Con el P. Estefanía me carteo bastante”.
Lauaxeta fue el encargado de dirigir, en los años treinta del siglo pasado, la página Euzkel Atala del periódico nacionalista Euzkadi de gran trascendencia en el impulso del nacionalismo vasco en aquellos años. En definitiva, Lauaxeta fue, para decirlo en términos actuales, un agente cultural de primer orden en el esfuerzo colectivo que supuso la floración cultural vasca de aquella época.
El autor: Andres M. Urrutia Badiola
Doctor en Derecho por la Universidad de Deusto.
Notario de Bilbao y profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Deusto (1989-2021). Miembro y actual presidente de la Academia Vasca de Derecho-Zuzenbidearen Euskal Akademia y también miembro de número y actual presidente de la Real Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia. Es codirector de la revista ‘Egiunea’, del Colegio Notarial del País Vasco.
El advenimiento de la Segunda República supuso la cooficialidad del euskera en el País Vasco y su utilización en ámbitos de los que había estado tradicionalmente excluido. La Constitución de 1931 y, posteriormente, el tardío Estatuto del País Vasco de 1936, iniciada ya la guerra, trajeron consigo, junto con los movimientos sociales en pro del euskera y la cultura vasca, una nueva realidad para su cometido dentro de aquella sociedad. En ese renacer y en esa revivificación del euskera jugó un papel de primer orden el decidido impulso que el Partido Nacionalista Vasco dio a la lengua y a la cultura vascas.
Uno de los elementos importantes a efectos de la difusión social de esa lengua y esa cultura vasca fue el diario Euzkadi, que se publicaba en Bilbao desde principios del siglo pasado y que recogía en sus páginas una sección dedicada íntegramente al euskera bajo el título de Euzkel Atala. El responsable de dicha sección hasta finales de 1931 fue el también poeta Nicolas Ormaetxea, Orixe, que a su vez había recogido el testigo de Evaristo Bustinza, Kirikiño.
En el diario Euzkadi de 3 de noviembre de 1931, Lauaxeta firma una nota de despedida a Orixe, “Orixeri agurra”, en la que, tras reseñar los méritos de Orixe en su labor periodística, anuncia que Orixe tiene como objetivo la redacción de un poema nacional vasco en euskera, que luego se publicará, tras la guerra, en 1950, bajo el título Euskalduna, si bien fue escrito entre 1934-1935.
Euzkel Atala fue en realidad una auténtica red cultural e intelectual vasca similar a las que en esa época surgieron en torno a personajes del mundo del euskera como Piarres Lafitte en Ipar-Euskalherria. Esas redes culturales sirvieron para aglutinar el pensamiento y también la acción en pro del euskera y la cultura vasca en diferentes contextos como eran Eskualtzaleen Biltzarra, Eusko Ikaskuntza o Euskaltzaindia.
La red cultural que tejió Lauaxeta en torno a la página Euzkel Atala tenía unas características propias, ya que, además de servirse de un medio de comunicación cotidiano como era el periódico diario, tenía unos protagonistas muy específicos nucleados en una trilogía también propia como era la de Lauaxeta, su director, los corresponsales de cada localidad y los lectores del periódico.
En esa red cultural existieron, entre otros, una serie de nodos que representaban a personas y objetos culturales y en los que un objeto o fenómeno cultural sirvió para conectar simbólica y cognitivamente a las personas y generar un proceso de creación de sentido de individuos y comunidades.
En el caso de la red cultural, ciertamente invisible de forma expresa, pero de continua interacción entre sus miembros, el objeto de la red era plural: de una parte, la expansión y difusión social de la ideología nacionalista vasca, junto con un fuerte sentido católico en lo religioso, y de otra parte, el euskera como instrumento de realización de ese objeto de la red y su normalización y normativización lingüística, haciendo que las páginas del periódico que reflejaban las noticias más inmediatas que podían interesar a los lectores fueran redactadas por corresponsales de cada población a los que, a su vez Lauaxeta, iba formando desde el punto de vista de su alfabetización en una situación en la que el euskera había estado excluido de las aulas y empezaba a tener una primera presencia.
Para ello, Lauaxeta utilizaba un mecanismo bi o tridireccional. Así, en Euzkel Atala, como director, recibía los trabajos y noticias que le enviaban los corresponsales locales y luego los publicaba tras su revisión y, en muchos casos, con sus notas y recomendaciones que el lector del periódico podía leer. Eso suponía que al escritor de aquellos textos le llegaba, de una parte, la opinión de Lauaxeta y sus posibles notas y correcciones, constituyéndose así Lauaxeta en un auténtico mentor de aquellos autores, en su mayoría jóvenes que escribían sus primeras letras en euskera.
La interacción así efectuada suponía desde el punto de vista del euskera un proceso de normalización social; esto es, de utilización de la lengua con habitualidad en espacios que no le habían sido demasiado propicios hasta entonces y su normativización puesto que era necesario un euskera de un nivel estándar para poder reflejar por escrito las noticias locales que a su vez fueran leídas por los potenciales lectores del periódico. Desde el punto de vista lingüístico, Lauaxeta fue ciertamente proclive a un cierto purismo y a la utilización de elementos de carácter dialectal, sin perjuicio de tener clara la unidad de la lengua en sus diferentes manifestaciones territoriales.
La labor de Lauaxeta, sin embargo, no se limitaba a eso, ya que, aprovechando la red cultural que había ido tejiendo a lo largo de esos años, realizaba visitas periódicas a esos corresponsales y aprovechaba para dictar conferencias en torno a la lengua y la cultura vasca y al nacionalismo vasco.
La nómina de autores que interactuaron con Lauaxeta cubre prácticamente todos los autores jóvenes y también de renombre de la literatura y la cultura en euskera de la época de la Segunda República y se extiende en su contenido a casi todas las publicaciones y eventos culturales vascos de aquel momento, transmitiendo información sobre los mismos a través de esa red que el propio Lauaxeta, junto con sus corresponsales y la complicidad de los lectores del periódico había ido creando.
Los temas que se trataron en euskera en aquel soporte periodístico fueron de diferente tenor, pasando desde artículos de opinión, muchos de los cuales escribió el propio Lauaxeta bajo el título “Azalpenak”, a noticias locales y a temas políticos, sociales, culturales, religiosos o de divulgación científica, sin olvidar los trabajos literarios o los que en aquella época solían publicarse en los periódicos, tales como narraciones, poemas, folletines y demás. De hecho, el trabajo de Lauaxeta y la creación de la red cultural Euzkel Atala fueron los antecedentes inmediatos de lo que luego sería el periódico diario Eguna, redactado íntegramente en euskera. Dicho periódico comenzó su publicación en plena guerra, en enero de 1937, y duró hasta la caída de Bilbao en manos del ejército de Franco en junio de 1937.
La red cultural que Lauaxeta creó y coordinó fue aniquilada como consecuencia de la guerra y la prohibición tanto de la ideología nacionalista vasca como del euskera. Muchos de aquellos miembros de la red cultural tuvieron que exiliarse, otros fueron condenados al silencio y al ostracismo cultural y algunos, como el propio Lauaxeta, perdieron la vida a manos de las autoridades del nuevo régimen. Solo muchos años después, algunos de ellos, como Eusebio Erkiaga, Augustin Zubikarai o Sabin Muniategi, pudieron volver a publicar sus obras en euskera.
Cabe destacar la presencia de mujeres en la red cultural propiciada por Lauaxeta, aspecto poco conocido hasta hace poco. Un ejemplo claro es el de Jule Gabilondo Arruza-Zabala, cuyos trabajos en euskera han sido recuperados y publicados por Iñaki Sarriugarte recientemente.
En suma, Lauaxeta fue capaz de crear un espacio de interacción en torno al euskera y la cultura vasca que supuso la realización concreta de una política lingüística para el euskera y una utilización moderna de la comunicación en euskera que anticipaba ya en muchos de sus rasgos las actuales redes sociales de comunicación con las que el euskera tiene un campo muy amplio de avance y desarrollo que Lauaxeta ya vislumbró entonces.