Bilbao - Pequeños barcos se enfrentan al reto de atravesar el océano Atlántico sin ningún apoyo. Navegados en solitario y con la obligación de luchar sin ningún apoyo contra los elementos. Ese es el espíritu de la Mini Transat e Ian Lipinski es historia de esta competición al ser el primero en ganar en la categoría de serie y en la de prototipos.

¿Cómo describiría la película presentada ayer en el Sail in Festival?

-Es una película hecha por un amigo con las imágenes que realicé durante seis años navegando en los Mini 650. No es una película basada en la competición, pero que habla de lo que es la aventura de la Mini Transat.

La Mini Transat le hizo saltar a la fama, pero su debut en esta regata fue complicado (2013).

-Fue muy difícil, porque volqué el barco, se llenó de agua y me quedé dentro de la embarcación durante una hora con el barco lleno de agua hasta que se partió el mástil y se volvió a girar. Fue una situación complicada.

¿Qué sintió en esos momentos?

-No entré en pánico. Hice todo lo que te enseñan cuando te dan clases de supervivencia. Pensé en ello y en las historias de la gente. Todo eso volvió a mi cabeza e hice los gestos necesarios con tranquilidad. A posteriori, cuando me puse a pensar, me abrumó bastante. Sin embargo, el sentimiento dominante era la frustración por no acabar la regata y tener muchas ganas de emprender otro proyecto.

Le salvó un carguero, ¿fue complicada la operación de rescate?

-Ahí sí tuve miedo, porque sabía por las historias que me habían contado que ese era el momento más peligroso. Fue un instante un poco delicado, porque el carguero no pudo pararse a mi lado y vi que su bóveda se me venía encima. Pero los movimientos de un carguero son muy lentos y al final no fue tan violento. Aun así, el momento más difícil fue subir por la escala de cuerda, porque son 450 metros y con una caída desde ahí se acabó.

Y regresó en la siguiente edición (2015) y ganó.

-Acabar la regata y ganarla fue una bella revancha. No podía soñar algo mejor. Tenía un barco nuevo y fue una buena recompensa para mí y también para el arquitecto y el astillero que hicieron la embarcación. Fue genial.

¿Por qué decidió volver a la Mini Transat en 2017 -se celebra cada dos años- y en una categoría diferente?

-Después de la primera victoria me planteé pasar a barcos más grandes, pero quería conocer la categoría de prototipos. Son barcos realmente extraordinarios y quería vivirlos. Además, existía el reto de ganar la Mini Transat en ambas categorías, algo que nadie había hecho en la historia.

¿Cuál es su siguiente proyecto?

-Tuve la suerte de contactar con una persona del Crédit Mutuel -banco francés- y empezar un nuevo proyecto. Vamos a diseñar un nuevo Clase 40 con el arquitecto que hizo mi último barco. Es algo que ha revolucionado un poco las escalas oceánicas, haciendo barcos con la proa redonda, y trataremos de desarrollar esto con un barco más grande.

Parece que su camino le lleva a la Vendée Globe.

-Es la dirección lógica de la gente que hace pruebas en solitario. La Vendée Globe es la mayor de las regatas en solitario y me encantaría hacerla. Pero son proyectos mayores y tienen que coincidir muchos factores para que eso pueda ser.

¿Qué es lo que siente dentro del barco mientras compite?

-Los parámetros de regatear son importantes en la mentalidad, porque ahí pasas muchos límites que si no estuvieras regateando no los pasarías. En la Mini Transat se vive la situación específica de que no se puede llevar ni un medio de comunicación y, pase lo que pase, uno se tiene que apañar solo. Salvo si vuelcas y viene un carguero a rescatarte (risas). Pero, en general, en caso de que haya problemas, no hay ningún apoyo psicológico. Luego, en todas las regatas en solitario tienes la mentalidad de prevenir los problemas que van a ocurrir y a la vez hay que apretar. Estás en un estado mental bastante concreto.

¿Y se puede llegar a disfrutar?

-Hay momentos en los que uno se relaja, muy cortitos. En quince días puede haber unas dos horas de relax en total. Son instantes buenísimos, de felicidad intensa. Durante unos minutos te relajas y tienes el enorme placer de contemplar aquello. Hay algunos momentos así, pero son cortitos.