LA desgana con la que el aficionado culé está viviendo esta final de Copa es directamente proporcional a la ilusión que levanta entre la hinchada valencianista, que justo este año celebra su centenario y alcanzó un grado de euforia considerable el pasado sábado, cuando el equipo que dirige Marcelino García Toral ganó en el José Zorrilla al Valladolid (0-2) y logró clasificarse para la Liga de Campeones. Un éxito casi inimaginable mediado el campeonato liguero, cuando estaba diez puntos por debajo del Real Madrid, que entonces ocupaba la cuarta posición.

Sin duda, el estado anímico que se adivina en los jugadores del Valencia será una baza a considerar ante esta final de Copa, donde el Barça intentará prolongar su absoluto dominio alzando su trigésimo primer trofeo. Porque se supone que los jugadores que maneja Ernesto Valverde han tenido tiempo suficiente para fagocitar el tremendo quebranto que les ha provocado su catástrofe en las semifinales de la Champions ante el Liverpool cuando ya oteaban la gran final del Wanda Metropolitano al amparo del que parecía un resultado contundente, el 3-0 del Camp Nou, para luego caer de forma inexplicable y con estrépito en Anfield (4-0).

Este requiebro del destino prueba que los designios del dios futbolístico a veces son inescrutables, como también lo fueron el pasado año, cuando se dio una circunstancia incluso más sonrojante para los azulgranas. El Barça borró del mapa a la Roma en el partido de ida de los cuartos de final de la Champions (4-1) y a su vez fue borrado en el Olímpico (3-0), desencadenando una crisis monumental.

La historia ha vuelto a repetirse. Como entonces, El Barça también ganó la Liga de calle y a la final de Copa llegó recuperado de aquel mazazo, según demostró dándole una paliza al Sevilla (5-0) en la final disputada en el coliseo del Atlético de Madrid.

el vacío Como entonces, el Barça tiene en su mano lograr su segundo doblete consecutivo, una circunstancia que sin embargo deja una sensación de vacío en la hinchada blaugrana, que ve cómo su equipo reina con puño de hierro en las competiciones domésticas y en Europa no toca pelo desde la temporada 2014-15, cuando bajo la dirección técnica de Luis Enrique conquistó en Berlín su quinta Champions (3-1 ante la Juventus). Y lo peor es que su gran antagonista, el Real Madrid, sale bien librado de sus fracasos caseros encadenando copas de Europa.

“Me pregunto: ¿Por qué parte de los barcelonistas se sienten insatisfechos cuando este año, por ejemplo, el Barça ha ganado la Liga, está clasificado para la final de la Copa y ha llegado a la semifinal de la Champions? Quizá porque desde el 2004 nos hemos acostumbrado a ganar”, dijo el pasado jueves el presidente del Josep Maria Bartomeu en su encuentro con un nutrido grupo de senadores del club azulgrana. De paso reiteró (otra vez) su confianza en Ernesto Valverde, un técnico a punto de lograr otro doblete y cuestionado por la afición culé.

la escasez He ahí la cuestión. El Barça sufre de hartazgo mientras el Valencia, que presume de club aristocrático, padece de hambruna. Atesora seis ligas, pero la última data de 2004. Copas solo tiene siete, y una de ellas, la conseguida en 2008, es el último título que ha celebrado. Lo hizo además con un exazulgrana de entrenador, el holandés Ronald Koeman, actual seleccionador de Países Bajos, aunque luego terminó de mala manera su aventura che.

Marcelino García Toral tiene concentrados desde el jueves en Jerez a todos sus jugadores. Incluso al ruso Denis Cheryshev, que anda con muletas, para meterse hasta el tuétano. Antes de partir fueron despedidos por una multitud de seguidores congregados en los aledaños de Mestalla. Los del Barça, en cambio, viajarán directamente a Sevilla el mismo día del partido, dándole un aire rutinario a la gran final.

Aunque el Barça parte como claro favorito por su enorme potencial y porque Messi está en su nómina, los encuentros ligueros entre ambos contendientes han terminado en tablas (2-2 en el Camp Nou y 1-1 en Mestalla). Y a modo de anécdota, la última vez que se enfrentaron en una final copera ganó el Valencia, en 1971. Ha llovido desde entonces.

Marcelino ha sabido estructurar un equipo defensivamente muy sólido (el segundo menos goleado tras el Atlético) y rápido al contragolpe, el plan que se intuye pondrá ante el Barça, que de habitual gobierna los partidos, pero Valverde se cuidará mucho de evitar sorpresas.

Con la recuperación del centrocampista Geoffrey Kondogbia y el central Ezequiel Garay, dos hombres básicos, el técnico asturiano dispone prácticamente de toda su plantilla. En cambio, el entrenador azulgrana tiene dos bajas importantes, como son los delanteros Luis Suárez y Ousmane Dembélé. Aunque recupera a Coutinho, el jugador más denostado por la hinchada culé, que tendrá la oportunidad de redimirse en esta final de consolación para el Barça. O de celebración, si vence el Valencia.