bilbao - En el Lago Como, paraje idílico, donde George Clooney toma Nespresso con ese estilo inconfundible, esa mezcla elegante y canalla, en el jardín de su casa, que dispone de salida al embarcadero, asomó la punzante e inquietante aleta dorsal de Nibali, el Tiburón. El siciliano, que nunca descansa, que duerme con los ojos abiertos, homenajeó a su personaje. El rey de la emboscada. En una etapa que se aposentaba sobre el suelo de una clásica, el humus del Giro de Lombardía, también conocida como la clásica de la hojas muertas, por eso de que se corre en otoño y la poesía también se desprende de los árboles, floreció Nibali, inspirado por Contador. Brotó, prosaíco, sin una hebra de delicadeza, con su estilo inconfundible: el código morse. Acelerón a palmo y medio de la corona de Civiglio y bajada a tumba abierta, donde el siciliano siempre sale de la caja. Nibali resucita en los descensos, donde a punto estuvo de quedar sepultado Roglic, estrellada su estrella en el quitamedios. El esloveno acabó con el susto en el cuerpo, una pérdida de 40 segundos y la cara con motas de sangre tras rasparse con el guardarraíl. Nibali, como los italianos y su capacidad para comprar aceite de oliva en Jaén y venderlo a Estados Unidos con el Made in Italy impreso en las botellas y cobrar el líquido dorado a precio de oro, sacó petróleo donde Roglic tiritó. El Giro, tan dado a los homenajes, a honrar a su memoria, también rinde tributo a los campeones. A los que fueron, a los que son y a los que quieren que sean. Por eso ideó un trazado que calcó el Giro de Lombardía, la clásica fetiche de Vincenzo Nibali, el territorio ideal en el que desplegar su manual de estilo. Nibali agradeció con su olfato de campeón la alfombra tejida por el Giro.

Así que en la última chepa del día, en Civiglio, inició su asalto al Giro. Nibali y su barba de tres días. Su relato, un clásico, lo construyó como siempre. No le añadió ni una coma el siciliano y por eso, Richard Carapaz, el más fuerte, se grapó a su espalda de inmediato. “El que más ha propuesto ha sido Nibali, haciendo la subida y también la bajada a un ritmo muy rápido, lo que ha permitido que el pelotón se rompiera y sacáramos algunos segundos sobre Roglic, que buenos son”, dijo Carapaz, más líder. Mientras Cataldo y Cattaneo se enzarzaban en la pelea por la etapa, Nibali iba más allá. La sacudida eléctrica de Nibali electrocutó a Roglic, al que le falló la toma de tierra. Sufridor en la ascensión, a la que llegó acalorado tras un pinchazo, ensillado sobre la bicicleta de Tolhoek, el esloveno se quedó fuera de plano cuando se fue al suelo en una curva del revoltoso descenso. El esloveno, sin daños en la carrocería reemprendió la marcha, pero acumuló un retraso de 40 segundos con Carapaz y Nibali. Mikel Landa, ahogadas sus piernas, más próximas a las de Roglic que a las de Carapaz, también se dejó 25 segundos. En Como se enfatizó el liderato de Carapaz, que es más rosa. Fucsia. El ecuatoriano dispone de 47 segundos de renta sobre Roglic y de 1:47 respecto a Nibali. Majka pierde 2:35 y Landa, supeditado a su líder, concede 3:15.

Antes del thriller de Civiglio, el Giro se arrodilló a su paso por Madonna del Ghisallo, el santuario que veneran los ciclistas desde que en 1948 el papa Pío XII proclamara a la virgen Patrona universal de los ciclistas. Una antorcha bendecida por el Papa fue trasladada desde Roma hasta el santuario por una comitiva de la que los dos últimos relevistas fueron Gino Bartali y Fausto Coppi. Dos mitos. El santuario es un tesoro, donde reposan las bicicletas de Bartali, Coppi, Eddy Merckx, Felice Gimondi y Francesco Moser, además de innumerables maillots legendarios.

problemas para roglic Madonna del Ghisallo espera a corredores mayúsculos como Nibali. La aparición fulgurante en Civiglio del siciliano, que durante los días duros de montaña corrió a no perder ante el poderío de Richard Carapaz, un escalador puro, retrató la mueca de Roglic, el esloveno de hielo. Roglic inició el deshielo. Goteó cansancio después de perseguir a los favoritos cuando perdió rueda por un pinchazo. Nibali, que le conoce al milímetro de tantas pulgadas que han compartido en las grandiosas montañas, descubrió el tic en el rostro del esloveno. El siciliano, protegido con sus gafas, leyó las líneas de la mano de Roglic. Le escribieron en un neón que no era su día, que Roglic se escoraba. Nibali aguardó su momento ovillado en la paciencia. Sabio. Viejo y diablo.

Simon Yates, transparente, sin dobleces, quiso mostrar el blasón de su orgullo. Desde que le derrotaran en las alturas, el inglés desea rehabilitarse. Inquieto, se armó en las rampas de Civiglio tras mostrarse en Sormano. A cada rampa, un empeño de Yates, que siguió el cabo que lanzó Carthy. Nibali, en el centro del grupo de los patricios, chasqueó los dedos y Pozzovivo prolongó la velocidad. Piano, piano. Ya se sabe, Italia y sus juegos de palabras. Nibali maneja como nadie ese lenguaje. Arrancó con fuerza y determinación. El siciliano, a la espera de la última semana, quiere tiempo respecto a Roglic, que es el fantasma que persigue a todos por su poder en la crono. No lo tuvo ayer. El esloveno sacó la lengua. Carapaz mostró los dientes y lanzó una dentellada. Como el Tiburón. El Giro pasaba por el siciliano. Roglic se serenó. Tomó aire. Sentado. Landa se puso de pie y trató de conectar con Nibali y Carapaz. En su movimiento, con el que quiso aislar a Roglic, dio carrete al esloveno, que con el mosquetón del sufrimiento se sostuvo en el mismo renglón que Landa en la cima.

Nibali, Carapaz, Yates y Carthy cayeron en cascada. El siciliano surfeó como nadie las curvas y tomó un puñado de metros sobre el líder. Roglic, enroscado en el grupo de Landa y Majka, trazó mal y se fue al quitamiedos. Tembló. Tiritona. Por entonces, la diferencia era de 15 segundos. La caída le trompicó. A contrapié en el Giro, que le esquiva. Desconectado de Landa y a varias brazadas de Nibali y Carapaz, el esloveno se apresuró. En Como, Cataldo degustaba su bautismo en el palmarés de la carrera mientras Nibali y Carapaz, más cerca de verona, cobraban una renta de 25 segundos respecto a Landa y 40 segundos sobre Roglic. El día que el Giro de Italia cinceló una clásica, floreció el siciliano. Ante la duda, siempre Nibali.