Donostia. ¿Cuándo decidió dar el salto a los banquillos?

En mis últimos años como jugador, por mi manera de ver el juego, ya me iba fijando en muchos aspectos a los que cuando era más joven no prestaba atención. Las reacciones del equipo ante circunstancias determinadas, las claves de los partidos... Por influencia de mi padre (el ex técnico Pepe Laso) siempre he sido bastante cercano a los entrenadores, he intentado entenderles incluso más de lo debido. Durante los últimos años de mi carrera me fijaba en el juego como si fuera entrenador, lo que en algunos momentos era bueno pero en otros iba en contra del Pablo Laso jugador. No fue que un día me dijera "voy a entrenar". Fue un proceso largo. El baloncesto es mi vida y cuando decidí retirarme, quería seguir ligado a este deporte y la salida más factible era pasar a los banquillos. Me retiré en mayo de 2003 y en diciembre ya estaba trabajando.

¿Es difícil ser hijo de entrenador cuando se es jugador?

Depende. Tiene cosas muy buenas, ya que te permite tener conversaciones de baloncesto hasta en la comida. Eso te enriquece como jugador. Yo he conocido jugadores de todo tipo. Algunos que no les importaba mucho el baloncesto, que no veían partidos y eran muy buenos, y otros que han crecido mucho por su interés por este deporte. Obviamente, como en todas las profesiones, el más interesado tiene un bagaje que le hace ser mejor. Siempre pongo el mismo ejemplo. De crío, mi hermano también era muy buen jugador, pero no lo vivía con mi pasión e interés. Los entrenadores de San Viator decían que me iba a superar, pero el que más progresé fui yo. Mi padre siempre recuerda que él llegaba de su partido los sábados a la noche y el domingo a las 8.00 de la mañana yo ya estaba diciéndole: "Aita, ¿vamos a entrenar?". En cambio, llamaba a mi hermano y le decía: "¿Jon, hoy como si estuviera lloviendo, no? ¿No quieres jugar, no?". Cuando me preguntan qué consejo daría a los chavales les digo que deben tener pasión, que les tiene que gustar mucho, porque es una profesión que exige sacrificio.

Usted vivió rodeado de entrenadores desde la infancia.

En casa vivía el baloncesto 24 horas del día. Siempre cuento que de niño tenía una canasta en mi habitación y allí jugué un uno contra uno contra Aíto García Reneses... y ahora me enfrento a él como técnico. Los entrenadores que han trabajado en Gasteiz también pasaban mucho por casa: Manu Moreno, Iñaki Iriarte... Para mí ha sido una suerte haber tenido siempre gente para compartir mi pasión, para hablar, ver partidos... Quien más sufre todo esto es mi familia. Obviamente lo entienden. Mi mujer y mis hijos saben que es mi vida y que muchas veces, incluso en casa, pienso en baloncesto. Pero así fue como crecí como jugador y así espero crecer como entrenador. Es un trabajo muy sacrificado, un deporte en constante evolución, y para mí es una suerte seguir ligado al baloncesto. Si no hubiese jugado a alto nivel, quizás sería mi hobby, pero ahora se ha convertido en mi manera de entender la vida.

¿Quién ha sido el técnico que más le ha marcado?

Es difícil decirlo. Empecé muy joven y tuve muchos. Si nombrara sólo a uno sería injusto con el resto. Tuve la suerte de trabajar en San Viator con Juan Pinedo, Javier Añua me acompañó en mis primeros pasos, debuté en la selección con Antonio Díaz Miguel, me entrenó mi padre y también he tenido grandísimos técnicos como Zeljko Obradovic, Manel Comas, Lolo Sainz... Al final, tu sapiencia se enriquece de todos ellos. Lo importante para mí ha sido la posibilidad de comparar a unos con otros, sacando siempre lo mejor de cada uno. Obviamente, con el que siempre he mantenido un contacto casi diario ha sido con mi padre. Con él sigo hablando de baloncesto, pero mantengo una buena amistad con casi el cien por cien de los técnicos que me han dirigido.

Viajó incluso a Estados Unidos para completar su formación.

Tras casi veinte años como jugador en Europa pensé que podía ser un buen aprendizaje viajar a Estados Unidos para ver cómo se trabajaba ahí, incluso a nivel NBA. Estuve más o menos un mes con San Antonio Spurs viéndoles trabajar. Aproveché para conocer los métodos de las universidades americanas y creo que fue un aprendizaje para calibrar las diferencias entre un baloncesto y otro. Como entrenador no puedes parar de aprender. En verano aprovecho para ver partidos o ir a clínics para intercambiar experiencias porque este deporte es tan vivo que necesitas estar siempre reciclándote y aprendiendo nuevas tendencias. Sería imposible que un entrenador siguiera igual que hace 25 años.

¿Quiénes fueron sus referentes?

Los entrenadores son sólo reconocidos por sus victorias. El mundo del deporte es así. Es muy difícil que un gran técnico que no gane partidos sea reconocido y puede ser que su labor esté siendo igual de buena o mejor, ya sea porque tenga muchos menos recursos, porque esté sacando gente joven y dándole minutos... En cambio, hay técnicos muy reconocidos que siempre han entrenado a un elevadísimo nivel. Los dos referentes en los últimos quince años serían Obradovic y Messina. Son dos ejemplos de grandísimos entrenadores que han sacado el máximo a las grandísimas plantillas que han tenido. Pero, por ejemplo, lo que hizo Aíto en el Joventut, sacando gente joven y volviendo a poner al club en lo más alto, también tiene su mérito. O lo de Jaume Ponsarnau, que con recursos limitados ha consolidado al Manresa en la ACB. Es muy difícil valorar el trabajo de un entrenador porque al final sólo queda el resultado. Es lo injusto de esta profesión.

Debutó pocos meses después de retirarse, ¿le costó cambiar el chip?

No. En mis últimos años en activo ya pensaba más como entrenador que como jugador. Vas perdiendo físico, te haces mayor, los contrarios cada vez son más altos y más fuertes... y tu aportas experiencia para poder mantenerte en la élite. Obviamente, cuando te sientas en el banquillo asumes muchas más responsabilidades, hay más situaciones que tienes que controlar. El jugador viene, entrena y se va. El entrenador difícilmente puede hacer eso. Tiene que preparar el entrenamiento, estudiar al rival, hablar con la prensa, manejar muchas más variables. Al final, el técnico mete muchas más horas. En eso el jugador sí que es un privilegiado. Me pasa muchas veces que llego por la mañana a la oficina y les digo a mis ayudantes: "He pensado que podemos hacer...". Me imagino que ellos se preguntarán: "¿Y éste dónde coño piensa, en la cama?". Estás todo el día dándole vueltas a tu trabajo, es difícil desconectar. Te pongo un ejemplo. Cuando era jugador iba mucho al cine y ahora lo piso muy poco. ¡Y ver en casa alguna película en DVD es un lujo!

No había cumplido ni un año de experiencia en la LEB-2 cuando llegó al Pamesa. ¿Esperaba recalar tan rápido en la ACB?

Para ser técnico tienes que estar preparado para trabajar al mejor nivel posible. Como jugador, para mí era tan importante una final de Copa de Europa como luchar por eludir el descenso, como me pasó en mi último año en Valladolid. Un entrenador es entrenador por encima de todo. Disfruto muchísimo de mi trabajo y siempre he intentado sacar el mejor rendimiento posible a mis equipos. En los debates sobre entrenadores muchas veces se valora la experiencia, que haya sido jugador... Yo me fijo en las capacidades, no en su background. Hay ejemplos clarísimos. Obradovic dejó de jugar y al año siguiente fue campeón de Europa con el Partizan. Y se puede dar el caso contrario, que alguien lleve 25 años entrenando y que se le haya pasado su tiempo por lo que sea, porque ha perdido feeling, no ha sabido reciclarse... De las maneras que hay para llegar a ser entrenador respeto todas. Nunca pienso eso de "joder, que suerte ha tenido ese tío que le han dado ese equipo". Todos han trabajado mucho para llegar donde están.

En Valencia fue cesado antes de acabar el curso. ¿Es duro asumir ser el eslabón más débil de la cadena?

Entiendo esa faceta del deporte. Por ejemplo, si Pellegrini, después de doce partidos oficiales, se supone que es el mal del Real Madrid... me quedo escéptico, no me lo creo. Creo que es un grandísimo entrenador, que lo ha demostrado, pero también entiendo que puede ser cesado. Es el mundo en el que vivimos. En el deporte es importante la labor de los dirigentes, saber dónde quieres ir, la clase de técnico que quieres... Si te quedas en que gana o pierde, siempre será cesado, ya que nadie gana siempre. Cuando me pasó en el Pamesa, un amigo me dijo: "Ya has aprendido a ser entrenador, ya te han echado". Lo pasé mal porque a nadie le gusta que le echen, pero no me creó ningún trauma. A los dos días ya estaba viendo partidos y deseando volver.

Cumple su tercer año en Donostia. Por fin algo de continuidad.

He tenido la suerte de haber encontrado un club muy sensato. Cuando me entrevisté con Miguel Santos noté que era una persona que tenía muy claro lo que había que hacer para que un club vaya bien. Eso al técnico le obliga a asumir mucha responsabilidad, pero al mismo tiempo sabes que vas a tener margen para trabajar. Estoy muy contento y muy identificado con la idea de crecimiento que transmite el club.

¿Estaría contento el Pablo Laso técnico con el Pablo Laso jugador?

No, creo que no (risas). Me dicen, aunque no lo creo, que aprieto mucho a los bases porque jugaba en esa posición. El baloncesto ha cambiado muchísimo. Laso jugador era muy intuitivo, muy creativo, muy organizador. Ahora hay jugadores mucho más rápidos y fuertes que no me dejarían tiempo para desarrollar lo que yo hacía. Lo que sí me gustaría del Laso jugador son las ganas, el interés y el esfuerzo, pero en muchas cosas del juego me cruzaría con él.