Lo que antes fueron escenarios ahora son tubos sueltos, luces apagadas y trozos de madera desgastada. El BBK Live 2022 llegó a su fin. Los campistas se fueron, la última lanzadera salió y las actuaciones concluyeron. Muchos piensan que el trabajo más difícil de este festival es la organización, pero poco se habla del desmontaje. 

Inmediatamente el personal, como una máquina bien equipada, procedió a quitar los escenarios y a desmantelar lo que fue uno de los eventos más grandes de la nueva normalidad. Uno a uno se fueron quitando los escenarios, las txosnas, los chiringuitos y los baños. La rapidez fue impresionante

Los operarios también tenían expresiones de fatiga en el rostro. Su trabajo tiene un ‘antes, durante y después’. Planificación, instalación, control y desmontaje. Se cuenta fácil, pero nada más lejos de la realidad. Fueron cientos de personas involucradas en la decimoquinta edición del BBK Live, muchas más que los artistas y los asistentes. 

Los festivaleros, por su lado, despidieron a Kobeta con cariño, saliendo del recinto hablando de sus actuaciones favoritas y recopilando cronológicamente anécdotas de lo que fue toda una experiencia. Pasaron de bailar al ritmo de la música a ordenar maletas, tomar taxis, aviones y volver a casa. Fueron tres días de mucha intensidad y fiesta. 

A primera hora de la mañana, la mayoría se encontraba ya en el camino de bajada a los buses, con mucho pesar por el evento terminado, pero con ansias por el siguiente. 

El Bilbao BBK Live se despide hasta la próxima edición

El Bilbao BBK Live se despide hasta la próxima edición Oskar M. Bernal

Abrazos de despedida

Atuendos despampanantes, maquillajes elaborados, brillos y mucho glamour. Ahora reducido a ropa llena de tierra, máscara de pestañas corrida, pegatinas de las que solo quedaba un pequeño rastro de pegamento y ojos cansados, felices y satisfechos, pero agotados. La Intermodal de Bilbao se convirtió en el nuevo punto de encuentro para todos aquellos que bailaron al ritmo de The Killers, Rigoberta Bandini, Pet Shop Boys y J Balvin. 

Ya no bailaban, ahora corrían. La afluencia de los buses en la intermodal era un fenómeno curioso de admirar. Hace menos de una semana era un simbólico sitio de bienvenida, ahora se llenaba de abrazos de despedida y mucha nostalgia. 

El festival del regreso que batió récords de asistencia y devolvió la energía musical al verano oficialmente llegó a su fin. 

No hay nada que hacer, más que desear una nueva edición en la que la novedad sean los artistas invitados y no una pandemia mundial, en la que el tiempo entre una y otra sea de un año y no tres, y en la que los amantes del buen ritmo y las generaciones de festivaleros vuelvan a encontrarse en la subida de Kobetamendi, con su pulsera en la muñeca y muchas ganas de bailar.