Cuando empezó en el mundo de la interpretación Macarena Gómez nunca imaginó llegar a convertirse en una musa del cine de terror. Pero el pasado viernes, en la gala inaugural del Festival de Cine Fantástico de Bilbao, la actriz recibió el premio FANT de Honor por su trayectoria en el cine fantástico y de terror más reciente.

Acaba de recibir el FANT de Honor. ¿Cómo se siente al ser distinguida con un galardón que la valora como 'musa del cine de terror'?

- Yo nunca me planteé cuando empecé en esta profesión que sería musa del terror, pero -va a quedar un poco pedante lo que voy a decir, ja, ja- es que creo que me lo merezco. Considero que soy una actriz que disfruta este tipo de género, este cine de terror, y creo que hago disfrutar a los espectadores. Es muy curioso porque fuera de España, dentro de los circuitos de festivales de terror, me conocen muchísimo.

La conocen, entonces, en mayor medida por las películas de terror que ha protagonizado.

- Así es. Te voy a contar una anécdota maravillosa. Estaba yo en Japón hace tres años, me fui a un pueblo perdido, no recuerdo el nombre, pero no era una gran ciudad. Me metí en una galería, en una tiendecita perdida en ese pueblo a comprar un kimono, me miró la dependienta y me dijo: "Yo te conozco". Y yo: "¿A mí? Imposible". Y me contestó: "Ayer te vi, tú eres la de Musarañas". Es algo que me emocionó muchísimo, que en un pueblo perdido en Japón me conociesen. Gracias a Dios el terror es un género que tiene mucha repercusión, que gusta mucho, y he conseguido que la gente me respete como actriz de películas de terror.

¿Qué cree que tiene de especial este género?

- Yo creo que tiene de especial que te permite vivir experiencias muy alejadas de tu vida cotidiana. Y, por otra parte, te proporciona una adrenalina a la que el ser humano está enganchado. Esos son los dos ingredientes que llevan al éxito a las películas de terror.

En 'Y todos arderán' trabajan actores con mucho recorrido junto a actores noveles, como Sofía García, que hace de Lucía, su hija en el largometraje. ¿Cómo es rodar con jóvenes que están empezando en el mundo de la interpretación?

- Fue muy bonito porque se llegó a crear una especie de relación madre e hija. El proceso con Sofía ha sido muy bonito, pero yo tenía mucho miedo, porque una buena interpretación también depende de quién tienes al lado. Interpretar es cosa de un equipo, cuando tienes una escena, cuanto más te dé tu compañero, más te creces tú en la interpretación. Pero Sofía lo ha hecho extraordinariamente bien y aprendía muy rápido.

La película comienza con una escena en la que María José, el personaje que interpreta, está a punto de suicidarse. ¿Le resultó duro recrear esa situación?

- Te diría que es una de las cosas que más me costó. Yo tenía un profesor de interpretación que me decía que los actores se basan a la hora de actuar en las experiencias vividas y en aquellas que nos faltan por vivir. Entonces a mí, como madre, las escenas con Lucía me resultaban más sencillas porque sé lo que se siente siendo madre, pero otras veces los actores estamos continuamente mintiendo y transmitiendo emociones que lo mismo desconocemos. Interpretar a una chica que se quiere suicidar me costaba mucho porque es una sensación, un sentimiento que desconozco, que no he vivido.

¿Da miedo protagonizar estas escenas por el hecho del respeto?

- Sí, pero tuve la suerte o la desgracia de que en el entorno del rodaje había alguien que había pasado por una experiencia similar y eso ayuda.

Además de su faceta como actriz, hay que destacar el papel comprometido que ha adoptado con los refugiados ucranianos, ya que ha acogido a varios en su casa.

- Todo surgió porque mi cuñada, que es de Bilbao, le dijo a mi hermano: "¡Vamos a acoger a refugiados ucranianos!". Y acogieron a siete, una familia entera con cinco hijos. A raíz de eso, decidimos acoger. Es un drama lo que están viviendo. Es una situación bastante complicada porque date cuenta de que su futuro es muy incierto, no saben si pueden volver, no saben si quieren quedarse, cuánto tiempo, ni qué les está pasando a sus familiares. Pero a la vez es muy reconfortarte saber que están aquí a gusto y los días que sonríen soy muy feliz. Lo más importante es lograr que ellos consigan su independencia. El pueblo entero está involucrado...

¿Cree que es en los peores momentos cuando las personas sacamos nuestra mejor faceta?

- Esa es la tristeza, que sacamos nuestro lado bueno en momentos puntuales. Es como en la pandemia. Todo el mundo era muy considerado con el otro hasta el momento en que se ha dicho que fuera mascarillas. Yo he vivido situaciones en el AVE tremendas por la gente que no se la quiere poner. Al principio parece que somos todos muy generosos, pero pasan unos meses y la generosidad desaparece.