Durango - “Desde niño, en un cumpleaños o Reyes, prefería que me trajeran un cuaderno y lápices que un balón”, explica el elorriarra Enrike Larramendi, que presenta su tercera exposición individual en la Sala de Exposiciones Ezkurdi. A sus 68 años, expone 136 trabajos realizados a plumilla que podrán verse hasta el próximo domingo. “En invierno hay muchas horas muertas y es una manera de estar entretenido y disfrutar”, reconoce el artista añadiendo entre risas que “además mientras pinto no me enfado con la mujer”.

En la actualidad, Enrike está jubilado pero durante su vida laboral se dedicó a montar fábricas de piensos, naves industriales y secaderos. Estas funciones le llevaban a realizar muchos planos a mano alzada y mantener intactas sus cualidades con el lápiz. Fue con 25 años cuando empezó a pintar en su tiempo libre. La manera de animarse fue un tanto curiosa. “Nos casamos, compramos una casa en Elorrio y para decorarla fuimos a comprar cuadros a Bilbao. Lo que encontrábamos era poco y caro; le dije a mi mujer que para eso ya pinto yo. Empecé con óleo y pinté unos 60 cuadros, una docena están en casa y el resto repartidos”, narra con naturalidad.

Hoy en día, dibujar a plumilla es su técnica favorita. Además, le permite conjugarlo con su otra gran pasión: la fotografía. Cámara en mano saca instantáneas que después pinta a lápiz para repasarlas con tinta. El interés por esta técnica le vino hace ocho años cuando se rompió un tendón, le tuvieron que operar y estuvo un tiempo de baja. “Me animaron a pintar con plumilla, empecé, me entró el gusanillo y hasta hoy”, relata el artista.

En sus trabajos, los caseríos cobran un protagonismo especial. Tanto es así que Enrike se ha fijado un reto. “Quiero pintar los cerca de 300 caseríos que hay en Elorrio y no voy mal porque ya tengo casi 200”, apunta ambicioso recordando como “hace poco estaba sacando fotos a un caserío y me salió un señor con una escopeta. Ahora tienes que pedir permiso para sacar la foto y hasta para exponer porque te pueden denunciar”, lamenta.

Pintando una media de tres-cuatro cuadros al mes, rememora como hace tres años podía pedir 300 euros por uno de sus trabajos y hoy esa cantidad se ha visto reducida a la mitad. “Para pintar a plumilla las manos cuando mejor están es a primera hora. Me puedo despertar a las cinco de la mañana para ir al baño y ya no me meto en la cama. Una ducha rápida y dos-tres horas quieto como máximo con la plumilla”, puntualiza a sus 68 años.

Exposición La sala durangarra acoge 136 cuadros donde pueden encontrarse caseríos, ermitas, palacios, deporte rural o bailarinas, entre otras creaciones. Satisfecho con la respuesta que está teniendo su muestra, Enrike ya ha vendido algún trabajo y recibido varios encargos. Ambicioso y con ganas de seguir evolucionando, Enrike, que colorea algunos de sus trabajos, afirma que “a plumilla es muy difícil hacer retratos pero no descarto la posibilidad de intentarlo”.

Han pasado seis años desde que Enrike pasó a formar parte de la Asociación Artística del Duranguesado. Agradecido por la posibilidad de llevar a cabo exposiciones colectivas e individuales, la entidad cuenta con más medio centenar de socios que comparten la pasión por el arte. “Aquí se conoce a mucha gente; viene el que sabe mucho, poco y el que no sabe nada. Los primeros cuadros que pinté un señor me dijo que tenía buena pintura pero no le daba el fondo necesario y qué verdad era”, asegura el elorriarra que pudo mejorar su técnica gracias a esa puntualización.