Bilbao - La cita se fija, cómo no, en el Café Iruña. Pocos lugares hay en Bilbao tan elegidos como ése para dejar que discurra el río de las palabras. Cuántos secretos se habrán susurrado en la intimidad, cuántos negocios se habrán cerrado, cuántas revoluciones se habrán soñado sobre sus mesas de mármol. Alicia se muestra como mujer de ley, cumple con la palabra dada para no alterar el ritmo de la vida ante la adversidad de un problema de salud familiar. Sabe lo que hace. No en vano, con 43 años de edad y dos hijos adolescentes entonces tuvo que afrontar el repentino fallecimiento de su marido, Iñaki Aseguinolaza, quien había montado un universo mágico alrededor de tres cafés, el Iruña, La Granja y el Boulevard. Y lejos de refugiarse en la desgracia se plantó ante el infortunio y le dijo un “¡aquí estoy yo!” que le dejó temblando.

¿Predicaba con el ejemplo? Quiero decir, ¿era buena cocinera?

-Soy buena cocinera en casa, siempre me ha gustado la cocina. De niña íbamos todas las Navidades y por otras fechas al restaurante Garmendia de Vitoria que pertenecía a mis tías. Hacían cocina de autor sin saberlo

Así que venía aprendida...

-Era un local curioso. La carta estaba detrás de la cortina de la cocina. Los comensales la descorrían y preguntaban: Ana Mari, ¿qué tenemos hoy? Allí comieron Hemingway, Manolete y mucha gente del teatro. Era un local con nombre.

¿Qué nombres recuerda?

-Más que nombres, recuerdo que aprendí a saber lo que eran los perretxikos, los sabores, a comer tiesa en la mesa o a pelar una naranja con cuchillo y tenedor. ¿Nombres? Aprendí los de muchos toreros y gente del teatro. Isabelita Garcés, El Viti... ¡Qué sé yo!

Era el preámbulo de su vida. ¿Le quedan retos por cumplir?

-De joven nunca imaginé la vida que he llevado, con tantos viajes. Pensé que me iba a quedar entre San Juan de Luz y Lanzarote.

¿Le han enseñado los viajes más que los libros?

-Sí. Siento las cosas, las veo, las palpo. Aprendo con los cinco sentidos.

¿Qué soñaba ser por aquel entonces?

-Fíjese si era sinsorga. Soñaba con ser azafata, como muchas chicas. Y luego he descubierto que mucho de su trabajo es recoger y recoger. Me costó descubrir qué era lo mío...

¿Qué era lo suyo?

-La creatividad.

¿Está por encima del trabajo?

-Tienen que unirse las dos cosas: la creatividad y la tenacidad. Las ideas por sí solas no valen, tienes que demostrar su utilidad.

Veámoslo con un ejemplo.

-Cuando cogimos la cafetería del museo de Bellas Artes puse unas pequeñas papeleras en la barra para que la gente no tirase las servilletas al suelo. Ahora las ponen en todos los sitios. Me gusta que cada día sea diferente, tratar con mucha gente y soltar mi fantasía. Eso es lo que me hace vivir, hacer tal o cual...

¿Qué le debe a la fantasía?

-Mucho. La vida sin fantasía es un territorio de lo más aburrido. La imaginación lo enriquece todo.

Fue coger las riendas y lanzarse a la pelea... ¿Los jóvenes de hoy lo tienen tan duro?

-Tienen mucho hecho. Pero así es difícil que algo vibre. Y para que te enamores de algo tienes que vibrar.

¿Qué le hace vibrar, Alicia?

-¡Uf! Muchas cosas. Acabo de estar en el teatro y me he emocionado como una niña. Y la cocina. ¿Ha probado mi redondo en salsa? ¿O el flan de limón? Disfruto cocinando.

Vayamos a la encrucijada de su vida. Iñaki muere y le queda todo un mundo por delante... ¿Qué pensó entonces?

-¿Qué hago? Y actué un poco inconsciente cogiendo las riendas del negocio. Pero fue una decisión acertada: me hizo sentir que tenía un potencial que no sabía que existía en mi. Agradezco muchísimo a Bilbao cómo me acogió.

¿No le pesó la responsabilidad?

-Por la inconsciencia que le digo, no tuve vértigo. Iba más chula que un ocho y fui muy insistente; desde el principio me propuse montar un catering, algo nuevo y propio, y que apenas se estilaba en Bilbao.

¿Le miraron los trabajadores como las vacas al tren?

-Una mujer a la que apenas habían visto... Había, sobre todo, asombro. No pensaban que iba a resultar.

¿Qué le da miedo entonces?

-No soy temerosa.

¿La muerte?

-No la temo, no pienso en ella. Va unida a la vida.

¿Sospecha que hay muchas más mujeres ocultas, con virtudes, escondidas en la sombra?

-Estoy segura de que las hay y con muchas virtudes. Yo tuve una oportunidad gratificante porque despertó mi lado oculto creativo, pero ¡cuántas personas no habrá con sus habilidades ocultas en la sombra!

¿Qué le dijeron en el negocio?

-Aún recuerdo la frase que escuché: “eso no es para nosotros”. No me gusta esa frase porque encierra el miedo pero yo pensaba que era un riesgo asumido por todos.

¡El reino del pintxo!

-Perdón, no es lo mismo el pintxo que el canapé. El pintxo se come en tres o cuatro bocados y el canapé en uno. Pasa la bandeja y puedes seguir hablando, negociando, lo que sea, sin quedarte con las ganas.

La comida en miniatura...

-Que es más trabajosa. Tienes que acertar con la mezcla de sabores y texturas. Los extranjeros alucinan cuando prueban algo así.

¿Han desaparecido los banquetes de Pantagruel?

-Quedan algunos, pero han bajado mucho, sobre todo a nivel de empresa. Hemos pasado de una comida sentados de cuatro platos a un cóctel de pie, más actual. En una mesa hablas con los que están a tu lado. De pie te relacionas más.

¿Cuál es el cóctel más extravagante que ha servido?

-¿En el cementerio de los ingleses...? Sí, creo que sí. Pavarotti nos sorprendió por su sencillez. Mandaba reproducir una tienda en su camerino allá donde fuese para sentirse como en casa. Y los Rolling Stones eran algo más dioses.

¿Qué importancia le da al dinero?

-No le doy gran importancia, aunque sí te permite el acceso a algo a lo que sí te importa. Pero se puede ser feliz con menos sentido de la pertenencia. Es algo que te enseña la gente del campo.

¿Cómo es Alicia de uñas?

-A veces pienso “te has pasado, Alicia”. Pero luego corrijo. Me gusta tomar la iniciativa, el espíritu de liderazgo. Me gusta la figura del líder que predique con el ejemplo, que sea la primera que da un paso adelante.

¿Con qué café se queda de los tres que tuvo?

-Le voy a confesar algo: durante un tiempo seguía hablando de los tres cafés. El Boulevard era mi niña bonita porque adoro el art decó. Me llevé un gran disgusto.

¿Lloró? ¿Cuándo es la última vez que ha llorado?

-No soy llorona. A las duras me crezco. Igual con una película me afloran los sentimientos.

¿Qué pesa más en su balanza: amistad o amor?

-Por igual. Creo que lo que une en ambos casos son las confidencias. Son una gran prueba de cariño y confianza. ¿Qué puedo hacer mejor que confiarte mis secretos?

¿Y qué le duele más?

-La traición, como a tanta gente.

¿Más vale sola que en mala compañía?

-No soy muy grupal. No necesito muchas cosas y mucha gente a mi alrededor para ser feliz.

Una historia para cada café...

-En el Iruña, un escritor comenzó su novela en las servilletas del local, en La Granja nació la Feria de Abril de Bilbao y en el Boulevard organizamos un desfile de modelos sobre la marquesina que había enfrente. Los lugares con historia son puntos de encuentro.