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Athletic 1-0 Atlético

Revive el Athletic que encandila a su gente

Un gol de Berenguer muy cerca del final premió los méritos contraídos para competir de tú a tú con el Atlético y enterrar el fiasco del miércoles

Los jugadores del Athletic celebran el gol de Berenguer.Miguel Acera

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A la victoria de anoche se le pueden poner detrás un montón de adjetivos. Es posible que trascendental le quede un poco grande, en todo caso el tiempo dirá si ejerce de resorte e impulsa al Athletic para rescatarle de la mediocridad en que se había instalado. Desde luego, fue importante, oportuna, reparadora, meritoria, emocionante por el modo en que se gestó, con el único gol muy cerca ya de la conclusión; una victoria que irradió felicidad por toneladas que se repartieron por las gradas, las casas, los bares, por allí donde se siguiese un partido que auguraba emociones fuertes. Se ha de reconocer que la cita había adquirido un enorme valor desde la perspectiva del anfitrión y el desenlace sin duda iba a dejar huella, fuese el que fuese. Resultó maravilloso: son tres puntos que encierran una gran significación, aparte de que el hecho de que se lograsen a costa de todo un Atlético de Madrid ya de por sí constituye un acontecimiento singular.

Porque existían razones fundadas para temer por la suerte del Athletic. Una prevención lógica pues era clave que este nuevo compromiso de máxima exigencia enterrase el descorazonador espectáculo del pasado miércoles. La derrota ante el Real Madrid dejó muy tocado al personal, por lo que este sábado no era suficiente con solo cambiar de registro, algo que se antojaba asequible porque el equipo venía de tocar fondo. Apretaba la necesidad, incluso las urgencias, era el momento de reivindicarse y salir del pozo anímico que envolvía al equipo y al entorno. Otro revés, sobre todo si iba acompañado de una imagen deficiente podía tener consecuencias muy negativas. De ahí que sea de justicia ponderar la actuación brindada por los rojiblancos, que se transformaron para parecerse a sí mismos, pero en la temporada anterior.

El esfuerzo cundió. Alcanzó para completar un partido propio de un aspirante a vivir instalado en la zona noble de la tabla. Regresaron los argumentos de enjundia, al margen de la actitud y la generosidad, el bloque cumplió con creces en facetas básicas que le hacen reconocible y tanto se añoraban. Falló algún aspecto, con especial mención a la puntería, pero esa parte es la más difícil de todas y mientras se responda en el resto, las opciones de éxito se multiplicarán. El conjunto de Simeone pudo dar fe de ello, de lo que supone enfrentarse a un Athletic genuino, que se explaya y hace gala de su personalidad. 

Fue un choque muy exigente, donde el Athletic se armó de paciencia y tuvo que vaciarse para debilitar la estructura de un adversario duro, resabiado y con un apreciable fondo de armario que contrasta con las limitaciones que han afectado al Athletic en muchos de sus compromisos. Con este triunfo, por el modo en que se gestó, el Athletic se ha demostrado a sí mismo de lo que es capaz. La enmienda quedó plasmada desde el minuto uno y bien que se agradeció.

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De nuevo, un Athletic serio y dinámico, centrado en desarrollar su idea e impedir que el Atlético, que no salió dormido precisamente, se subiese a la parra. Presión mutua y velocidad para percutir. Este pulso duró un rato, no estaba claro para qué lado se inclinaría el juego, pero por si acaso el primer aviso fue local. Yuri robó con nervio, Jauregizar sirvió y Sancet, en boca de gol, no conectó por poco. La siguiente culminó en un remate defectuoso de Guruzeta, pero marcó tendencia. Aunque Almada exigió una gran respuesta a Simón en una volea con toda la ventaja, Nico Williams ya había probado suerte y en adelante fueron llegando, como un goteo, las aproximaciones de un Athletic que definitivamente había tomado las riendas del encuentro.

En la mayoría estuvo Sancet, que no se limitó a aclarar desdoblamientos de los compañeros y apareció con frecuencia en la zona caliente. Quizá su acción más peligrosa fue un cabezazo a la altura del primer poste, tras centro de Berenguer, que se perdió por muy poco, con Oblak haciendo la estatua. Tuvo Sancet dos cabezazos más, pero no conectó bien. También Nico Williams participó con una rosca de las suyas tras dejar clavado a su par. La intensidad del Athletic no aminoraba, lo que trajo asimismo algún contratiempo, amarillas tempranas y una lesión de índole muscular sufrida por Laporte.

Es lo que conlleva imprimir ese ritmo tan revolucionado, seguro que también el desperdicio de ocasiones está conectado a ello, pero el Athletic continuó percutiendo, por fin Areso se dejó sentir en ataque, y el cuadro visitante se vio obligado a conceder la iniciativa. Al descanso, la impresión era un tanto ambigua: los de Valverde habían opositado a tomar la delantera, pero a costa de un desgaste notable. Y enfrente así lo entendieron, pues el Atlético tomó el mando en el inicio del segundo acto, con Koke colaborando con un activísimo Barrios. No obstante, perseveraría el Athletic que acumuló más llegadas. No se puede negar que en los dos lados fue haciendo mella la cerrada batalla librada previamente, pero ninguno se avino a ceder. 

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Como en el primer tiempo, el balance ofensivo favoreció al Athletic por un margen considerable, pero la inquietud fue adueñándose del partido, excesivamente abierto con el 0-0. Los sucesivos cambios parecían ir en contra de los intereses locales, dado que ingresaron cinco internacionales en el bando de Simeone. Sin embargo, la cosa siguió por unos derroteros equilibrados. Sancet y Nico Williams quemaron sus últimos cartuchos. Berenguer aún guardaba uno y bien cargado de pólvora, por cierto. A cinco del final, justo después de que Sorloth rozase el gol, en la contra nacida de Simón, Berenguer olvido por un instante el cansancio que le lastraba desde hacia minutos y enganchó desde la frontal un zurdazo imposible para Oblak.

El instinto trajo un repliegue del Athletic, que aguantó firme el coletazo colchonero y pudo ponerse a celebrar la victoria con su afición. Anoche, al revés que el miércoles, nadie abandonó su localidad antes del pitido final. Había acumulada mucha tensión y muchas ganas de liberarla. No era para menos.