El Athletic salió lastimado del reformado Camp Nou en la que denominaba Joaquín Caparrós durante su etapa en el banquillo bilbaino como la visita al dentista. Lo cierto es que el conjunto rojiblanco ha arrancado con malas de sensaciones un mes exigente y cargado de partidos, sobre todo porque exhibió debilidades impropias, con errores gruesos en pérdidas que causaron tres de los cuatro goles del Barça y por la ineficacia en las ocasiones de gol de las que gozó, y a ello se añadió la imperdonable ventolera que le dio a Oihan Sancet, que se ganó la expulsión con su parada sin balón al azulgrana Fermín.
Lo mejor: Los buenos minutos en la primera parte con un juego creíble
Cuando se pierde de la manera como lo hizo el Athletic ayer en el Camp Nou y con la abultada derrota que se llevó, son pocas las conclusiones positivas que se pueden sacar, salvo las que se precisen en clave interna. Lo cierto es que el conjunto rojiblanco no dio la talla ante el Barcelona, que se acostó líder de LaLiga Hypermotion a la espera del resultado de esta noche del Real Madrid en Elche, pero sí se observaron algunos brotes verdes en fases del primer periodo, en el que el colectivo de Ernesto Valverde supo recuperarse del mazo del tempranero gol del polaco Lewandowski cuando solo se llevaban cuatro minutos recorridos.
En ese tramo, los leones fueron capaces de generar acciones con sentido ofensivo y con las que albergaron opciones, aunque fueran mínimas, de batir la meta defendida por Joan García. Probablemente es lo que retendrá el propio Valverde, aunque no se quedará a gusto con tan poca producción, que se limitó a un golpeo franco de Unai Gómez, que volvió a jugar como delantero cuando no lo es, que se estrelló con el cuerpo del meta azulgrana, con un disparo intencionado de Nico Williams que se le fue desviado por poco y otro remate del menor de la saga a asistencia de Yuri Berchiche que no encontró red. Todo ello ocurrió con el 1-0 en el marcador y esas dosis de ilusión de desvanecieron con el 2-0 cuando pasaba un puñado de segundos del alargue del primer acto.
Lo peor: La cadena de errores y la incomprensible patada de Sancet
El hecho de hincar la rodilla por un 4-0 suele indicar que las cosas no se han hecho muy bien o que el contrario ha presumido de un fútbol excelso a modo de apisonadora. Ocurrió lo primero, porque el Athletic fue víctima de sus propios desajustes defensivos que penalizan horrores ante rivales del poderío del Barcelona, que perdonó muy pocas de las ocasiones de las que gozó. El primer tanto culé, obra de Lewandowski, fue fruto de una concatenación de errores defensivos de los leones, que comenzó con una mala posesión de Berenguer, Sancet no lo corrigió, Gorosabel no frenó a Lewandowski y Unai Simón no supo detener el disparo del polaco, que era parable. Para más inri, Berchiche también se equivocó y de ahí nació el segundo gol del Barça, que también se aprovechó de la falta de contundencia de Vivian para hacer el 3-0.
Ese gol de Fermín, cuando solo habían transcurrido tres minutos del segundo acto, frustró al Athletic y en especial a Oihan Sancet, que perdió la compostura con una decisión que le costó la tarjeta roja y que le deja en muy mal lugar, por lo que se entiende le habrá caído algún tipo de reprimenda puertas adentro. Una frustración que también se detecta en el entorno athleticzale, desconcertado por la inoperancia de los rojiblancos lejos de San Mamés, donde no ganan desde la lejana tercera jornada de liga, cuando lo hicieron en La Cartuja frente al Betis. Desde entonces, Champions incluida, el colectivo de Valverde ha sufrido en sus desplazamientos seis derrotas y un solo empate, con el agravante de que en las tres últimas visitas ha encajado nueve goles, unos números que no entusiasman precisamente de cara al trascendental encuentro del martes en Praga, donde el Athletic necesita los tres puntos para seguir con opciones en la Champions.