La crisis del Athletic se agrava más en Anoeta
La dura y preocupante derrota de los hombres de Valverde se consumó en el tiempo añadido, cuando acariciaban el empate y previamente habían neutralizado dos desventajas
Anoeta se convierte por ahora en la última estación del vía crucis de un Athletic del que ni siquiera se apiada la fortuna. El modo en que cayó ante una Real que tampoco puede disimular sus nervios y sus deficiencias, en el tiempo añadido y después de haber neutralizado un par de ventajas locales, confirma cuanto se ha venido observando durante semanas. La dinámica de juego y sobre todo la cadencia de puntuación empiezan a generar algo más que inquietud en el entorno. Dentro acumulan motivos para replantearse aspectos sustanciales del comportamiento, individual y colectivo. De hecho, no es casual que asomen ya de modo reiterado gestos y reacciones de los jugadores, también del entrenador, que denotan un exceso de tensión, desesperanza e impotencia. Cortar esta inercia de inmediato se antoja tan complicado como inaplazable. El equipo continúa dejándose jirones de autoestima cada jornada. Anoche, encima, en una cita dotada de una significación especial.
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Era sobre el papel un día propicio, cualquiera lo es en la actual tesitura, para dar un giro a los acontecimientos. Concurría que el rival albergaba más temores que certezas y, sin embargo, acabó quedando la impresión de que el Athletic va muy justo de argumentos. Tuvo fases donde fue mejor, pero siempre en un registro mediocre. Volvió a funcionar sin gracia y exento de consistencia. Los tres goles recibidos así lo certifican y no fueron cuatro por la intervención del VAR. Muchos para aspirar a algo tangible que llevarse para casa. De lo que proponen los rojiblancos, que tampoco es gran cosa futbolísticamente hablando, poco les sale bien, o sea, según sus deseos y necesidades. Solo así se entiende que un rival al que le está costando un mundo salir del fondo de la tabla, le plante cara, muestre idéntica o superior constancia y acabe la noche de celebración.
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Cuatro puntos sumados de los últimos veinticuatro sería el dato que sintetiza la realidad del Athletic. Cierto que si el derbi concluye en tablas, no hubiera causado gran extrañeza. Desde luego, de producirse el triunfo, únicamente podía haber correspondido a la Real. Y el factor que decantó el partido estuvo más conectado a lo que dejó de hacer el Athletic que a lo que hizo de fuste su oponente.
La tarde se abrió con sorpresa en el once de Valverde:Nico Williams cedía su puesto a Navarro, aunque siendo rigurosos esta ausencia se entiende visto el quehacer del ausente en sus últimas tardes. Y este sábado mismo. El primer acto, casi en su totalidad, reflejó con crudeza el mal momento de ambos equipos. El miedo marcó las evoluciones y se manifestó en que nadie asumió riesgos ni tuvo recato en quitarse la pelota de encima, lo cual se tradujo en un sinfín de malas entregas o, directamente, melones sin destinatario posible.
Una tangana para afear el derbi
Eso sí, pareció más atenazada la Real, presa de la responsabilidad propia del anfitrión. No pareció importarle la imagen mientras pudo vivir tranquilo en su zaga. De la puesta en escena del Athletic, poca cosa positiva que resaltar. Su característica presión avanzada apenas le dio robos y tuvo serios problemas para asociarse. Al menos cabe otorgarle el mérito de apostar por hacerse con la iniciativa, aunque no llegase ni una vez a zona de peligro.
El bajo nivel general del encuentro se acentuaba por la total ausencia de acciones profundas. El único con ganas de enredar fue Barrenetxea, muy buscado por sus compañeros y bien sujeto por Gorosabel. La primera jugada de peligro nació de un córner corto templado al lado opuesto del área, donde surgió sin marca Soler para volear cruzado. El chut iba fuera; por si acaso Simón palmeó. Luego, un pase de Soler que buscaba a otro lo recibió Oyarzabal, que desperdició por pura precipitación, algo extraño en él.
Robert Navarro, un gol con sabor amago
Dos avisos que hallaron réplica cuando Berenguer sirvió para que Guruzeta cabecease alto en posición ventajosa. La buena noticia en clave rojiblanca pronto pasó al olvido. Barrenetxea cayó lesionado,fue atendido y quiso seguir. Oyarzabal arrancó un avance trompicado, Brais abrió a banda, Barrenetxea la metió en el área chica con leve desvió del capitán y Brais remachó después de que Simón desbaratase su primer remate. Golpe duro compensado pronto gracias a una inteligente decisión de Galarreta y el empeño de Gorosabel, quien sirvió en bandeja para que Guruzeta fusilase.
Profundo respiro de alivio que se vio cortado de cuajo a la vuelta del descanso cuando Guedes retrató a Laporte con un control orientado y remató cruzado a la red. Ahí, tras un instante de zozobra, el Athletic tuvo coraje para coger el timón y empujar a la Real hacia su área. Enseguida se incorporó Nico Williams, pero su amenaza quedó en mero amago. Sergio Francisco no se quedó quieto y recurrió a Take, incordio habitual que sirvió el balón que pudo sentenciar el derbi. El VAR apreció fuera de juego del nipón y siguió el Athletic tratando de empujar, pero con temor a descubrirse. Nico la tuvo, pero chutó alto, entre Laporte y Guruzeta no pescaron un buen centro de Navarro con todo a favor y por fin llegó el premio.
Navarro, que no se había ido de nadie, apareció oportuno para embocar un doble despeje de Remiro y Zubeldia tras cabezazo en parábola de Vivian. Restaba menos de un cuarto de hora, lo más difícil estaba hecho. Las fuerzas escaseaban, aquello olía a empate hasta que a la salida de un córner Gorrotxa la rompió de volea a servicio de su capitán en un área infestada de camisetas. Tremendo varapalo para un Athletic que está penando lo que nadie hubiese imaginado en verano. Para variar, Anoeta volvió a ser un destino esquivo: la Real toma oxígeno a costa de un grupo desnortado, al que su trayectoria le empieza a pesar peligrosamente.
