Nico Williams no atraviesa por un dulce momento de juego. A decir verdad, tampoco el equipo, como está quedando de manifiesto en estos primeros meses de competición. Lo de la semana pasada en Elche fue un despropósito y lo vivido en la tarde de ayer en San Mamés no fue muy diferente. Entre medias, eso sí, por Bilbao pasó un Qarabag que visto lo visto a duras penas jugaría en LaLiga y que permitió un festival ofensivo del Athletic que para nada se ajusta a la realidad actual de un equipo plano, sin ideas y al que le cuesta un mundo generar ocasiones de peligro. Sirva como ejemplo que en los dos últimos partidos de liga apenas ha inquietado a Iñaki Peña y David Soria, porteros de Elche y Getafe, respectivamente.
Y cuando las cosas no funcionan, por mucho que el colchón de puntos logrado en el mes de agosto sea una balsa a la que aferrarse para mantenerse a flote y cerca de los puestos europeos, las miradas apuntan a las estrellas. Y ahí asoma, entre otros, el menor de los Williams.
Después de recibir algunos pitos, acallados con una fuerte ovación, dicho sea de paso, al ser sustituido contra el Qarabag, ante el Getafe le tocó convivir con un runrún que no le hace bien a nadie, empezando por él mismo. Tras coquetear con el Barcelona en los dos últimos veranos para terminar jurándole amor eterno al Athletic, como así demostró con su renovación por ocho años, lo que se esperaba de Nico está lejos de lo que está ofreciendo: un gol y una asistencia que llegaron, además, en el primer partido del curso, ante el Sevilla.
No se siente cómodo. Quizá porque las molestias en el pubis que le impidieron jugar varios partidos en el último tramo del curso pasado y que a día de hoy le siguen dando la lata le limitan demasiado; o porque aún tiene muy presente en su cabeza la lesión muscular que se produjo jugando con España y que le hizo perderse hasta seis encuentros con el Athletic, entre ellos los partidos de la Champions contra el Arsenal y el Borussia Dortmund.
Jugó media hora antes del último parón liguero, en la victoria de los rojiblancos contra el Mallorca, aunque no pareció estar a tope. De hecho, se ejercitó con un plan especializado en las fechas FIFA, hasta el punto de que apenas entrenó con sus compañeros, como así desvelaría en Elche el propio técnico. Allí saltó al campo tras el descanso, fue titular contra el Qarabag y repitió frente al Getafe. De nuevo, sin ser determinante.
Pero más allá de su mayor o menor impacto en el juego, o de que ayer, por momentos, tuviera que convivir con un incómodo runrún, lo que más preocupa es la falta de valentía que demostró ante el conjunto azulón. Se le vio temeroso, circunstancia nada habitual en él, dicho sea de paso. Le faltó atrevimiento para encarar, algo que puso en valor su técnico cuando se le cuestionó por el rendimiento de Nico ante el Qarabag. Entonces, si bien no tuvo su tarde, no dejó de intentarlo una y otra vez. Esa ha sido siempre su seña de identidad desde que debutó con el primer equipo. Estuviera más o menos acertado, siempre lo intentaba. Así que lo de ayer es un motivo de preocupación y claro un ejemplo de que no está bien.
Y por el bien del Athletic, que no es ni la sombra del que fue el curso pasado, urge recuperar a Nico Williams cuanto antes. Se sabe un jugador diferencial, un referente, un futbolista al que el rival trata son sumo respeto, como se demuestra con el hecho de que tiene siempre a dos contrarios encimándole, por eso tardes como las de ayer, sin apenas impacto en el juego, con un único disparo intentado, evidencian que no está bien. Y el runrún tampoco ayuda.