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Valencia 2-0 Athletic | La crónica

El Athletic empieza a meterse en un lío

Perdió su tercer partido consecutivo frente a un Valencia al que no supo liquidar cuando estuvo sometido y que revivió a raíz de la expulsión de Vivian

El Valencia-Athletic, en imágenesAgencias

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En Mestalla enlazó el tercer revés un Athletic que continúa sin transmitir fiabilidad y anoche desperdició una buena oportunidad para volver a la senda del triunfo. Sin embargo, ejerció un dominio apabullante que no supo rentabilizar, luego permitió que el rival sacase la cabeza y la expulsión de Vivian por recomendación del VAR a la hora de partido terminó de transformar un panorama propicio en un calvario. El Valencia, sacó chispas a dos acciones de estrategia y liquidó el asunto sin que los rojiblancos tuviesen fuerzas ni ánimo para replicar. Si la resignación presidió el tramo final, fue en la fase disputada en igualdad de fuerzas donde puede afirmarse que el Athletic defraudó. De nuevo, más allá de su apabullante dominio careció de pegada para deshacerse de un adversario entregado. Fue como si perdonase la vida a un conjunto que daba lástima y lo pagó con creces. Perdonar suele llevar aparejada una penitencia. Lo presenciado este sábado no es sino un ejemplo de manual.

Resulta evidente que el Athletic no está logrando elevar sus prestaciones al nivel que se le presume. Despliega muy correctamente algunos de sus recursos más reconocibles, especialmente sin balón, pero suspende en las situaciones que deben dar pie al gol. No es únicamente un problema atribuible a las prestaciones individuales de algunos de los fijos en ataque, factor que sin duda se deja sentir. Se echa de menos más gracia, intención y atrevimiento en general, la propuesta decae ante la ausencia de filo en las maniobras. Son observaciones pueden hacerse extensivas a todas y cada una de las seis actuaciones ofrecidas hasta la fecha.

Tanto en las victorias como en las derrotas el Athletic ha dejado de ser el grupo que amedrenta al rival. Anoche ni siquiera se necesitaba un alarde de profundidad y potencia rematadora para meter el miedo en el cuerpo a los futbolistas que dirige Carlos Corberán. Dio la impresión de que aún no se habían repuesto de la reciente paliza recibida frente al Barcelona. Remiso, inseguro, sin ningún atisbo de rebelarse y opositar a la enmienda, así se mostró el Valencia a lo largo de la primera parte. Siempre a merced de un Athletic serio y firme, que tuvo balón cuanto quiso y donde quiso, pisando terreno rival. Gracias a las múltiples pérdidas y a los robos, claro, porque para variar los rojiblancos ejecutaron esa presión avanzada suya tan característica de modo coordinado y eficiente.

La reacción de la grada no dejaba lugar a dudas de los derroteros por los que discurría el encuentro: para el cuarto de hora los silbidos amenizaban la noche con estruendo. Una expresión de disgusto que prácticamente no remitió hasta que el descanso estuvo próximo. Ahí hubo un tramo bastante anodino, pero durante media hora larga se asistió a un monólogo del Athletic, dueño del ritmo y la pelota salvo en el área levantina. Eso fue más problemático. Por un lado, porque allí quien se erigió en el amo se llama Agirrezabala. Firmó tres intervenciones de gran mérito, indispensables para que el Valencia no se hundiese definitivamente.

El recital del guipuzcoano arrancó con un palmeo a volea de Sancet que desvió levemente Guerra, siguió con otro despeje complicado, de nuevo a intento de Sancet, asimismo desde la frontal. Hubo un zurdazo de Williams que neutralizó con agilidad y estuvo bien colocado ante sendos envíos del Jauregizar y el capitán, con una dosis de veneno muy inferior a la de los enumerados previamente. En realidad, ese déficit de pegada condicionó totalmente la propuesta. La sequía en los tres últimos compromisos no responde a la casualidad, tal es la impresión que se extrajo este sábado.

Desde luego nunca resulta sencillo desbordar a un oponente que ante su incapacidad para progresar opta por protegerse con descaro y acumulando personal en torno a su portero, que tal fue la actitud que escogió el Valencia para disgusto de su afición; también es cierto que la sensación de superioridad del Athletic fue muy acusada y el desarrollo del juego invitaba a creer que no tardaría en plasmarlo. Según se consumían los minutos se apreció que las probabilidades de asestar el golpe que el partido reclamaba iban decayendo.

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De ahí que no sorprendiese una versión más contemplativa a la vuelta del descanso. Además de que el Valencia se esforzó en ganar metros y ser más intenso, fue evidente que decaían las revoluciones del Athletic. Se dirá que la bajada de tensión puede obedecer al gasto invertido en la Champions, pero a estas alturas del curso tampoco existe una acumulación de esfuerzos exagerada. Bueno, si se descuenta a Jauregizar, claro está. Nada había ocurrido que llamase la atención, el Valencia no sentía el agobio del comienzo y de repente Santamaría avanzó y en el forcejeo con Vivian, que era el cierre en ese instante, cayó al césped. El árbitro amonestó al central, pero a instancias de sus ayudantes revisó la acción y cambió el color de la tarjeta. Con media hora por delante tuvo que debutar Laporte y Berenguer pasó al banquillo.

Poco después, triple cambio, había que aguantar el tute contra once e ingresaron Vesga, Unai Gómez y Maroan. Asimismo, convenía proteger a determinados elementos, sobre todo a Galarreta y Sancet. También el Valencia metió más madera arriba, lógico. Laporte estuvo en un tris de arruinar su estreno con un despeje defectuoso que sorprendió a todo el mundo y rozó el larguero camino del córner. A la salida del mismo, Santamaría burló la vigilancia de Areso y corrió al primer palo para anticiparse a Williams y cabecear sin oposición. No hubo manera de reaccionar. El Valencia exprimió la posesión con bastante temple y el Athletic, sencillamente, se derrumbó. No volvió a visitar a Agirrezabala y en el añadido recibió un segundo sopapo, aunque no el primero hubiese bastado.