Quien vio una gran actuación del Athletic en el Santiago Bernabéu, seguro que la olvidará enseguida, quizás lo haya hecho para estas horas, y se sentirá plenamente satisfecho en el caso de que mañana la UD Las Palmas caiga en San Mamés. Quien discrepe con la primera de las apreciaciones, también celebrará que los rojiblancos sumen tres puntos más a costa del conjunto canario, pero seguirá dándole vueltas a la derrota con el Real Madrid.

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El Real Madrid-Athletic, en imágenes Agencias

Por mucho que sea de dominio público que un Madrid-Athletic siempre entraña una gran dificultad, no en vano así nos lo recuerda una estadística aplastante, esta edición del clásico merece una lectura distinta a tantas que se han realizado en años anteriores. Precisamente el detalle cruel que supone encajar el definitivo 1-0 rebasado el minuto noventa sería una razón para no incluirla en el saco donde descansan los reveses sufridos en las dos últimas décadas. Pero habría más argumentos para eludir una lectura condescendiente de la actuación ofrecida por los rojiblancos.

De entrada, se ha de admitir que el Madrid contó con un montón de oportunidades para ganar, tranquilamente pudo haber marcado antes. Quiere decirse que a nadie que siguiese con atención el desarrollo del juego le podía pillar por sorpresa que en algún momento Simón recogiese un balón de su red. Por tanto, carece de sentido mortificarse o aludir al infortunio porque el maldito gol llegase casi al final.

Ernesto Valverde ha explicado, antes y después, que con su plan buscaba aguantar el marcador inicial el mayor tiempo posible y ya con el partido avanzado intentar generar ocasiones. Asimismo, no tuvo reparos en sugerir de antemano y confirmar posteriormente que estaba decidido a ahorrar minutos de competición a los más habituales. Esto se tradujo en que para la primera parte de la propuesta escogió un bloque lleno de suplentes. Más que nunca, por cierto.

La iniciativa permitió comprobar de nuevo que la amplitud de la plantilla es una de las claves de la temporada. Fue palmario que el Madrid no supo por dónde meterle mano al Athletic durante la primera parte. La absoluta ausencia de situaciones comprometidas en área propia obedeció al notable trabajo colectivo en labores de contención. Ni muy arriba ni muy abajo, el equipo ejerció una presión coordinada que funcionó de maravilla, tácticamente le dio un baño a su rival. Eso sí, a costa de suspender en todo aquello relacionado con el uso del balón: nula posesión; o sea, cero en construcción y ataque.

Desde la óptica rojiblanca, un éxito certificado en el marcador, el mejor posible. El plan parecía ir sobre ruedas, la validez del experimento quedó acreditada y, de paso, confirmó los graves problemas del Madrid para actuar como un grande. El Athletic adoptó el papel de equipo pequeño, ese que se conforma con destruir, y quedaba por descubrir cómo activaría la segunda parte del plan. Qué cambiaría a fin de hurgar en las urgencias merengues, rentabilizar su inoperancia y hacerle daño.

La expectativa de ver a un Athletic más parecido al que suele pelear por el triunfo se fue al traste en el mismo arranque del segundo acto. Metió el Madrid un ritmo más alto y automáticamente abrió un goteo de sobresaltos al que no hubo manera de taponar. El equipo se asustó y optó por refugiarse en torno al área. De repente, la solvencia se esfumó. El Madrid tenía que revivir en algún instante. Podía pasar y pasó.

La réplica de Valverde fue refrescar la delantera con tres piezas, pero el problema era que esa línea no había existido en toda la noche, al menos para hacer lo que se espera de una delantera. Bastante tuvieron los once del comienzo con frenar a un adversario que, encima, para entonces les había encajonado y percutía con saña. Lógicamente, varios hombres, de la zaga y de la media, acusaban el esfuerzo, se habían pegado una pechada y pretender que en la media hora final le quitasen la iniciativa al Madrid y ganasen metros era una utopía. De hecho, salvo Maroan, que lo intentó en solitario, los otros recambios ni la olieron y tuvieron que ponerse el mono para achicar agua con el resto.

Hubo dos cambios más, ambos defensivos en vista de que la cosa se había puesto muy cruda. En la segunda parte, el Madrid acumuló once jugadas de peligro, que se dice pronto, once que rondaron el gol y evidencian la caída en picado de un Athletic que tenía en el banquillo alternativas más útiles para proponer algo con la pelota, más allá de los despejes sin destinatario, que interrumpiese la avalancha merengue.

En síntesis, el Athletic perdió en el Bernabéu por centrarse demasiado en no perder y dejó ir una opción propicia para puntuar a costa del Madrid más frágil en tiempo.