ES un mundo nuevo que va más allá de la evolución, un tiempo bien distinto. Ya en 2015, el Papa Francisco I, remarcó que no estamos viviendo una era de cambios sino un cambio de era. El salto de los cuarenta años que conlleva, además, un cambio de siglo va más allá de la evolución: alcanza, como el rayo, una transformación. En el siglo XXI los cambios trascienden las innovaciones tecnológicas (aunque el smartphone sea, probablemente, la gran aparición de esta época, algo que nos cambia las maneras de vivir, que diría el gran rockero Rosendo...) y pasamos a la gestión del conocimiento (internet de las cosas o inteligencia artificial) e involucra cambios en la comunicación (redes sociales, YouTube); en la economía, (el futuro del trabajo, Airbnb, Glovo); en la geopolítica (el Brexit, el auge de China, la caída del eje USA-Rusia); en los objetivos colectivos (los nuevos objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas); en el arte (arte digital y realidad virtual que ya nos alcanza...) y en la educación (formación continua), entre otros.

La cinta de cassete donde se oía la música que hoy viaja por el espacio, de doce canciones grabadas a miles y miles almacenadas han cambiado el hábito de escuchar.

Entramos en los años ochenta del pasado siglo con el susto en el cuerpo tras el amago de golpe de Estado en 1981 (Tejero & Co., ¿se acuerdan...?), un tiempo en el que Bilbao vivió momentos convulsos con la revolución industrial, una gran inundación y una crisis que encapotaba a una ciudad teñida de gris. O en marrón chocolate, dicho sea así para que cuadre con el color de la ría, contaminada por los vertidos de una industria que se evaporaba. Era la noche de los ochenta, con la droga en las calles –cuánto desconocimiento, cuánta tristeza trajo los estragos del caballo...– y la juventud disfrutando en las discotecas y pubs. Hoy las noches están más apagadas que nunca.

El ocio ha pegado en estas cuatro décadas un triple salto mortal sin red. En Bilbao se jugaba al futbolín, el ping pong y el billar, se saltó a la máquina de petacas, luego a los juegos de Arcade, de ahí a los videojuegos y hoy se juega en el universo de la realidad virtual o en los juegos del smartphone.

El ‘smartphone’, inexistente en el siglo XX, se ha convertido en la ‘herramienta-oro’ de nuestra sociedad en el siglo XXI. Cedida

¡Oiga, que no existían los teléfonos móviles! El uso de la televisión (o mejor dicho, por extensión, de las pantallas...) saltó de las películas a las series, de los canales a las plataformas (HBO, Netflix, Filmin, etc...) y el cine se ha convertido, casi y por desgracia, en una ruina griega o romana.

“Que febril la mirada”, que diría Carlos Gardel en su tango. Porque uno vio pasar la gabarra frente a Altos Hornos con los obreros sentados a orillas de la Ría pero vivió también la batalla de Euskalduna que desembocó en un Bilbao de nuevos vientos, de un astillero a un palacio de congresos. ¿Y allá, en la vieja Campa de los Ingleses donde se enclavaba el puerto de Bilbao...? Allí brotó el Guggenheim. Se ha repetido hasta la saciedad: desde el hierro al titanio.

Había marcado Endika el gol del milagro y en Bilbao falta aún algo más de una década para que la ciudad exhibiese su poderosa magia revitalizante. ¡El dorsal de Argote, coño! El 11 del 11 a las 11.00 horas de 1995 arrancó el primer viaje de metro Bilbao y el 18 de octubre de 1997 abría sus puertas el Guggenheim. Más de 800 personas asistieron a la velada inaugural, donde asistió el rey Juan Carlos I, hoy emérito y desterrado, y coincidieron actores como Dennis Hopper, cineastas como Sidney Pollack, Bianca Jagger, la princesa Lee Bouvier –hermana de Jacqueline Kennedy– o la baronesa Thyssen, entre otros. Fumar no estaba tan mal visto ni tan prohibido todavía...

Al tiempo ETA acentuaba su sangrienta locura. Eran los años de plomo y por aquellos mismos mataría al ertzaina Txema Agirre a los pies del propio museo. ¡Cuánta gente no cayó entonces, cuánta gente no se fue! Faltaba un tiempo para que anunciase su adiós. Lo anunció el 20 de octubre de 2011.

Todo fue difuminándose. El 1 de enero de 2002 comenzamos a pagar con euros –¡agur, peseta!– y del txuleton y el fast food hemos pasado a las esferificaciones, las espumas y las reducciones o a la comida vegetariana, vegana o macrobiótica. Hubo un lehendakari socialista en 2009 (el único que no fue del PNV...) y llegó, para nuestra desgracia, la plaga del covid que se convirtió en pandemia (la fiebre española también había alcanzado como el rayo a Bilbao a principios del siglo XX...) mientras el Athletic ahí seguía, imperturbable.