Como el tema no pasó a mayores, el reconocimiento explícito por parte del Athletic de que la visita a Las Llanas no le dejó en buen lugar sería un gesto relativamente sencillo. Ahora bien, este ejercicio a nivel interno se puede abordar de distintas maneras: con sinceridad y propósito de enmienda o con la condescendencia del ganador, es decir, pretendiendo aparecer elegante aunque sin asumir que en realidad el mal trago padecido es básicamente consecuencia directa de la floja respuesta global del equipo. Solo la primera de las posturas presupone comprometerse a tomar nota de lo sucedido a fin de aprender y evitar que en adelante se ponga en riesgo la continuidad en la Copa con actuaciones similares.

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El Sestao River - Athletic, en imágenes Borja Guerrero

Ernesto Valverde admitiría después que el sufrimiento les acompañó, a él y a sus jugadores, desde el minuto inicial y que no les abandonó hasta que tomaron el camino a las duchas. Confesarlo ya es algo, puede tomarse como indicativo de que a nivel interno se asume que, pensando en el futuro, el tesón del Sestao River les puso en bandeja la posibilidad de extraer una lección interesante. El contenido de la misma se resume en lo siguiente: la competición es la competición y poco o nada tiene que ver con los compromisos de guante blanco. Lo cierto es que el vecino le bajó de la nube al Athletic y, en el fondo, habría que agradecérselo, pues debería servir para corregir el punto de mira en vísperas de la reanudación de la liga y de encarar un calendario con la inmensa mayoría de las fechas ocupadas hasta el cierre de campaña.

Al calor de los triunfos obtenidos sobre Valladolid, Las Chivas, Burgos y Udinese, se había resaltado la idoneidad del proceso de puesta a punto que siguió al paréntesis vacacional. Aseguraban en Lezama que el equipo se hallaba en perfecto estado de revista, que no había extraviado ese punto de ebullición previo al montaje organizado en Catar. El Athletic sentía que regresaba de la hibernación forzosa como si ese extraño período de inactividad metido con calzador en mitad de la campaña no hubiese existido, dispuesto a corroborar cuánto de positivo sugirió su fútbol hasta que la FIFA mandó parar. Pero el aperitivo, en teoría un simple trámite por mucho que los antecedentes en el campo del Sestao aconsejasen acudir prevenido, se le atragantó.

Sin restarle un ápice de importancia al asunto de la rivalidad, factor extra capaz de alterar positivamente el ánimo del más modesto, merece la pena detenerse en las condiciones que rodearon el derbi. En este caso, además, no cabe pasar por alto el pasado rojiblanco de muchos de los alineados por Aitor Calle, vizcainos que vieron frustrado su sueño de ascender al primer equipo del Athletic. De entrada, no se olvide que el Sestao ha seguido jugando en su liga durante el tiempo en que el Athletic descansaba o salpicaba con amistosos una especie de segunda pretemporada. Hablamos por tanto de una estructura engrasada que afrontaba una jornada de singular significación.

Luego, está la particularidad del terreno de Las Llanas, sus medidas, así como las dispares sensaciones que las gradas transmiten para el local y el visitante con el aforo al completo. Añadir a lo anterior que el cielo tiró agua con ganas, fue su particular contribución para generar un marco más propio de tiempos pretéritos, un retrato costumbrista, el del fútbol de toda la vida. El campo, que ya estaba blando en el arranque se puso pesado con el correr del cronómetro, una superficie inhabitual para los rojiblancos, acostumbrados a pisar moqueta de primera calidad cada semana.

Este cúmulo de circunstancias auguraba para el Athletic una empresa compleja y a la vez asequible. Obligado por jerarquía a resolver la eliminatoria, su labor prioritaria consistía en imprimir temple y criterio a sus evoluciones. Gobernar el encuentro, impedir que el Sestao se creciese. Partiendo de que su objetivo irrenunciable era clasificarse para la siguiente ronda, se esperaba un despliegue de recursos técnicos y físicos que fuese rebajando el entusiasmo del contrario, al menos con el paso de los minutos. Sin alardes pero emitiendo síntomas de entereza. No fue así. El Athletic se vio envuelto en la vorágine de fútbol directo y sin pausa que planteó el Sestao, tónica que persistió a lo largo de los noventa minutos, pese a que hubiese tramos con el 0-1 en el marcador en que prácticamente no sucedió nada y lo poco reseñable corrió a cargo de los de Valverde.

Resultó aceptable que la salida del anfitrión le pillase a contrapié, pero en absoluto lo que vino después, sobre todo tras el gol de Raúl García. Fallaron un montón de individualidades, en todas las líneas, solo así se entiende que la sombra de la prórroga llegase a planear sobre Las Llanas. El Athletic se pareció poco al Athletic. De acuerdo en que salió un partido de otra época, pero así todo…