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Sestao River 0-1 Athletic

El Athletic avanza en Copa de aquella manera

Un solitario gol de Raúl García permite al Athletic eliminar a un Sestao River que supo plantarle cara y en diversas fases le puso en evidencia

El Sestao River - Athletic, en imágenesBorja Guerrero

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Pasó el Athletic, pero le costó amarrar el triunfo ante un Sestao River que se vació y le dio la noche. El marcador no es casual, sintetiza un duelo muy peleado, tanto que podría afirmarse que el favorito nunca estuvo tranquilo del todo. En realidad, sufrió de lo lindo para mantener la ventaja adquirida en el primer tiempo. Si bien disfrutó de alguna situación clara para eludir apreturas, en amplias fases se vio abocado a emplearse como si no fuese un conjunto de élite. Al empeño invertido por los hombres de Aitor Calle en medio del aguacero y sobre una superficie blanda, opuso el Athletic un gran esfuerzo y sin embargo no le alcanzó para imponerse en el juego. Es lo que tiene no abrir distancias. Un gol no es garantía de éxito cuando las fuerzas se equilibran y el cuadro local fue capaz de mantener viva la esperanza hasta la conclusión.

Pasó el Athletic, pero eso era lo que tocaba, el guion escrito de antemano incluía dicho desenlace y puede por tanto felicitarse. Ahora bien, seguro que su previsión no contemplaba que el rival se le subiese a las barbas y le condujese a un escenario donde las fuerzas se nivelaron en exceso. Por su enorme despliegue, el Sestao le hizo acreedor a mejor suerte, máxime si se considera en qué categoría compite cada cual. Sí, el repertorio rojiblanco decantó el pulso, pero en absoluto cabe hablar de holgura o de suficiencia. Ernesto Valverde pasará página rápido, lo cual no quita para que albergue motivos para sentirse insatisfecho con el comportamiento ofrecido en líneas generales. Pocos jugadores dieron la talla o actuaron como se espera de profesionales de élite. Muchos no supieron adaptarse y las múltiples equivocaciones depararon una tónica deficiente. Lo opuesto ocurrió en el otro bando, que se ganó con creces el reconocimiento de su afición.

Cinco semanas después del estreno copero en Alzira, Valverde diseñó un once bastante similar. Hasta siete jugadores repitieron de inicio y es posible que si un par más no lo hicieron fuese por precaución, pues tanto Iñigo Martínez como Berenguer arrastraban alguna molestia. Entraron en sus posiciones Vivian y Guruzeta, también fueron novedad Zarraga y Sancet. En suma, el técnico eligió siguiendo el criterio expuesto de víspera, esto es, sacó un bloque acorde a la transcendencia que concedió a la cita y que objetivamente merecía, como siempre que se pone en juego la continuidad en un torneo. Cuando el asunto se plantea en términos drásticos, un cara o cruz, no hay margen o no debe haberlo para experimentos o apuestas que denoten un exceso de confianza. En este sentido, la serie de amistosos organizada para que la plantilla recuperase el tono perdido a causa del paréntesis mundialista, le ofrecía al técnico suficiente información para no errar el tiro.

Pero lo que se prepara en la pizarra se ha de escenificar y ahí, en el césped, también el rival tiene algo que decir. Y el conjunto de Aitor Calle fue muy explícito, nada tímido en un comienzo que orientó a su favor. Le interesaba incomodar, impedir que el Athletic plasmase su mayor calidad y para ello apretó a tope, ganando disputas y metros. Durante veinte minutos, el anfitrión pareció en su salsa, no era para menos pues casi todo sucedió cerca de Agirrezabala.

El termómetro del mal rato que pasaron los rojiblancos se personificó en la figura de Yeray, un especialista en amoldarse al fútbol de rompe y rasga que exigía la coyuntura. El central incurrió en varios fallos gruesos, mientras sus compañeros andaban al garete, obsesionados con alejar la pelota del área a toda costa, sin remilgos. Huete dispuso de un remate a la media vuelta, despejado por el portero junto al primer poste, y el acoso se fue diluyendo a medida que el Athletic se decidió a alternar combinaciones y aprovechar espacios. Era la fórmula lógica para frenar el ímpetu del Sestao, tocar y obligar a que reculase, no había otro modo de romper la dinámica que conectar con las piezas ofensivas, generar fútbol.

Vivir a expensas del empuje ajeno se antojaba poco recomendable. El choque tomaba nuevos derroteros y en ese marco se registró una dura entrada sobre Guruzeta, quien minutos después solicitó el relevo, dolorido. Templó con gusto Zarraga, justo en el espacio muerto entre defensa y portero para que Raúl García demostrase sus habilidades rematadoras con un ligero toque a la red. Alivio para Valverde, que hasta entonces no había podido disimular su descontento con gestos evidentes. Tomar la delantera alteraba un panorama que con razón no había sido de su gusto. Las revoluciones del Sestao experimentaron un descenso sin que enfrente lo explotasen. De hecho, descontado un cabezazo flojo de Raúl García, solo hubo una aproximación que entrañase peligro y corrió a cargo de Uriarte, que se obnubiló tras burlar con un caño a Vivian en el área.

La segunda mitad discurrió más movida. Insistió el Athletic en exprimir la velocidad de los Williams tras comprobar que no podía dominar aguantando la posesión y porque el Sestao perseveraba en pos de la campanada. Los nervios afloraron en el tramo final, después de que Nico Williams, en boca de gol, mandase a la luna un chut franco a pase de su hermano. Hubo al menos dos o tres balones que pudieron traducirse en el empate, con el Athletic apostado en su campo, achicando. Con las gradas encendidas, rendidas a la conmovedora entrega de sus futbolistas, se escuchó el pitido final del árbitro, que sonó liberador para los rojiblancos. Qué mal lo pasaron anoche en Las Llanas.