Lo menos malo del derbi fue el marcador, pálido reflejo de lo ocurrido sobre el verde de Anoeta. Caer por la mínima y aportando además un gol al resultado cubre de maquillaje una actuación muy desangelada que, desgraciadamente, respondió a cuanto cabía esperar una vez conocidas las alineaciones. A nadie se le escapa que ambos entrenadores tenían la mente puesta en la Copa, pero mientras la Real Sociedad presentó un bloque reconocible, no demasiado alejado de lo que suele utilizar en el campeonato liguero, en la formación del Athletic solo había tres jugadores que pueden considerarse como titulares, si se admite que Núñez lo es. Gaizka Garitano recurrió a todos los hombres con los que únicamente cuenta en casos de extrema necesidad y compuso un once tan de circunstancias que solo guarda cierta similitud con el empleado en la primera ronda copera ante el Intercity. Así que la Real, que tampoco anduvo muy inspirada, logró sacar adelante la cita a partir de la lógica que dice que lo que le separa del conjunto alicantino de Tercera es un abismo y para ello contó con el protagonismo estelar de Isak, que hizo un auténtico destrozo en la poblada estructura defensiva visitante.

Isak se incorporó en el arranque de la segunda mitad, en el mismo minuto que Williams y poco después que Muniain. A esta pareja se le debe agradecer el gol, una contra de bellísima factura tras robo y conducción del capitán en que en realidad fue todo lo que el Athletic fabricó arriba. Máxima efectividad por tanto, aunque claro, la pretensión de sacar algo en limpio en campo ajeno con semejante bagaje en ataque equivale a creer todavía en los Reyes Magos o denota una confianza ciega en la solidez del sistema defensivo. Y, para decirlo todo, ayer el funcionamiento sin balón fue irregular, poco que ver con el de otras tardes, y varias de las piezas decepcionaron en dicha labor, no todas pertenecientes a la zaga. Tirarse noventa minutos sujetando al contrario porque el balón es un objeto al que apenas se le presta atención y desde luego ningún cariño, nunca es misión sencilla, menos aún juntando de golpe y porrazo tanto personal reclutado de urgencia, futbolistas carentes de ritmo y seguridad.

En cambio, enfocar el partido a la búsqueda de la victoria, que tal fue el planteamiento de la Real desde el inicio, aunque no garantice el objetivo siempre puede ayudar o contribuir a que el desenlace sea feliz. Sirve, por ejemplo, para generar un entorno adecuado, propicio para que el ariete sueco de la Real se sienta cómodo entre los suyos y marque diferencias. En su caso para que tire de velocidad y sencillez, pilares de un repertorio que desatascó y liquidó el duelo. Media docena de intervenciones de Isak transformaron el panorama, sacando a relucir la vulnerabilidad que los rojiblancos habían logrado disimular parapetados en su terreno con un repliegue constante y, en última instancia, gracias a la aportación de Simón.

La acción del gol decisivo resume a la perfección el desarrollo del derbi. Ante la pasividad de Ibai y Balenziaga, Januzaj envió un pase diagonal raso en profundidad hacia el desmarque de Portu, que atravesó toda la maraña de defensas para plantarse en el área y dejar de tacón a Isak, cuyo primer intento a bocajarro repelió de forma inverosímil el portero, que nada pudo hacer cuando el propio Isak, rodeado de rivales, recogió el balón suelto y volvió a fusilar. Es muy probable que, encima, el ligero desvío de Núñez impidiese la segunda intervención de Simón. Pero es que para entonces Isak ya había retratado la actitud reservona del Athletic con otros dos remates y un par de asistencias, una culminada por Portu y otra malgastada por Oyarzabal.

El gol de Williams interrumpió inesperadamente el monólogo, pero se trató de un chispazo, el oasis en la inmensidad del desierto, y por supuesto tampoco se le dio continuidad a dicha acción. Previamente a los goles, el Athletic se dedicó casi exclusivamente a poner trabas en las vías que la Real quiso explotar como acostumbra, filtrando pases entre líneas y acumulando posesión. Dejó que Villalibre se batiese el cobre en solitario, pegándose con dignidad todo el mundo, con Ibai y Kodro ausentes, Beñat desaparecido y San José sin dar abasto. El centro del campo no generó una maldita salida válida, no supo ni beneficiarse del cuarto de hora de bajón realista que precedió al intermedio. Lekue sí que intentó echar algo de sal a un juego plano, pecando quizá de individualista, si bien hasta se comprende por la falta de colaboración ya apuntada.

LAS TARJETAS Se supone que la idea consistía en desgastar a la Real, evitar concesiones y procurar sorprender con el partido avanzado. Así se deduce de lo visto de salida y de las dos sustituciones efectuadas. La tercera, Dani García, fue para apagar el incendio que Isak había montado en un abrir y cerrar de ojos, pero no cuajó. Y lo que es peor, provocó que el medio centro se pierda el derbi con Osasuna. Algún día tenía que caerle la quinta amarilla, se dirá. Pues sí, mucho había aguantado en capilla, en concreto desde el primero de diciembre, fecha de la última victoria liguera, a costa del Granada precisamente.

La roja directa que vio Muniain (otra baja para la siguiente jornada) cerca del minuto noventa ilustra el estado anímico del colectivo al verse por detrás en el marcador, sin recursos para amagar siquiera algo parecido a una reacción. El Athletic no volvió a aproximarse a Remiro y la salida de tono de quien porta el brazalete más que zanjar cualquier atisbo de esperanza, que objetivamente no se vislumbraba, puso un broche del peor gusto a un encuentro que agudiza la impresión de que el equipo no está sabiendo asimilar la ilusionante aventura de la Copa y va a pagar un precio altísimo en la clasificación.