Al navarro Aritz Azparren el vínculo con África le llegó de niño a través de su tía misionera y un amigo ugandés que le marcó el camino. Años después, decidió dar el salto y vivir en Moyo, una población rural del norte de Uganda, de donde acaba de llegar tras más de una década trabajando como cooperante con la ONG Solidarios con Arua — Arua Elkartasuna.

¿Qué le llevó a embarcarse en este proyecto? 

La historia viene de lejos. Mi tía, una misionera comboniana, llegó a Uganda en 1972 y creó vínculos que heredamos. Viajé por primera vez en 1995 con mi familia y regresé en 2007 con la sensación de que tenía que hacer algo. Ese lazo me llevó a instalarme en Moyo con la ONG navarra Solidarios con Arua.

¿Cómo conoció la ONG?

Fue gracias a Grace, amigo de mi tía. El conocía a los fundadores de la ONG en Burlada. Desde sus inicios él fue un referente en Uganda. Cuando fui allí a vivir, me convertí en el vínculo directo sobre el terreno.

"El proyecto se apoya en tres pilares: la música como herramienta de igualdad, la integración de personas con necesidades especiales, y la agricultura como vía de futuro"

¿Qué le impulsó a quedarse 12 años en Uganda, aunque haya sido de manera intermitente?

No quería pasar allí solo unos meses, quería quedarme. Como músico encontré mi lugar en una escuela primaria con una banda que apenas sabía leer partituras. Necesitaban apoyo y yo podía ofrecerlo. Así empezó todo. El proyecto fue creciendo hasta asentarse sobre tres pilares: la música como herramienta de igualdad, la integración de personas con necesidades especiales, y la agricultura como vía de futuro.

¿La música hace milagros?

La música obliga a escucharse, a cooperar, y en un contexto como el de Uganda, de roles muy marcados, conseguimos que chicos y chicas compartieran un espacio en igualdad.

¿Cómo describiría Uganda?

Es un país bonito y fértil, con gente muy amable y acogedora.

"Cuesta entender otra cultura, pero aprendes a convivir con las diferencias"

¿Son tan pobres como parece?

En Uganda no hay una gran hambruna, pero viven al límite. No se consideran pobres; para ellos ser pobre es no tener electricidad, agua o seguridad alimentaria. En lugares como Moyo la gente es autosuficiente, vive de lo que cultiva. En Kampala, por ejemplo, hubo escasez de alimentos debido al Covid; en Moyo, no.

¿Le costó adaptarse al país?

Al principio cuesta un poco adaptarse a otra cultura, pero aprendes a convivir con las diferencias. Con el tiempo pierdes vínculos aquí, pero creas otros nuevos allá. Estaba muy a gusto, aunque hubo momentos de soledad.

Aritz defiende Uganda como un país bonito y fértil, lleno de personas amables. Aritz Azparren

¿Por qué ha vuelto a Nafarroa?

El motivo es puramente familiar. Yo estoy casado con una mujer de Uganda y tenemos dos hijos. Pensamos que era la mejor opción.

¿Cómo conoció a su mujer?

Ella es de Kampala. La conocí en una visita de voluntarios y hasta hoy.

¿Ha tenido algún tipo de problema en Nafarroa por ser inmigrante?

La verdad es que no. La acogida ha sido muy buena. Es cierto que hay diferencias culturales a las que está adaptándose, pero tiene trabajo y está plenamente integrada.

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¿No ha vivido entonces ningún episodio racista?

No. Con esto no quiero decir que no exista racismo en Nafarroa, pero sí lo hay es marginal. Ya no sorprende ver personas negras en nuestro territorio.

¿Sus hijos conocen Uganda?

Sí, los dos han estado allí. Quiero que crezcan con esa doble mirada, la de Nafarroa y la de Uganda.