Los sudokus, nivel difícil, no le llegan a la suela de los zapatos a los rompecabezas que tienen que hacer muchos padres y madres desde que finaliza el curso escolar para trabajar, que los niños y niñas estén bien cuidados y no morir en el intento. “Nuestros hijos e hijas son los menores europeos con más vacaciones en esta época de verano, con unos 80 días, casi tres meses seguidos, a los que hay que sumar las medias jornadas de junio y septiembre e incluso algunos centros y haurreskolak parte de octubre, que constituyen casi otro mes. Esto no hay calendario laboral y familiar que lo sostenga y me pregunto si para nuestros hijos e hijas eso es bueno”, reflexiona Natalia Diez-Caballero, directora de Hirukide, la Federación de Familias Numerosas de Euskadi.

Por más combinaciones de agendas que se hagan, no hay forma de estirarlas como un chicle. “La mayoría de progenitores solo pueden coger dos o tres semanas de vacaciones estos meses, por lo que es imposible que cuadren las cuentas. Como solución, muchos optan por alternar las vacaciones de ambos progenitores y coincidir solo una semana toda la familia, pero con esto no se llega a cubrir en muchos casos ni la mitad de las semanas necesarias”, explica.

Así que la primera actividad estival en muchos hogares no es la lectura, sino el encaje de bolillos. “En una encuesta que realizamos tan solo un 25% de las familias indicaban que no tenían problemas para conciliar, al no trabajar o estar de vacaciones uno o los dos progenitores esos meses de verano. Del resto, la mitad contrataban campamentos o a un cuidador y la otra mitad recurrían a familiares, reducciones de jornada y alternar vacaciones. La mayoría de familias tienen que recurrir a varias de estas soluciones, porque son muchas semanas y no salen las cuentas”, subraya.

Con este panorama, disfrutar del verano todos juntos se antoja utópico. “Son muchas las familias que solo coinciden una semana juntos y el resto se lo reparten para cuidar a sus hijos. En algunos casos va solo un progenitor con los niños y niñas al pueblo unos días o semanas, mientras que el otro trabaja, y se alternan. Otras semanas las pasan en su ciudad, yendo a las piscinas o haciendo excursiones de día”, pone como ejemplo.

Lo mismo que les faltan días libres para atender a los más pequeños en verano, a muchos tampoco les llega el presupuesto para costear alternativas. Hay más oferta de campamentos que nunca, cuidadores, guarderías..., pero no están al alcance de todos los bolsillos. “El gasto es muy variado, al depender de las semanas que se cojan, número de hijos e hijas, tipo de campamento... Hay udalekus por días, semanas o mensuales en la propia ciudad o en la provincia o campus en el extranjero y a precios muy variados. Los más económicos son los públicos –municipales o de la Diputación– y los más costosos, los de idiomas o deporte en el extranjero”, hace un repaso Diez-Caballero.

Más de la mitad de las familias, detalla, “contratan uno o varios campamentos durante el verano para sus hijos e hijas. El coste depende del número de semanas, tipo de actividad y entidad organizadora, pero de media están entre los 120 y los 600 euros semanales. Unas colonias urbanas pueden salir entre los 50 euros y los 250 euros la semana. Y esto, por cada hijo o hija”, remarca, con las familias numerosas siempre en mente.

Intensiva o teletrabajo

Puestos a pensar qué se podría hacer para que las vacaciones se convirtieran en una época de descanso y disfrute familiar, la cosa no está nada fácil. “Es muy complicado cuando los hijos e hijas son pequeños, ya que la diferencia de días de vacaciones es demasiada, pero ayudaría mucho que se ofrecieran alternativas no solo en verano, sino en todos los periodos vacacionales, siendo un servicio que tendría que estar subvencionado”, propone la directora de Hirukide.

En este sentido, sugiere, se podrían “aprovechar las instalaciones de los centros educativos que tenemos en todos los municipios para organizar actividades y colonias de día, pero incluso dando cobertura mañana y tarde, adecuándolo a la diversidad de necesidades que tienen las familias con sus horarios laborales, ya que, dependiendo del sector donde se trabaje, varía mucho”. Además, destaca, “la mayoría de los udalekus suelen ser por semanas y, a los sumo, tres y ahora cada vez las vacaciones están más repartidas y no tan concentradas como antes en el mes de agosto”.

Su mirada, a la hora de aportar soluciones, no solo se posa en las instituciones públicas. “Desde el lado de las empresas también se podría facilitar la conciliación, implantando jornadas intensivas e, incluso, facilitando el teletrabajo en aquellos puestos en los que fuera posible. Asimismo se podría favorecer que las personas trabajadoras con hijos e hijas menores de edad tuvieran prioridad a la hora de elegir sus vacaciones”, plantea.

A la espera de que estas u otras propuestas alivien la carga emocional que soportan las familias, “la organización y coordinación de las vacaciones escolares suponen para muchas madres y padres una fuente de estrés muy elevada, haciendo mella tanto en los progenitores como en los menores”, advierte Diez-Caballero.

El peor periodo, detalla, acaba de arrancar. “Suele ser desde que finaliza el curso, la tercera semana de junio, hasta que comienza agosto, cuando se conceden la mayoría de vacaciones en Euskadi. Son 5 o 6 semanas en las que las que hay que tirar de ahorros, familia o ingenio”. Pero eso no es todo, en septiembre hay más. “También son semanas muy complicadas las de los periodos de adaptación en el inicio de curso. Son días que parecen lectivos en el calendario, pero para las familias es un grandísimo trastorno cuadrar los horarios cuando los peques solo tienen una o pocas horas de clase. Si puedes laboralmente y te cuadra económicamente, te acoges a una reducción de jornada o excedencia. Si no, a pedir favores de nuevo a los aitites o ir estresados por la vida…”.