A un campus, con los aitites, me la juego y lo dejo solo en casa... Con las vacaciones escolares, las cabezas echan humo. La psicóloga Úrsula Tomás, del Colegio Oficial de Psicología de Bizkaia, analiza este dilema y las consecuencias que acarrea.

Los menores de vacaciones, los progenitores trabajando... ¿Se disparan los niveles de estrés en esta época?

Sí, de estrés y ansiedad porque muchos no saben qué hacer con sus hijos. Algunos disponen de campamentos de día, semanales o quincenales, pero todo el mundo no puede permitirse el lujo de pagarlos. Tendrán que elegir qué campamentos, cuáles les cubren, algunos además van por sorteo... Otros echarán mano de los abuelos, pero algunos son muy mayores o viven fuera. En otros casos familias monoparentales o separadas tienen que turnarse para coger las vacaciones o pedir excedencia en su trabajo y la mayoría de las veces les toca a las mujeres hacer ese rol.

Tener que recurrir a los aitites y amamas, sobre todo si son mayores, ¿provoca sentimientos de culpa?

Efectivamente, porque muchos de nuestros abuelos y abuelas, aunque gocen de buena salud, tienen unas rutinas que se ven interrumpidas por este periodo estival. Dependiendo de la edad de los niños, tienen que llevarlos al parque, jugar con ellos, sacarlos de paseo y eso mucha veces se sale de la rutina que ellos tienen. Además, ellos están acostumbrados a comer determinadas cosas y tienen que hacer a veces una comida un poco más especial o adaptada a los niños. Ese sentimiento de culpa se incrementa también cuando nuestros padres y madres ya son muy mayores y algunos tampoco están muy bien de salud. Es como una carga extra que se les da, pero muchas veces las familias no tienen más remedio que recurrir a ellos.

¿Qué supone para ellos cuidar de los nietos? Una cosa es una visita y otra, hacerse cargo de ellos semanas.

“Si comentamos delante: No sé que hacer con él o ve que lo llevas corriendo a un sitio y a otro como un paquete, se puede sentir mal”

Tenemos de todo, pero lo más general es que, como son sus nietos, cómo no se van a hacer cargo de ellos. Además, dicen: Aunque no pueda, me encargo y muchas veces hacen un sobreesfuerzo. Pocas veces te van a decir que no pueden. Al principio tiran del carro, pero llega un momento en el que están agotados. Algunos igual te dicen que no pueden, pero la mayoría aguantan como sea. Tienen esa ambivalencia de no puedo con la vida, aparte de que físicamente no me encuentro bien, pero son mis nietos, cómo no los voy a cuidar, cómo se los van a llevar por ahí o los van a dejar con gente que no conocen, pudiendo estar yo. Pues ya descansaré.

A veces no queda otra que dejar a los hijos solos en casa y los padres y madres trabajando en vilo...

Efectivamente, hay niños a los que con diez, doce años, a veces les suelen dejar a ratos solos y están al cuidado, les dejan un móvil o un reloj GPS, igual dejan al tanto a algún vecino para que les eche un ojo, pero, a pesar de todo, siempre estás con ese miedo de que pueda pasar algo. Generalmente ellos se arreglan mucho mejor de lo que pensamos, pero en esta sociedad en la que estamos hiperprotegiendo muchas veces subestimamos un poquito también a nuestros hijos. Pensamos que van a estar desprotegidos y normalmente suelen estar bien. Esta sensación no solo es para los que dejas en casa, también para los que mandas de campamento, sobre todo, cuando son quince días fuera. Dices: Ya entiendo que van con monitores preparados, pero siempre tienes esa duda de estará bien, comerá bien, le atenderán bien y si pasa algo... Al final esa cosilla siempre la tienes.

Tener que hacer encaje de bolillos una semana sí y otra también ¿se acompaña del sentimiento de no rendir cien por cien en el trabajo?

“El sentimiento de culpa se incrementa si los abuelos son muy mayores y no están bien, pero muchos no tienen más remedio que recurrir a ellos”

Claro, porque estás dándole vueltas a cómo lo vas a dejar y con quién. Puede que le hayas apuntado a un campamento y al final no salga porque no hay niños suficientes. Tener que estar constantemente en alerta de si le dejo o no, con quién, estará bien o no, hace que no estemos ni a una cosa ni a la otra. Al final, en vez de utilizar el periodo estival para desestresarnos, lo que hacemos es estresarnos muchísimo más y va a llegar septiembre y vamos a estar peor, todo acumulado del verano, más lo del curso. Al final hay gente que acaba cogiendo la baja y todo.

¿Los niños pueden llegar a percibir que son una carga? ¿Les repercute ver a sus padres agobiados?

Sí, esto repercute emocionalmente dependiendo de cómo lo gestionemos. Si se lo vendemos como algo atractivo: Mira qué bien, la semana que viene vas a ir con aitite y amama o de campamento, los niños van a estar bien y se adaptan fácilmente. Sin embargo, si comentamos delante: Menuda faena, este campamento no ha salido o Jo, no sé qué hacer con él o ve que por las mañanas lo llevas corriendo a un sitio y a otro y lo dejas como si fuera un paquete, ahí sí que se puede sentir mal porque ve que algo no está funcionando bien. La forma de proteger el lado emocional de nuestros hijos es transmitirles: Mira, cariño, tengo que trabajar, no puedo estar contigo todo el tiempo que me gustaría y la alternativa es este campamento o estar con aitite y amama y a la tarde os voy a recoger, pero como algo normalizado. Explicarles que las cosas tienen que ser así y no: Mira lo que ha pasado que no me da la vida y no puedo contigo.

Hay menores que, pese a su corta edad, ya expresan que no quieren tener hijos. ¿Perciben el estrés que supone no poder conciliar?

Hay adolescentes que dicen que no van a tener hijos porque quieren vivir y lo expresan así: Quiero vivir, viajar, hacer cosas. Cosas que veo que en mi casa no son posibles porque mis padres están siempre trabajando.