Los hijos de Michelle siguen llamando a la hija de Pablo y Rafa baby Libe, a pesar de que la niña que ella gestó en Chicago para ayudarles a ser padres tiene ya cuatro años y se muere de ganas de jugar al escondite. Viéndolos divertirse en los columpios, en su reencuentro en Bilbao, a todos se les cae la baba. También a Miguel, su marido. “Es muy lindo ver a una criatura crecer. Nosotros somos parte de ellos y ellos de nosotros”, dice, mientras su mujer confiesa que le “encanta verlos jugar juntitos”.

Quizás sean “una familia un poco atípica” porque viven “muy lejos”, reconoce Pablo, pero los lazos que tejieron con Michelle durante el proceso de gestación subrogada de su hija se mantienen anudados y nada tienen que envidiar a los de sangre. “Tenemos una relación muy estrecha gracias a las redes sociales, el WhatsApp y el Skype. Nos contamos todo. Son nuestra familia. Cuando nos dijeron que iban a venir este verano fue como fuegos artificiales”, asegura este bilbaino que, junto con su pareja, les ha hecho de anfitrión durante diez días en los que han visitado Iparralde, Gernika, Santimamiñe, Gaztelugatxe, Iruñea, Olite, Salinas de Añana... “Les interesaba mucho saber dónde vive Libe y cuál es nuestro entorno. También la historia y la gastronomía”, explica y rescata un instante que resume por qué estas vacaciones serán inolvidables. “En Gernika, jugando en un parque después de comer, yo le decía a Rafa: ¿Tú te das cuenta de lo que estamos viviendo? Me emociono porque es como increíble”, confiesa, con las lágrimas a punto de rebosar.

Atípica o no, lo que está claro es que en esta familia no hay cabida para los prejuicios y la naturalidad se abre paso. “Desde que tiene uso de razón Libe sabe que estuvo unos meses en la tripita de Michelle y que es alguien muy especial”, cuenta Pablo, que tiene otro hijo, de 2 años, también por gestación subrogada. Los hijos de Michelle, de 10 y 7 años, tampoco tienen nada que objetar. “Ellos fueron muy capaces de entender que Pablo y Rafa querían un bebé y que yo les estaba ayudando. Las maestras, los compañeros de clase, todos lo admiraban y deseaban lo mejor”, explica Michelle, que no alcanza a comprender cómo en “un país tan avanzado como este no está regulada la gestación subrogada. Si es por desconocimiento, deberían de escuchar a las mujeres que lo hemos vivido para entender que es nuestro deseo y nos gusta hacerlo. Libe es una vida y es un amor. ¿Por qué no vamos a querer que ella venga al mundo?”, se pregunta.

Libe “sabe que estuvo unos meses en la tripita de Michelle” y los hijos de esta la siguen llamando ‘baby’ pese a que ya tiene cuatro años

Conocedora de las suspicacias que genera esta opción reproductiva, aclara que ella decidió ser gestante tras conocer a una amiga que no conseguía ser madre y no por necesidad. De hecho, disfruta de una buena posición económica. “Aunque procedo de una familia de migrantes muy humilde, yo tengo una carrera, muchos títulos y maneras de conseguir dinero. Esto lo hice por mi voluntad de ayudar”, recalca y muestra su convencimiento de que “en España también hay muchas mujeres que desean hacerlo y el resto deberían de defenderlo”.

Su marido, Miguel, una pieza indispensable en este puzle familiar, ha sido un gran apoyo. “Yo puedo ponerme en los zapatos de una persona que no puede tener niños. Es una oportunidad poderla ayudar. Apoyamos a Pablo y Rafa y si les faltan el respeto a ellos, nos lo faltan a nosotros”, dice, en referencia a las críticas que han recibido estas familias después de que la propia ministra de Igualdad calificara la gestación subrogada como “una forma de violencia contra las mujeres”. “Libe no ha nacido de un proceso violento, de una explotación reproductiva, de una mujer que no quería hacerlo. Libe ha nacido de la generosidad de estas personas”, defiende Pablo. “De puro amor”, suscribe Michelle. 

Durante su estancia, que concluye este domingo, han tenido ocasión de cenar con los padres y la hermana de Pablo, que “tenían muchas ganas de conocerles”. También han aprovechado para rememorar bonitas vivencias, como el día del parto. “Estuvimos todos, Miguel, Rafa, Michelle y yo, y fue superespecial. Miguel estuvo muy pendiente de nosotros y, cuando nació Libe, nos hizo una foto, que es mágica. Me emocionó mucho que tuviera ese detalle en ese momento”, confiesa, agradecido, Pablo. “Lo más importante es ver a las familias crecer y hacer su vida. Cuando Libe nació fue como coronar una montaña o acabar una maratón. La meta es ver a las parejas felices con su bebé. Te hace mucha ilusión y sientes mucho amor hacia ellos”, afirma.

Su historia puede parecer idílica, pero Pablo asegura que su caso no es una excepción. “En la asociación vizcaina Gure Umeen Ametsak estamos unas cuarenta familias y lo habitual es esto: mantener una relación cercana, buscar momentos de encuentro, ir de vacaciones allí o que ellos vengan...”, asegura. De hecho, ellos mismos tenían planeado reencontrarse con Michelle cuando viajaron a Estados Unidos para el nacimiento de su segundo hijo, pero “todo se truncó con la pandemia”.

Una vez usado el comodín de los snacks y descubierto que a los hijos de Michelle no les gustan las patatas fritas con sabor a jamón, Rafa va agotando su batería de juegos para entretener a la prole, incluido uno de encadenar palabras en castellano, euskera e inglés. Sus padres bromean sobre el intercambio de hijos que podrían hacer en un futuro para que aprendan idiomas. Por ahora hay un lenguaje que todos dominan a la perfección, el del cariño.