A revista semestral literaria Egan, promovida por la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, ha publicado las memorias del gudari Félix Inocencio Bujanda Sarasola, conocido como Inosen. El libro lleva por título Ez dago, ez, idatzita (No, no está escrito), en referencia al futuro.

Inocencio fue uno de los tres hermanos Bujanda que se alistaron al batallón Saseta del PNV al estallar la última guerra tras un fallido golpe de Estado militar español y fue testigo del histórico bombardeo de Gernika. Su caso es curioso porque estuvo en el frente a pesar de faltarle una pierna, que perdió de niño en un error suyo al subirse en marcha al tranvía y pasarle la rueda por encima.

Félix Inocencio Bujanda Sarasola nació en el barrio del Antiguo, en Donostia. Ayer, sábado 16 de enero, hubiera cumplido 106 años. Inosen fue el segundo de un total de seis hijos: tres hombres y tres mujeres. Nacieron en un seno cuya ideología paterna era carlista y la materna liberal. “El aita Inosen se acordaba de los esfuerzos de su padre Fortunato, que abrazó el nacionalismo de la mano del PNV, por evitar en las celebraciones familiares la coincidencia en la misma mesa de su padre, oficial condecorado del ejército carlista y su suegro, furibundo liberal”, valora José Manuel Bujanda a DEIA.

Siguiendo el amor de su padre por Euzkadi, también se afilió al PNV. Lo hizo junto a los que a la postre también serían gudaris del ejército vasco del lehendakari Aguirre, sus hermanos Benito y Gerardo, este último fallecido el 4 de septiembre de 2019 a los cien años de edad. Benito Bujanda llegó a ser teniente de ametralladoras del batallón Saseta. “Los tres hermanos -subraya José Manuel- pelearon en el campo de batalla por la legalidad republicana vigente, lucharon por la libertad, la democracia y el autogobierno de Euskadi, mientras sus tres hermanas, Luisi, Paki y Txaro corrieron en el extranjero la suerte de las niñas de la guerra”.

La infancia de Inocencio, antes de llegar el episodio bélico, fue traumática cuando sumaba 11 años. Sufrió un muy grave accidente. El tranvía que iba del Antiguo al centro de Donostia y que les trasladaba a las escuelas municipales de la calle Urbieta le amputó una pierna por encima de la rodilla. “Mi padre y sus hermano por no pagar el billete y ahorrarse algunos céntimos abordaban al tranvía a la salida del túnel del Antiguo haciendo lo que se llama montadiña, pero una mañana de lluvia abundante resbaló debajo del tranvía que le amputó una pierna. Los médicos no daban mucho por su vida”.

En sus memorias que manuscribió a escondidas de la familia y que esta localizó cuando falleció a los 99 años hace tan solo seis calendarios, relata cómo durante su vida hizo uso de diferentes piernas artificiales. “Él mismo la llamaba en casa hanka zaharra y nos dio el permiso para denominarla todos así”, pormenoriza su hijo. Sin embargo, el batallón Saseta le posibilitó ir a la guerra. Quizás, por lo tanto, fue el único soldado de Aguirre que no tenía una pierna. De hecho, fue testigo directo del bombardeo de Gernika al estar su unidad acuartelada en locales y conventos de la villa foral. Una semana después, el hermano Bujanda mayor, Benito, falleció en el fragor de la batalla de Peña Lemona el 2 de junio de 1937. “Murió peleando cuerpo a cuerpo y lanzando bombas de mano, contra los requetés. Para mi aita y el tío Gerardo fue una noticia absolutamente trágica y demoledora”, cita José Manuel, quien con el corazón en mano le dedica un homenaje: “El tío Benito fue recordado por todos su hermanos y hermanas a lo largo de todas sus vidas”.

La ofensiva continuaba entre el bando republicano democrático y el golpista totalitarista. Inosen y Gerardo fueron apresados en Santoña y condenados a muerte en primera instancia. El argumento de los facciosos: “Incitación a la rebelión”. Por ello sufrieron largas penas de cárcel. Mientras, Gerardo fue dispersado como esclavo de Franco en los mal denominados “batallones de trabajadores”, Inocencio sobrevivió a la política penitenciaria de El Dueso y El Puerto de Santa María.

Al recuperar la libertad en la década de los 40 del siglo pasado, Inosen continuó en la resistencia vasca. “Protagonizó huidas espectaculares de los requetés y falangistas, descolgándose in extremis, pierna artificial al hombro, por las tuberías de desagüe de la casa, sita en Oñate, donde preparaba junto con otros la primera huelga general a finales de los cuarenta en la zona, huelga convocada precisamente por el Gobierno vasco en el exilio”, evoca su hijo. A raíz de esa huida se emitió por parte de la policía franquista una requisitoria de búsqueda y captura de “un cojo, peligroso y con gafas”, lo que provocó que “docenas de cojos y con gafas fueran detenidos en Gipuzkoa y concretamente en Donostia, que ingresaron en la tristemente cárcel de Ondarreta”. Inosen, mientras tanto, estuvo escondido un año entero en un caserío del monte de Izarraitz. Asimismo, colaboró durante años con su hermano Gerardo, alias Jon de Igueldo, en las crónicas escritas clandestinas que trasladaban a Radio Euskadi sita entonces en Venezuela. “El aita jamás se rindió, nunca se alquiló ni realquiló su dignidad de vasco demócrata profundamente nacionalista y abertzale hasta que murió”.

El hallazgo

Tras su pérdida, los tres hijos del gudari cojo (José Manuel, Arantxa y Juan Ramón) hallaron casi doscientas hojas suyas en una caja de cartón que guardaba en un armario. A sus cuitas, agregó en un “euskera pulido, trabajado y enriquecido”, profundas y muy variadas reflexiones sobre los mitos, la utopía, las mentiras, el clima, el liderazgo, el planeta y sobre todo una serie de reflexiones en torno a una idea que siempre le sobrevolaba transversalmente: “El pasado está escrito pero el futuro no, el futuro no está escrito, está por escribir, es nuestro reto y obligación”.

José Manuel transcribió aquel tesoro. “Aita era culto, dominaba varios idiomas y tuvo la suerte de coincidir en El Puerto de Santa María con el sabio Koldo Mitxelena. Mi aita era profundamente religioso pero nada clerical, fue toda su vida un demócrata de una sola pieza, nacionalista vasco sin ambages, abertzale íntegro, comprometido políticamente que gustaba siempre de tender puentes entre diferentes”. A su juicio, su padre respetaba a todos, menos a los autoritarios y fascistas: “Los del 36, solía calificarlos”. Era europeísta convencido, sus referencias personales no admitían jamás duda alguna: José Antonio Aguirre y Manuel de Irujo como “genuinos representantes de una generación única, difícilmente repetible y siempre ejemplar”. Enfatiza, además, su sentimiento por el euskera. “Lo llevaba en lo más íntimo de su corazón y en sus labios. Amor al idioma que nos transmitió a sus hijos. Nos legó el euskera convencido de su poderío y capacidad de adaptación a los tiempos modernos”.

De hecho, Inosen escribió en euskera en tiempos nada fácilesInosen. “La primera ikurriña clandestina desfiló por mis manos cuando la descubrí atónito escondida entre los libros de la biblioteca del pasillo de casa, palabras como Euskadi, lehendakari, Eusko Jaurlaritza, Aberri Eguna, Askatasuna… generaron perplejidad y emoción en el chaval pequeño que era yo al creer advertir en mi aita la emoción contenida y solemnidad con las que pronunciaba con tono extremadamente severo y contenido, incluidas miradas cómplices con nuestra ama, Xixili”.